En definitiva, esta novela es un diagnóstico de qué es la trastienda de la política y cómo funciona la mafia política. En esta historia, una monja desaparece dejando un misterioso mensaje y un colaborador del Papa Francisco encarga a dos agentes de Inteligencia buscarla por cielo y por tierra. Uno de ellos es Remil, el polémico personaje de su anterior novela, El puñal.

Fernández Díaz, como analista político que es, lanza algunas pullas contra Bergoglio, pero no contra su papado, solo de lo que hace secretamente en Argentina cuando juega a la política. Pero también lo alaba cuando habla de los curas villeros, que andan por las zonas más pobres del país luchando contra los narcos, la prostitución y la pobreza. Lleva treinta en el periodismo de trinchera, como él lo llama, pero sus novelas son una batidora conde mezcla realidad y ficción. Piensa que en el financiamiento de los partidos políticos está la clave del resurgir y el germen de esta mafia. Dice que en el Vaticano leen de manera minuciosa sus textos y dice también, irónicamente, que Francisco nunca soñó con ser Papa, sino que soñó con ser Perón en la década de los 60.

A los 19 años era de la llamada Izquierda Nacional que votaba al peronismo. Hoy es el más crítico con el peronismo. No es alto, pero es elegante. Tiene una mirada de haber consumido la vida a cada minuto y una apariencia de dandi exitoso. Amable, de oratoria que destila conforme construye cada frase. Se siente argentino en España y español en Argentina. Arrastra una prosa florida de recursos múltiples que lo han consolidado como un grandísimo escritor. Su obra mezcla realidad y ficción, periodismo y literatura. Es autor, entre otros libros, de Mamá, La logia de Cádiz, Las mujeres más solas del mundo, Te amaré locamente o El puñal. Ha recibido la Medalla de la Hispanidad del Gobierno español, es académico de la Academia de las Letras de Argentina y académico correspondiente de la RAE.

-Comienza su novela describiendo cómo una monja se desnuda y desnuda baja al sótano y arroja sus hábitos a la caldera y, con ellos, “su antigua vida”. Como buen periodista, cuida el arranque de sus libros.

-Sí, sí. Porque cuando un libro me engancha, me engancha en la primera página. Y además me gusta que me creen intriga, misterio, algo que va a tirar de la trama hasta el final. Y esa escena, como verás, es fundamental para toda la historia.

-’La herida’ es un thriller político dentro de una novela policial, donde se cruzan cuatro misteriosas historias de amor.

-Sí. Sin revelar, porque todas esas historias de amor son secretas curiosamente. Así que no puedo revelar sin destruir la trama. He trabajado mucho los personajes femeninos. Me interesa muchísimo la mujer. He sido un cronista político durante 30 años pero también he hecho de cronista sentimental, en el sentido de que he hecho historias de amor de gente común en mis libros. He entrevistado a mi propia madre, que es asturiana. Y todo eso me dio una experiencia emocional y grande. La mujer como personaje literario me parece fascinante, porque la mujer está en un momento de revolución, donde está cambiando su relación con el mundo, con el mundo del trabajo, con el hombre. Y, bueno, por eso te digo que un hombre depredador es peligrosísimo; una mujer depredadora es letal, porque la mujer tiene la inteligencia emocional. Yo he creado una serie de personajes. La monja es uno de ellos. Beatriz Bella, una operadora política, es otra. Y después, una actriz, la diva. Hay una serie de personajes secundarios, mujeres que las he trabajado muy minuciosamente.

-Recupera a su agente Remil, a quien un colaborador del Papa Francisco le encarga investigar la desaparición de la monja con la que arranca la novela.

-Así es. Hay un vínculo ahora nuevo entre la Argentina y el Vaticano, que antes no existía, muy claramente. El Papa es argentino. En este caso, tengo algunas críticas de Bergoglio pero no a nivel de con su papado y lo que se ve a nivel mundial, sino lo que hace secretamente en la Argentina, que juega a la política. Yo soy un analista político, lo he criticado varias veces. Lo que no puedo criticar, de ninguna manera, es lo que creó en las zonas más pobres de la Argentina, y es una red de curas, los llamados curas villeros. Estos curas son legionarios que van con la fe a luchar contra los narcos, contra la prostitución de la plata, la prostitución al pobre, y realmente son héroes a quienes he visto, entrevistado, los conozco personalmente. La monja es un personaje surgido absolutamente de esa realidad. Yo te puedo asegurar que la monja no existió, porque es un personaje de ficción, pero es la radiografía de todo lo que aparece en La herida. O ya tengo un expediente, o me lo contaron, o lo vi personalmente. No lo hice de una manera en clave, sino con todo lo que conocía, con treinta años de periodismo en la trinchera, con todo eso que en periodismo no puede entrar, porque no puedes probar muchas cosas. Yo realmente lo he metido todo en una batidora y he construido los hechos y los personajes.

-Paralelamente a esta historia, una operadora política es controlada por el gobernador de un feudo de la Patagonia para mejorar su imagen en las próximas elecciones.

