Una de las leyendas más populares de nuestra ciudad es la que nos habla del misterioso lago que habría debajo de la céntrica Plaza de las Tendillas. Algunos lo han llegado a describir como una fabulosa gruta encantada, similar a las Cuevas del Drach de Mallorca. Y aunque los más escépticos pensaban que se trataba de un simple cuento para niños, en los últimos tiempos se ha demostrado que, como toda leyenda, posee algo de verdad.

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El relato se popularizó en 1981, cuando el periodista Sebastián Cuevas se propuso demostrar la existencia de un estanque subterráneo sobre el que se venía especulando desde principios de siglo. Junto al historiador Manuel Salcines, el académico Manuel Ocaña y el entonces gerente de la Empresa Municipal de Aguas, Juan Chastang, Cuevas logró descender hasta el sótano de una casa de la calle Juan de Mena, constatando que allí se hallaba la entrada a un acuífero de gran tamaño. A partir de entonces, el periodista y sus colaboradores comenzaron a divulgar en la prensa local sus descubrimientos, asegurando que el agua que inundaba los subterráneos de aquel domicilio particular provenía de «una cueva de estalactitas y estalagmitas, con un lago de aguas puras, claras y transparentes, provenientes de la Sierra». La revelación levantó un gran revuelo, pero al no existir ni una sola foto que la cotejara, pronto quedó en el olvido.

Una década después, un equipo de Procono TV -casa a la que quien suscribe estas líneas guarda gran cariño- consiguió permiso para grabar imágenes de ese sótano que supuestamente desembocaba en el lago. Por primera vez, los cordobeses pudieron comprobar con sus propios ojos que en los bajos de la casa de la calle Juan de Mena había una pequeña poza, desde la que partía un largo y estrecho sifón. Ahora quedaba lo más difícil, atravesar ese angosto canal para alcanzar, al final del mismo, la misteriosa gruta de las estalactitas y las estalagmitas. Para ello se pidió ayuda al Grupo de Espeleología de Córdoba, pensando que los buzos más experimentados de la ciudad serían los únicos capaces de lograrlo. Pero ni siquiera ellos, con sus equipos profesionales, pudieron atravesar el sifón, que se encontraba obstruido por los restos de un derrumbe ocurrido tiempo atrás. La sugerente posibilidad de descubrir una cueva encantada bajo la estatua del Gran Capitán se iba diluyendo poco a poco.

En 2010 se le dio una nueva vuelta de tuerca al enigma. El entonces oficial del área de Cultura de la Diputación provincial, Rafael González, resucitaba el interés por el tema afirmando que él había estado en el mítico acuífero, y que incluso lo había recorrido a bordo de una barca. Según su testimonio, descendió al mismo utilizando un acceso que se encontraría en el antiguo palacete situado en el número tres de la Plaza de las Tendillas, perteneciente a los condes de Colomera. A finales de 2016, el emblemático edificio fue vendido para ser convertido en un lujoso hotel de cuatro estrellas. Y durante las obras de reforma, hace solo unos meses, los operarios encontraron los restos de una antigua noria. Para que esta instalación hidráulica tuviera sentido debía recoger el líquido elemento de algún sitio, por lo que supone una prueba más de que debajo de las Tendillas hay agua.

Como demuestro con todo detalle en mi libro Enigmas y Misterios de Córdoba (Almuzara, 2015), la existencia de una gran masa acuática bajo la Plaza de las Tendillas es innegable. Eso lo sabían hasta los romanos, que eligieron el emplazamiento de la colonia patricia en función de la misma. Aparte de los numerosos testimonios, más o menos adornados, y las variadas pruebas arqueológicas, no hay más que acercarse a cualquiera de los negocios de la plaza y preguntar a los propietarios por los frecuentes problemas de humedades que sufren. Sin embargo, que su aspecto recuerde a las mallorquinas Cuevas del Drach parece inverosímil, ya que según los expertos, las estalactitas y las estalagmitas sólo aparecen en tipos de suelo más rocosos que el cordobés.

Es posible que en el pasado se pudiera descender hasta esta mítica cavidad desde distintos accesos, pero en la actualidad todos están obstruidos, bien por causas naturales o por la cimentación de los edificios. Es probable que nunca lleguemos a ver ese imaginado lago encantado de las Tendillas. Aunque quizás sea mejor, así no nos desencantamos.

(*) El autor es escritor y director de «Córdoba Misteriosa». Puede seguir su trabajo en www.josemanuelmorales.net