En 1916 el astrofísico estadounidense Edward Emerson Barnard descubrió que una débil estrella perdida en la constelación zodiacal de Ofiuco se movía notablemente sobre el fondo del cielo. En efecto, aunque las estrellas parecen fijas en escalas de tiempo de nuestras vidas, en realidad se mueven en el espacio, aunque la mayoría lo hace muy lentamente. La estrella descubierta por Barnard, y que desde entonces llevaría su nombre, recorre la distancia equivalente al tamaño de la luna llena en sólo 174 años. Cualquier otra estrella necesitaría decenas o centenares de miles de años para recorrer la misma distancia. La estrella de Barnard es, así, la estrella con mayor movimiento aparente vista desde la Tierra. Esto es consecuencia de su cercanía, pues está a solo 6 años luz de nosotros. Sólo el sistema de Alfa Centauri (tres estrellas) están más cerca del Sol que la estrella de Barnard.

Gracias a los estudios de las últimas décadas sabemos que la estrella de Barnard es una estrella enana roja (las más comunes en la Vía Láctea), con una masa del sólo el 16% de la del Sol, siendo su luminosidad total sólo el 0.3% de la del Sol. Se trata de una estrella vieja, es difícil estimar exactamente su edad, por lo que el rango que se da va entre los 7000 y los 12000 millones de años. Dentro de las estrellas enanas rojas es de las más estables, esto es, de las que menos fulguraciones brillantes inesperadas tiene (la última importante fue en 1998).

Esta semana la estrella de Barnard está en todos los medios de comunicación. Desde la década de los sesenta del siglo pasado se sospechaba que podría albergar algún planeta y, en efecto, fue estudiada muy en detalle por entonces. Lo que parecía el efecto de un planeta tipo Júpiter pudo explicarse por errores sistemáticos en las observaciones. En cualquier caso el estudio detallado de la estrella de Barnard continuó. Desde 1997 varios telescopios han usado sus instrumentos de espectroscopía para medir el movimiento hacia adelante y atrás de la estrella. La técnica de la «velocidad radial», que usa el vaivén inducido en la estrella por un planeta que se transforma en pequeñísimas variaciones periódicas del color de la estrella de azul a rojo (usando el famoso efecto Doppler), es uno de los dos métodos más comunes para detectar exoplanetas (el otro método es el de los tránsitos o mini-eclipses, que popularizó el famoso telescopio espacial Kepler de NASA, que ha sido retirado de servicio estos días). En 2015 se hizo un cuidadoso análisis de los datos recogidos hasta entonces de la estrella de Barnard que incluían observaciones de los espectrógrafos HIRES (telescopio Keck, de 10 metros, en Hawaii), HARPS (Telescopio de 3.6m del Observatorio de la Silla en Chile) y UVES (8.2m del Telescopio Muy Grande, VLT, Observatorio de Paranal, Chile), los dos últimos pertenecientes al Observatorio Europeo Austral (ESO). Este análisis sugería que existía un planeta alrededor de la estrella Barnard que necesitaría unos 230 días para completar su órbita. Pero para confirmar esta hipótesis hacían falta más medidas.

Es aquí donde también entran en juego tanto HARPS-N (en el ‘Telescopio Nazionale Galileo’, de 3.5m, Observatorio del Roque de los Muchachos, La Palma) como el instrumento CARMENES (telescopio de 3.5m del Observatorio de Calar Alto, Almería) que, dentro de la colaboración internacional Red Dots (‘Puntos Rojos’, en inglés), se usan para encontrar planetas alrededor de estrellas de baja masa cercanas. Al combinar los nuevos datos con los ya obtenidos (más de 700 observaciones a lo largo de 20 años usando 7 telescopios distintos) aparece de forma bastante evidente que la estrella de Barnard se está acercando y alejando de nosotros de forma periódica a unos 1,2 metros por segundo (aproximadamente la velocidad a la que anda una persona), lo que indica que existe un planeta a su alrededor.

El estudio científico, liderado por el astrofísico español Ignasi Ribas (Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña e Instituto de Ciencias del Espacio, CSIC), ha sido publicado este jueves en la prestigiosa revista científica Nature. El planeta, que ha sido designado como ‘estrella de Barnard b’, es el segundo exoplaneta conocido más cercano a la Tierra (el exoplaneta más cercano es Próxima b, también descubierto por la colaboración Red Dots). Los datos indican que necesita 233 días para completar una órbita alrededor de la estrella, moviéndose a sólo 0.4 veces la distancia que separa la Tierra del Sol. Posiblemente se trate de una supertierra.

¿ROCOSO? ¿DE HIELO?

Este tipo de planetas, de los que no tenemos ninguno en el Sistema Solar, tendrían varias masas terrestres, siendo más pequeños que el planeta Neptuno. Se estima que ‘estrella de Barnard b’ tiene una masa de al menos 3.2 veces la masa de la Tierra. Con esa masa no sabemos si sería del tipo rocoso (como la Tierra) o un gigante de hielo (como Neptuno). Es la primera vez que se encuentra una supertierra usando el método de la velocidad radial. Como la estrella anfitriona es una enana roja, a pesar de estar relativamente cerca el exoplaneta estaría cerca de la conocida como ‘línea de nieve’, la región donde el agua y otros compuestos volátiles se condensan en hielo sólido. Se estima que, en caso de no tener atmósfera, la temperatura del exoplaneta ronda los 170 C bajo cero, por lo que sería completamente inhóspito a la vida. Aún así resulta un excelente candidato a ser estudiado con los grandes telescopios de la próxima década.

No obstante aún hay que ser cuidadosos con estos resultados. Los datos son bastante concluyentes, pero no definitivos. El mismo equipo investigador, a pesar de estar convencido al 99% de que el planeta está allí, es prudente al respecto. Van a continuar recogiendo datos para confirmarlo definitivamente, dado que algunas variaciones naturales del brillo de la estrella como manchas estelares o ciclos de actividad también podrían explicar las observaciones, confundiéndose con un planeta. Así funciona el método científico: nada es completamente cierto hasta que no se confirma con más datos y de forma independiente.