Hay cosas en Córdoba que carecen de fundamento y resultan inexplicables. Podíamos traer a colación infinidad de ejemplos, pero como este año se conmemora el centenario del nacimiento de Manolete nos vamos a referir estrictamente a su casa-palacete de avenida de Cervantes, que vamos a visitar por dentro recorriendo todas sus dependencias tal como estaban cuando desaparece Manolete, y lo haremos con reportajes fotográficos de Ladis fechados en 1959 y otro posterior en 1972.

Pero bueno será trazar una línea para conocer cómo recala Manolete en esta casa. Su madre, Angustias Sánchez, llega a nuestra ciudad con cinco años. Su padre, que era empleado del ferrocarril, es trasladado a Córdoba y se viene con toda la familia. Así pues, su infancia transcurre entre nosotros considerándose una cordobesa más. El 25 de marzo de 1903 se casa con el matador de toros Rafael Molina Martínez Lagartijo Chico, hijo del gran subalterno Juan Molina, hermano de Rafael Molina Lagartijo, primer Califa del Toreo, que había fallecido tres años antes.

El matrimonio tiene tres hijos, dos hembras, Dolores y Angustias, y un varón que fallece con poca edad al beber lejía. El 8 de abril de 1910 Angustias queda viuda. El 3 de noviembre de 1912 contrae nuevo matrimonio con otro matador de toros, Manuel Rodríguez Manolete. El enlace tiene lugar en la iglesia de Alcolea porque la pareja quería huir de la cencerrada que, como era costumbre y tradición, se dedicaba a la pareja cuando uno de los contrayentes era viudo/a. De este matrimonio nacen cuatro hijos: tres hembras, Teresa, Ángela y Soledad, y un varón, Manuel Rodríguez Sánchez Manolete, que llegaría a ser lo más grande en el mundo del toro.

La familia vivía en la calle Conde de Torres Cabrera, 2, y ahí nace Manolete el 4 de julio de 1917, siendo bautizado en la iglesia de San Miguel. Al quedar Angustias viuda nuevamente, y con los problemas económicos que tenía para sacar a su familia adelante, en 1922 decide trasladarse a la casa que tenía, de su primer matrimonio, en la plaza de La Lagunilla. En esta plaza empedrada entrenaba Manolete jugando al toro con amigos de su infancia.

1942, año de la compra

En pleno apogeo de su carrera, 1942, el colosal torero le compra el chalet-palacete a Rafael Cruz-Conde, su segundo propietario. Esta casa fue construida en 1890 por el periodista y escritor Ortega y Munilla, padre del filósofo Ortega y Gasset, que pasó en ella gran parte de su niñez. Cuando la adquiere Manolete, encarga su restauración al arquitecto Carlos Sáenz de Santamaría y enseguida se traslada allí con su madre y hermanas. La verdad es que el torero vivió poco tiempo en ella debido a sus constantes viajes. En plena temporada por sus compromisos profesionales y terminada la campaña porque solía pasar largas temporadas en diferentes ganaderías entrenando. Angustias habita en esta casa (que está protegida actualmente por el Plan General), hasta su fallecimiento el 10 de noviembre de 1980, con 99 años de edad.

Como es sabido, Manolete regresa por última vez a su casa en la madrugada del 29 de agosto de 1947, tras fallecer en Linares, montándose en el salón central la capilla ardiente. De allí salió para la iglesia de San Nicolás, donde se oficiaron las honras fúnebres antes de su traslado definitivo al cementerio de Nuestra Señora de la Salud.

Al fallecer Angustias, la familia mantuvo esta mansión, hasta el 2006 que la vendió a la promotora Marin Hilinger, (aunque parece ser, según se comentó en los corrillos taurinos, que los toreros Enrique Ponce y José Tomás mostraron interés por ella) y que a su desaparición por liquidación ha sido adquirida por el cordobés Antonio Carrillo, que la está restaurando con el fin de alquilarla. Al principio se barajó la idea de hacer un hotel, pero no dispone de espacio suficiente para ello.

El contenido

Lo lamentable, y es lo que comentaba al principio de este escrito, es no saber qué ha sido de todo el contenido del chalet: muebles, lámparas, ropa de Manolete y otros objetos personales del gran torero. Y menos mal que la familia tomó la decisión de donar al Ayuntamiento de la ciudad el despacho de Manolete. Por lo menos eso se ha salvado -creemos- porque durante muchos años estuvo expuesto en el Museo Taurino pero tras la remodelación ha desaparecido de la vista de los visitantes, al igual que ha sucedido con numerosos objetos del propio Manolete y de los otros cuatro califas.

En su día, crear en ella un museo taurino preservando todo lo de Manolete hubiera sido una opción perfecta. Otro atractivo más de Córdoba. Estoy convencido de que en otra ciudad no se hubiera dejado morir una joya como esta. Pero nosotros somos como somos.