Si has tenido la oportunidad de estar bajo un cielo completamente oscuro, sin luna, lejos de la nefasta contaminación lumínica de ciudades y pueblos (precisamente la provincia de Córdoba es de los pocos lugares de Europa que cuenta con ellos, tanto en la Sierra Norte como en la Subbética) te habrás maravillado al comprobar lo plagado que está de estrellas. En los cielos oscuros la cantidad de astros es tal que las figuras que se forman uniendo estrellas más o menos brillantes (las constelaciones) se difuminan, se pierden entre las miríadas de pequeñas luces de estrellas débiles y distantes. El efecto es más impresionante aún si se mira al plano de la Galaxia (sobre todo en las constelaciones que cruzan el centro galáctico), pues es en plena Vía Láctea donde se encuentra la mayor densidad de estrellas del firmamento. Aún así, las estrellas que vemos en cualquiera de esas noches oscuras representan únicamente una fracción minúscula de todas las estrellas que alberga nuestra Galaxia. En efecto, la Vía Láctea contiene unas 250 mil millones de estrellas, pero a simple vista sólo podemos ver unas 6000. Esto supone un ridículo 0.0000024% del total.

Como, además, no podemos ver la Vía Láctea en su totalidad o desde fuera, precisamente porque estamos dentro de ella, las representaciones de nuestra Galaxia y su comprensión vienen dadas por el estudio y observación de galaxias cercanas de similares características. La Vía Láctea es una galaxia espiral, un disco en el que gas, estrellas y polvo conviven en una estrecha relación. La formación de nuevas estrellas es continua, no muy elevada en la actualidad (de media se crea una estrella como el Sol al año), pero aún así lo suficiente para mantener nebulosas, estrellas masivas y toda una fauna de otros objetos astronómicos.

El Observatorio Europeo Austral (ESO, por sus siglas en inglés) ha publicado recientemente una espectacular imagen de una galaxia espiral parecida a la Vía Láctea. Se trata de NGC 3981, localizada en la constelación austral de Crater (La Taza), a 62 millones de años luz de distancia. Aunque la luz que vemos de este objeto partió poco después de que los dinosaurios desaparecieran de la faz de la Tierra, algo que parece una eternidad bajo los ojos de una vida humana, NGC 3981 está aquí al lado dentro de la gran escala del Cosmos. NGC 3981 está asociada con un grupo modesto de galaxias cuyo miembro principal es la famosa galaxia de Las Antenas (NGC 4038), formando parte a su vez parte del supercúmulo de galaxias de Virgo, del que el propio Grupo Local de galaxias (donde está la Vía Láctea) y el famoso cúmulo de galaxias de Virgo también se encuentran.

La galaxia espiral NGC 3981 fue descubierta en febrero de 1785 por el famoso astrónomo inglés Sir William Herschel. Y, en efecto, este objeto está al alcance de cualquier astrónomo aficionado con un telescopio modesto. Nunca podría haberse imaginado Herschel que la visión de ese objeto nebuloso que aparecía escondido entre las estrellas de Crater era en realidad un universo-isla lejano, que la nueva imagen de ESO revela con gran detalle. Los datos para conseguir esta preciosa toma se consiguieron en mayo de 2018 con el instrumento FORS2, que está instalado en la Unidad de Telescopio 1 (que tiene un espejo primario de 8.2m de tamaño) del complejo VLT («Very Large Telescope», «Telescopio Muy Grande» en inglés), en el Observatorio de Paranal (ESO) en Chile. FORS2 es un instrumento todoterreno, pues permite tanto obtener imágenes de gran calidad como espectroscopía de baja dispersión (el arco iris de la luz, que es lo que de verdad solemos usar los astrofísicos para escudriñar el Universo, pues es de ahí de donde sacamos la valiosa información física como distancia, velocidades o composición química). Como curiosidad, los datos de NGC 3981 se obtuvieron una noche en la que las condiciones atmosféricas en el Observatorio de Paranal no eran buenas para obtener datos científicos de calidad. Así, esta imagen forma parte del programa Joyas Cósmicas de ESO, una iniciativa de divulgación que pretende producir imágenes de objetos interesantes, enigmáticos o visualmente atractivos utilizando telescopios de ESO, con un fin educativo y divulgativo. En cualquier caso, los datos también se almacenan en el archivo científico por si pueden ser útiles a futuras observaciones astronómicas.

La calidad de los datos permite distinguir claramente los brazos espirales de NGC 3981, cruzados por líneas de polvo (zonas oscuras en el disco) donde aparecen aquí y allá numerosas regiones de formación estelar (en rojo) y una multitud de estrellas jóvenes y calientes (en azul). Como la galaxia la vemos inclinada aparece un brazo más cercano (el de la izquierda) y otro más lejano (a la derecha), con el centro de NGC 3981 claramente visible. Al igual que ocurre en la Vía Láctea, el centro de NGC 3981 alberga un agujero negro súper-masivo, aunque el de NGC 3981 es mucho más intenso y brillante que el de nuestra Galaxia. Además, la extrema sensibilidad de FORS2 ha permitido distinguir las estructuras espirales que se encuentran en las partes externas de NGC 3981. Algunas de estas estructuras aparecen muy perturbadas, lo que parece indicar que son regiones de la galaxia que han sido expulsadas hacia el espacio intergaláctico por la influencia gravitatoria de otra galaxia en el pasado reciente.

Además de numerosas galaxias lejanas y varias estrellas de la Vía Láctea en primer plano, esta toma de NGC 3981 obtenida por el instrumento FORS2 muestra un asteroide de nuestro Sistema Solar moviéndose en el cielo. Se trata de la línea con tres trazos de colores, azul, verde y rojo, que aparece hacia la parte superior de la imagen. Así es como se detectan esos esquivos y diminutos cuerpos del Sistema Solar: combinado los datos de 3 imágenes obtenidas con tres filtros distintos (azul, verde y rojo) de forma consecutiva.