Este verano, el 28 de agosto, se cumplirán 73 años de la fatídica tarde de Linares en que Manolete fue mortalmente herido por Islero, un toro del hierro de Miura. A pesar del tiempo transcurrido, todavía viven espectadores que fueron testigos directos de esa corrida de toros. Uno de ellos es Pedro Charriel Vega, quien a pesar de sus 91 años posee una mente muy lúcida y una perfecta memoria. Charriel es capaz de contar la histórica escena que vivió en Linares al detalle.

-¿Cómo fue que estuvo en Linares el 28 de agosto de 1947?

-Nosotros vivíamos en Úbeda y mi padre era muy aficionado a los toros, afición que yo también compartía. Yo tenía 18 años y estaba estudiando el último año de Bachiller. Lo aprobé y como premio prometió llevarme a la feria taurina de Linares, que era la más importante de toda la comarca. Esa tarde, yo, aunque admirador de Pepe Luis Vázquez, estaba muy emocionado por ver a Manolete, que era un auténtico ídolo, pues seguía sus éxitos por la radio. El ambiente fuera de la plaza era enorme. Cuando los toreros hicieron el paseíllo no cabía un alfiler en los tendidos. Los tres toreros (Gitanillo de Triana, Manolete y Luis Miguel Dominguín) saludaron montera en mano tras hacer el despeje. Manolete no estuvo bien en su primer toro y la gente le protestó. En su segundo, quiso enmendar la plana, y aunque el animal no era claro en sus embestidas, estuvo muy valiente y se ganó a la gente. Al entrar a matar, por hacerlo por derecho, el toro le empitonó y lo arrojó a la arena.

-Serían momentos de mucha angustia.

-Muchísima, pues desde el tendido vimos inmediatamente que la cornada era muy grave. La plaza quedó en silencio. Las asistencias cogieron a Manolete y lo llevaron a una zona de la plaza buscando la entrada a la enfermería, pero se equivocaron y tuvieron que atravesar el ruedo de un lado a otro. Me acuerdo perfectamente.

-¿Pudo Manolete haber evitado la cornada?

- Quizás sí, de no haber tenido ese pundonor y vergüenza torera. El toro llegó descompuesto a la muleta. Manolete lo toreó muy bien con la derecha en medio de los olés. El toro era peligroso. Al embestir humillaba, pero al salir del pase echaba la cara arriba. Manolete terminó la faena con unas ajustadas manoletinas. Cuando montó la espada se tiró arriba y el toro lo enganchó por la ingle y lo zarandeó cayendo de cabeza. Fue impresionante.

-Ese momento sería la comidilla en el tendido...

-Efectivamente. Todos estábamos pendientes de las noticias que llegaban de la enfermería, a donde le llevaron las dos orejas y el rabo del toro. Allí lo operó el doctor Fernando Garrido, que era el cirujano jefe de la enfermería. Le ayudó también Julio Corzo, un médico de Úbeda que estaba de espectador. Cuando salimos de la plaza no se hablaba de otra cosa.

-¿Cuándo se enteró de que la cornada fue mortal?

- Al día siguiente, por la radio. En los bares, en el mercado y en los corrillos de la plaza del pueblo todo el mundo lo comentaba. Fue tremendo. Yo guardé la entrada y la conservo aún.

-Y usted a los pocos días se vino para Córdoba...

-La corrida fue a finales de agosto y yo comenzaba a estudiar Veterinaria en Córdoba. Mi padre quería que yo entrara en un banco, pero un tío mío que era sacerdote le convenció para que viniera a estudiar Veterinaria. Así que me vine a esta ciudad, donde vivo actualmente. A los pocos años de terminar la carrera me pasé al cuerpo veterinario militar y me jubilé en Caballerizas Reales con el grado de teniente coronel.

-Cuando vino a Córdoba, ¿qué ambiente encontró en torno a la figura y muerte de Manolete ?

-Fue un golpe muy fuerte para los cordobeses, igual que para el mundo taurino en general. Aquí me sorprendió mucho la veneración y el respeto que se sentía por Manolete. Entrabas en cualquier bar, tienda, etc... y todo el mundo lo comentaba. Fui varias veces a los toros a Los Tejares y en los tendidos los aficionados lamentaban el triste desenlace. También me acerqué a su casa para contemplarla. Hoy veo con satisfacción que la memoria de Manolete está presente en la ciudad gracias a los monumentos de Santa Marina y la Lagunilla y en una amplia avenida que le dedicó el Ayuntamiento. Me alegré mucho de que en 2017 se le nombrara hijo predilecto. Fue un justo reconocimiento.