qué es para ti el campo?

-La libertad.

Es Alexandra, la niña de once años cuyas zapatillas se iluminan con una luz parpadeante de colorines, lo único visible en el camino rural entre Carcanières y Quérigut. No hay farolas que lo iluminen, pero aún así Alexandra corre en plena noche mientras su abuela Marie Jo y su hermano Antoine nos explican lo emocionante que será ver los fuegos artificiales desde la colina. Es la víspera del día nacional de Francia, queda una hora para la medianoche y la ladera ya está inundada de chiquillos que revolotean sin la supervisión de nadie.

Alexandra vuelve con nosotros cinco minutos antes de las doce, exhausta, y se recuesta en el regazo de su abuela para contemplar su momento favorito del verano.

Carcanières es especial.

Más bien sus habitantes.

Llevábamos 80 kilómetros de etapa, con el Col de Jou y sus 23 kilómetros de ascensión, con la lluvia en Roquefort de Sault que nos fastidió el picnic, con el suave pero inesperado Col du Garaveil y, finalmente, con los tres interminables kilómetros de muro para alcanzar Carcanières. El pueblo es un idílico mirador a la montaña donde sus habitantes, la mayoría jubilados, juegan plácidamente a la petanca. Solo un inconveniente.

-Aquí no hay camping.

No teníamos ni fuerzas ni día para seguir. Fue entonces cuando entre el grupo, que había detenido su partida para aplaudirnos al vernos llegar en bici, surgió Marie Jo.

-Podéis acampar en mi jardín.

Ni el mejor de los campings podía superar aquella parcela. No había ducha, pero sí un tiramisú preparado por Antoine, vino, tapas, una pequeña fiesta, el paseo nocturno y un despertar con café, tostadas y mermelada casera en la cocina de los Berlhe, aún con legañas en los ojos.

El viaje pudo acabar ahí.

La familia Berlhe, en Carcanières, Francia, la tarde del 13 de julio del 2016. Foto: JOSÉ JUAN LUQUE