No lo puede resistir. La envidia es superior a sus fuerzas. Ver lo que han alcanzado sus tertulianos del Ateneo y comparando lo que él ha conseguido le corroe las entrañas. Ortega, sólo tres años más joven que él, es catedrático de Metafísica de la Universidad Central desde 1910. Sánchez Albornoz, 13 años más joven que él, ya es catedrático de Historia. Salvador de Madariaga, tan sólo 6 años más joven, ya tiene plaza oficial como representante de España en la Sociedad de Naciones. Gregorio Marañón, casi a la misma edad que él, ya es catedrático de la Universidad, Director del Hospital San Carlos y, lo que más le duele, es que le nombren presidente del Ateneo, estando él allí que conocía la Docta Casa mejor que nadie… Y Alcalá Zamora, su viejo compañero como pasante en el despacho Díaz Cobeña, había sido ya hasta Ministro de Fomento, con 7 años menos.

Bien, pues metidos todos esos casos, y otros más que podrían enumerarse, en una batidora y dándole vueltas en la soledad de la noche va naciendo en su difícil espíritu el resentimiento. Porque se da cuenta que él sólo ha conseguido públicamente ser «auxiliar tercero de la Dirección General de los Registros y del Notariado», y en lo literario director de una revista que paga un amigo y se distribuye sólo en algunas librerías de Madrid (donde se ha atrevido a publicar como folletón los capítulos que va escribiendo de El jardín de los frailes, que no se publicaría hasta 1927). No soporta que gentes, que según él, valen menos que él, le estén superando en todos los terrenos… y entonces no lo duda más y toma dos decisiones fundamentales para su vida: Primero casarse, cosa que hace con Dolores Rivas Cherif, hermana de su ya amigo Cipriano, que a partir de ese momento se transformarían en una especie de guardianes de ‘Don Manuel’, pues si la señora le atendía todo en casa, el cuñado le acompañaba a donde quiera que fuese, acto político, paseos camperos, restaurantes, hoteles o viajes (de ahí que entre los conocidos se comentase que Azaña se había casado con dos hermanos). La segunda es arrojarse al mundo de la política y como la política está en manos del dictador Primo de Rivera, al General se enfrenta y contra él escribe (y ya de paso contra el Rey y la Monarquía) su primera Apelación a la República, aunque para entonces ya se ha acercado a los socialistas Fernando de los Ríos y Julián Besteiro (para más inri, los dos también catedráticos) y comienza su labor de aproximación y unión de los grupúsculos republicanos que ya están surgiendo por todas partes.

Miguel Ángel Domenech recoge en uno de sus libros este párrafo de Apelación a la República:

«Por ello, hay que recordar que la forma política republicana implica el establecimiento de mecanismos e instituciones de manera que el fundamento de la democracia no quede limitado a la simple forma de democracia representativa, ni que el ejercicio de la responsabilidad política de los ciudadanos gravite únicamente en el voto, y en la delegación de poder en representantes surgidos del sufragio. Las insuficiencias de la democracia representativa han sido de hecho denunciadas por la desafección de los ciudadanos hacia una política delegada en unos pocos. Elegir a los que han de gobernar no es enteramente gobernar. Consentir, asentir y elegir no es autogobierno. Lo es participar en la formación de las decisiones, en la toma de ellas y en su ejecución. Una constitución republicana debe contemplar formas de democracia participativa, deliberativa, popular y mandatada. Al efecto deberían contemplase instituciones tales como la revocación de cargos, la brevedad y la rotación frecuente de los mandatos, la preferencia por la forma colegiada de gobierno en ejecutivos, el funcionamiento frecuente y accesible de la iniciativa popular y los referéndum, la introducción de algunas formas de mandato imperativo, la introducción del procedimiento de sorteo en la designación de algunas magistraturas públicas, las prohibiciones y limitaciones a la acumulación de cargos públicos, la rendición de cuentas después del mandato ante órganos ciudadanos independientes, la extensión de la incompatibilidad e inelegibilidad para del desempeño de funciones públicas de aquellos que estén ligados de una manera privilegiada a actividades e intereses privados, el estudio de la incompatibilidad de un grado de renta y forma de vida suntuosa y excesiva, de manifiesta desigualdad, para el desempeño cívico y virtuoso de funciones públicas».

El 11 de febrero de 1926 se reúnen para recordar la llegada de la Primera República: el Partido Republicano Radical, de Alejandro Lerroux; el Partido Republicano Federal, formado por siete amigos y sin militancia; el Grupo de Acción Republicana, de Azaña, con hombres como Jiménez de Asúa y Pérez de Ayala a su lado y el Partido Republicá Catalá, de Marcelino Domingo y Lluis Companys. Ese mismo día hicieron público un Manifiesto, ya firmado como Alianza Republicana en el que se pedían abiertamente «unas Cortes Constituyentes elegidas por sufragio universal, en las cuales lucharemos por la proclamación del régimen republicano». Manifiesto al que rápidamente se sumaron Vicente Blasco Ibáñez, Miguel de Unamuno, Antonio Machado, ‘Azorín’, Luis Bello y muchos catedráticos de las Universidades de toda España. En el mismo se señalaban algunos de los objetivos de los republicanos:

«El régimen de excepción, fuera de la ley constitutiva del Estado, a que ha sido y viene siendo sometida España, señala a cuantos hombres y a cuantas fuerzas políticas tengan conciencia de su responsabilidad un deber inexcusable, y les exige cumplirlo en toda su plenitud. (...) ¿Qué obra de gobierno consideramos como fundamental y mínima? Primero: El restablecimiento de la legalidad por la convocatoria de unas Cortes Constituyentes... Segundo: Una ordenación federativa del Estado, reconociendo la existencia de diferentes personalidades peninsulares. Tercero: Solución inmediata del problema de Marruecos. Cuarto: Nivelación del presupuesto, transformando totalmente el tipo y la especie de los impuestos, y la aplicación y volumen de los gastos. Quinto: Creación de la cantidad de escuelas indispensables para resolver de una vez y sumariamente el problema de la enseñanza primaria. Sexto: Supresión de censos y foros... Séptimo: Preparación adecuada del Estado para todas aquellas intervenciones y facilidades a la asociación de elementos productores, para todas aquellas iniciativas por cuya colaboración ambas fuerzas, el Estado y la Sociedad, hagan leal y prácticamente posible la realización del programa mínimo de las actuales aspiraciones del proletariado. (...) Nos hemos unido y prometemos solemnemente no separarnos hasta que la obra señalada se cumpla en su totalidad».

En la Junta Provisional de dirección ocupó ya lugar destacado Manuel Azaña.