Esta semana muchos medios de comunicación han publicado con bombo y platillo la sorprendente noticia del «descubrimiento de agua en la atmósfera de un planeta terrestre habitable». Prensa, radio y televisión, a nivel nacional e internacional, han recogido la noticia. Noticia que ha generado mucha polémica y confusión por los términos empleados. Aún así, se ha escuchado el comentario de ser una «Tierra 2.0 que podríamos visitar y donde la vida podría ser posible». Es cierto que decir que el descubrimiento de vapor de agua en la atmósfera de un exoplaneta es correcto, pero no lo es que sea ni terrestre ni habitable.

Vayamos por partes. A fecha de hoy tenemos confirmados 4.112 exoplanetas (planetas que no están en el Sistema Solar). La inmensa mayoría están en alguno de los 3.059 sistemas planetarios que conocemos (de nuevo, sin contar al Sistema Solar), estando unos pocos flotando libres en el espacio. 669 sistemas planetarios tienen dos o más planetas confirmados. Estos números se modifican cada pocos días: existen misiones y proyectos astrofísicos particulares cuyo objetivo es encontrar y clasificar exoplanetas. Sin duda alguna es uno de los campos más importantes y activos de la astrofísica actual.

Una de esas misiones ha sido la llevada a cabo por el pequeño satélite Kepler de la Agencia Estadounidense del Espacio (NASA). Usando el método del tránsito («mini-eclipses») los datos de Kepler han descubierto alrededor de dos tercios de todos los exoplanetas que conocemos en la actualidad. Curiosamente, uno de los hallazgos más importantes de Kepler fue el constatar que es muy común un tipo de planeta que no tenemos en el Sistema Solar: objetos a mitad de camino entre la masa de la Tierra (un planeta terrestre) y Neptuno (un planeta gaseoso). Depende de lo cerca en masa que estén a uno u otro se les llama «súper-Tierras» o «mini-Neptunos» (*), existiendo un gran debate de dónde está el límite real entre ser un planeta terrestre o un planeta gaseoso, y si siendo un planeta gaseoso tipo mini-Neptuno aún se tiene un núcleo rocoso.

Precisamente el exoplaneta protagonista estos días está dentro de esta categoría. Se trata de K2-18b, descubierto por la misión extendida del satélite Kepler. Se encuentra a unos 110 años luz de distancia.

Los datos nos confirman que es mucho mayor que la Tierra, unas 8.6 veces más masivo, aunque sólo 2.7 veces más grande en diámetro. Con estas características, todo apunta a que se trata de un «mini-neptuno» y no una «súper-Tierra». De hecho, también sabemos que K2-18b posee una atmósfera densa compuesta básicamente por hidrógeno, lo mismo que ocurre con los planetas de gas.

Gracias a nuevas observaciones realizadas por el Telescopio Espacial Hubble (HST) se ha descubierto que en esta atmósfera de gas hidrógeno existen moléculas de agua en estado de vapor, quizá incluso «nubes» con gotas de agua líquida.

Esta es la noticia de verdad: con las técnicas actuales, se ha sido capaz de detectar los rasgos de agua en la atmósfera de un planeta más bien pequeño (no un gigante gaseoso), lo que da pie a que el avance tecnológico y del tratamiento de datos pueda permitir descubrir agua en exoplanetas modestos, quizá del tamaño de la Tierra, con la implicación que esto tiene para la búsqueda de la vida fuera de la Tierra.

El descubrimiento se ha hecho público esta semana de forma doble. Por un lado, un equipo de astrofísicos usaron unas observaciones de archivo del HST. Pero estas observaciones estaban siendo analizadas por otro equipo investigador, el que precisamente había propuesto las observaciones (K2-18b pasó delante de una estrella en 2016 y 2017, usando luz infrarroja se puede estudiar la composición de la atmósfera del exoplaneta) y habían conseguido el valioso tiempo del telescopio espacial, y que en pocos días tuvieron que terminar un artículo científico con su análisis para que su investigación no fuese “pisada” por el primer grupo. Ambos estudios confirman que existen moléculas de agua en la atmósfera del exoplaneta K2-18b.

¿De dónde viene, entonces, que es un planeta habitable? Pues de nuevo de la confusión del término «zona de habitabilidad». K2-18b gira alrededor de una estrella pequeña tipo enana roja, necesitando 33 días en completar una órbita. Con este «año» se mueve mucho más cerca de lo que está la Tierra del Sol, pero como la estrella de K2-18b es una enana roja emite mucho menos radiación. K2-18b se encuentra dentro de lo que se define como «zona de habitabilidad»: la región alrededor de su estrella donde un planeta como la Tierra podría tener agua líquida en su superficie. ¡Pero eso no significa que todo planeta dentro de esa zona sea habitable! Si Neptuno estuviese donde está la Tierra, dentro de la «zona de habitabilidad» del Sol, no sería «habitable», simplemente porque no es un planeta terrestre. Lo mismo ocurre con K2-18b: incluso en el supuesto de que fuera una «súper-Tierra» y no un «mini-Neptuno» y que tuviese una «superficie» rocosa, la atmósfera de este planeta es tan descomunal comparada con la de la Tierra que la temperatura en su superficie sería de unos 2.700 grados y su presión atmosférica unas 10 mil veces superior a la que tenemos en la superficie de la Tierra… Obviamente imposible de «habitar» con estas características. Al igual que es imposible que haya surgido la vida en la «superficie» de K2-18b.

Hay que añadir, no obstante, que la confusión en esta noticia no ha venido de los periodistas, sino de las propias notas de prensa que se han realizado sobre estos descubrimientos. A veces se exagera un poco algún aspecto y luego la bola de nieve crece al pasar de periodista a editor a comentario extra de otro científico ajeno al campo y al periodista. Este caso nos tiene que alertar de nuevo de la fascinación del público en el campo de los exoplanetas, pero que no hay que perder decir las cosas claras sin exageraciones… y que debería cambiarse el término «zona de habitabilidad» por otra cosa, como «zona de aguabilidad.

(*) Nota simpática: aunque Urano y Neptuno son básicamente iguales en masa y parece que también a grandes rasgos en estructura y composición, los astrofísicos prefieren decir «mini-Neptunos» en lugar de «mini-Uranos» para evitar las risas al pronunciarlo en inglés (suena igual que «mini-your-anus»).

(*)El autor, astrofísico cordobés en Australian Astronomical Optics, Macquarie University y miembro de la Agrupación Astronómica de Córdoba, escribe regularmente en el blog El Lobo Rayado en la dirección http://angelrls.blogalia.com.