Y de don Manuel Azaña, «el hombre de la Segunda República», me paso a José Gómez Ortega, Joselito, el torero más grande de la historia de la tauromaquia española… Al que el gran José María de Cossio define en su famosa obra Los Toros como «un banderillero de facultades prodigiosas, con una muleta que imponía condiciones a los ejemplares y un matador fácil por su efectividad. Torero completo de los pies a la cabeza» y al que el crítico de más prestigio de la prensa española, Gregorio Corrochano, le dedicó esta definición: «Joselito fue un monstruo, un genio de la fiesta, el más grande de todos». Tan grande debió ser que cuando murió en la plaza de Talavera de la Reina el Califa cordobés Rafael Guerra Guerrita, (los otros fueron Rafael Molina Lagartijo, Rafael González Machaquito, Manuel Rodríguez Manolete y un quinto, que vive, Manuel Benítez El Cordobés) le envió al hermano del genio, Rafael Gómez El Gallo, el siguiente telegrama: «Impresionadísimo y con verdadero sentimiento te envío mi más sentido pésame. ¡Se acabaron los toros!».

Afortunadamente los toros no se acabaron y otras ilustres figuras completaron y siguen haciendo grande la tauromaquia española (y como recordatorio hay que mencionar algunas de las figuras que surgieron desde aquel fatídico 16 de mayo de 1920: Ricardo Torres Bombita, Ignacio Sánchez Mejías, Marcial Lalanda, Manolete, Luis Miguel Dominguín, Antonio Bienvenida, Antonio Ordoñez, Curro Romero, El Cordobés, José Tomás y muchos más). Según Ortega «nadie puede entender la Historia de España sin el conocimiento del mundo de los toros.Pero, antes de seguir adelante con las cualidades que hicieron de Joselito «el más grande» no hay más remedio que hablar de su biografía personal.

José Gómez Ortega, hijo del matador Fernando Gómez El Gallo y de la bailaora gitana Gabriela Ortega, nació en Gelves (Sevilla), en la Huerta de El Algarrobo el 8 de mayo de 1895 y murió el 16 de mayo de 1920 en la plaza de toros de Talavera de la Reina (Toledo), cuando sólo contaba con 25 años y estaba en la cumbre de los toros. Se dice y se le consideró siempre como un «niño prodigio» del toreo, un genio que ya antes de cumplir los 13 años debutó en Jerez de la Frontera, matando magistralmente seis becerros de Cayetano de la Riva. De inmediato impactó por su estilo, por su capacidad de manejo de las dificultades de la lidia y sobre todo por su capacidad de entender las virtudes o limitaciones de los toros. «Su trayectoria de novillero fue dinámica y meteórica. El 14 de mayo de 1911, por resultar herido Limeño en Écija, tuvo que lidiar seis novillos del hierro de Salas. Su mejor año en 1912, cuando debutó como novillero en Madrid, el 13 de junio, en la plaza de la carretera de Aragón. Era una corrida de toros y dejó pasmados a todos por su competencia lidiadora. Ese mismo año lo hizo en Sevilla, días después, el 23 de junio. En los dos importantes escenarios alcanzó alturas insospechadas, causando sensación. Toma la alternativa en Sevilla con 17 años el 28 de septiembre de 1912 de manos de su hermano Rafael Gómez El Gallo, a quien también llamasen el Divino Calvo. El toro del doctorado se llamó Caballero y pertenecía al hierro de Moreno Santamaría». (Wikipedia).

Ahora me van a permitir un alto en el camino biográfico y que traiga a estas páginas la famosa copla que le dedicó Juanita Reina, con música de los maestros Quintero y León y Quiroga. Tanto el texto y la interpretación de Juanita Reina conmovieron a toda Sevilla y al mundo taurino. La letra de la copla es la que aparece en el recuadro de esta página y la canción puede escucharla el lector pulsando el enlace: https://youtube/cSsHtYFVe8Y.