No crean que que me refiero a la trilogía de novelas de ciencia-ficción escrita por Suzanne Collins, que ha sido llevada al cine, dirigida por Gary Ross y protagonizada por Jennifer Lawrence. Aunque el hambre, desde luego, está presente en ella. Como lo está hoy en esta página que, siendo gastronómica, podría parecer lo más opuesto al tema. El hambre es la gana y la necesidad de comer.

Nuestra historia y nuestra literatura siempre se han hecho eco de este instinto humano, fundamental para la supervivencia de la especie. Según el refranero «No hay mayor tiranía que la que nos obliga a comer tres veces al día» y «Hambre que espera hartura, no es hambre ninguna». En la civilizada y organizada sociedad del primer mundo, en el que afortunadamente vivimos, siempre mejorable, hay ciertos recursos para paliar el hambre con mayúsculas, por eso nos resulta tan interesante ver a personajes famosos experimentando sus efectos.

Me refiero a Supervivientes, ese programa-concurso de Telecinco, grabado en Honduras, que nadie confiesa ver, pero que en la gala del jueves pasado tuvo un 36% de audiencia.

Los concursantes, al principio -el concurso dura tres meses- se muestran enteros, dignos y animosos, pero después de dos o tres semanas comiendo coco -hay que ver lo dificilísimo que es pelar y partir un coco- el poco pescado crudo que pescan y raciones exiguas de arroz con lentejas calentadas al sol, porque no saben encender el fuego, centran todos sus debates en comer y descomer, como diría El Buscón, pues tras semejante dieta, no cabe más posibilidad que experimentar transtornos intestinales.

Cuentan los garbanzos de una lata para repartirlos equitativamente, discuten durante horas si es conveniente comerse entre seis personas un mango o guardarlo para el día siguiente.

Y ahora el tema de máximo interés, que nos mantendrá en ascuas hasta el domingo que viene, es averiguar de dónde salió una lata de jamón cocido o de chopped, no lo recuerdo bien, que Isabel Pantoja se comió hace dos semanas.

La cuestión no deja de tener su gracia y es para reflexionarla, porque estos famosos son los mismos que pasan un par de semanas en carísimas clínicas de Marbella especializadas en adelgazamiento. En un ambiente lujoso y refinado, también los tienen muertos de hambre, para perder cinco o seis kilos. La verdad, me parece mucho más rentable lo de la isla: les pagan a ellos auténticas millonadas y vuelven con veinte o treinta kilos menos.