-Sí. Ahí lo que quise mostrar es una mujer terriblemente inteligente, una gran operadora política. Lo que quise mostrar es cómo funcionan las nuevas técnicas de la teatralización de la política, de construcción de hegemonías. Cómo le crean un pasado heroico que no tuvo y crean una épica, dividen a la sociedad en dos. Sobre esa épica hacen una campaña que hace cambiar su imagen, lo hacen trabajar sobre un guión, compran a una parte de la oposición, vigilan a los jueces, a los jueces que se portan bien los ascienden, a los que se portan mal los hunden. Y cultivan, sobre todo, los servicios de inteligencia para vetar dossiers, para vetar gente, para vigilar gente. Eso es algo que no creo que sea privativo de la Argentina, sino que es una tendencia.

-Esta subcultura del entramado mafioso, dice que, hace veinte años, era colateral pero hoy es central. ¿Argentina va hacia donde ya llegó México?

-Bueno, hay un gran peligro con la droga. Sí, sí. Hay un gran peligro. No sé si vamos a saber detenernos a tiempo, sobre todo porque hubo unos 12 o 14 años donde se miró para otro lado. Oficialmente no existía el narcotráfico. Y estaba entrando apoderándose de un montón de cosas. Así que me parece que va a ser difícil deshacernos de esto. Todavía no somos un país productor de cocaína, sí productora de paco (pasta base), que es la droga de los pobres. Espero que no lleguemos nunca a México, pero aun así la mafia política está formada de otra cosa. Muchas veces los policías les cobran, a los narcotraficantes, comisiones por mirar para otro lado. Y muchas veces, parte de esa comisión sube al político para su política. Pero hay otras formas de corrupción. O sea, que las mafias, con o sin narcotráfico, las mafias políticas funcionan.

-Como ha dicho, usted ha sido crítico también con muchas políticas del Papa Francisco que le han acarreado algunos dolores de cabeza. Pero también elogia su lucha contra los narcos.

-Nunca tuve dolor de cabeza. Sería exagerado si dijera eso. No, no. Sé que ellos en el Vaticano leen minuciosamente los textos que yo escribo. Lo que pasa es que yo soy un analista político de los domingos. Y si ellos se meten en política, entonces intensamente caen en la mirada de los articulistas políticos. Cuando yo les critico por algo que hacen, proceden hábilmente y dicen nosotros somos pastores. Son pastores, pero participan decididamente. Es totalmente desconocido para el mundo. Eso para el patio de atrás. Y yo siempre digo irónicamente que Francisco nunca soñó con ser Papa, soñó con ser Perón en la década de los 60. Y todavía le gusta mucho, mucho, la política de su país. No tiene una enorme gravedad, pero sucede. En esta novela no se denuncia eso. Para nada. Te diría que esta novela reafirma la heroicidad de las personas y lo que les pasa a las personas que Bergoglio puso en la miseria, para confortar a la gente que vive allí.

-Sí condena la situación de su país. Para usted, 24 años de peronismo solo han permitido la proliferación de la pobreza. “Hasta han traicionado al primer Perón”, dice.

-Está claro que a los 19 años yo era de la llamada Izquierda Nacional que apoyaba al peronismo porque el peronismo era el proletariado y, bueno, por una serie de cosas, éramos trotskistas, una serie de trotskistas nacionalistas, cosa rara, y he votado al peronismo muchas veces. Primero, por convicción y estupidez. Luché todo el tiempo contra esa idiotez propia. Y después, por resignación. Hasta que el peronismo se convirtió en un solo partido, el partido hegemónico de la Argentina, que gobierna y que, cuando no gobierna, no deja gobernar. Bueno, ese es el partido que nos iba a sacar de la pobreza. Trabajó creando pobreza y que los pobres dependan de él. Creo que soy una de las personas más críticas del peronismo que hay en la Argentina. Eso sí me trae de vez en cuando dolores de cabeza [sonríe].

-En Argentina nada más salir vendió 80.000 copias de ‘La herida’, en un país donde un ‘bestseller’ se cuenta a partir de los 2.000 ejemplares.

-Bueno, nos ha sorprendido a todos. Yo salí el mismo día que Braun, que es como estrenar tu película al lado de La guerra de las galaxias más o menos. La gente volvía a comprar El puñal. Entonces, los dos libros subieron en el ranking de ventas. Es la primera vez en la Historia que hay, pongámoslo así, un detective, un personaje de la novela negra, que es un fenómeno editorial en la Argentina. Es la primera vez.

-Sus novelas están basadas en expedientes que ha leído porque necesita el sabor de la realidad. ¿A partir de qué momento empieza a ficcionar?

-Todo lo que vos leés ahí es ficción. Ahora, muchas veces solo con la ficción se puede contar la realidad. Esta es la gran paradoja. Solo haciendo ficción se puede contar la verdad. Eso es lo que buscan estas novelas. Nunca transcribo cosas directas de la realidad. No me interesan historias verídicas, porque si no las haría del periodismo. Y si no las pudiera probar, no las haría. Pero siempre que veo algo que no se puede contar en la realidad, busco un equivalente ficcional a eso. Un día me llamaron y me dijeron hay un club de fútbol que lo compró un cartel de la droga y a los jugadores de fútbol los llevaron de fiesta a todos juntos a Las Vegas con putas a jugar y qué sé yo. Pero no lo puedo probar. Y no se pudo probar nunca. Hasta ahora. Pues yo lo introduzco en La herida.

-Remil, como usted, es huérfano. Sus lectoras se enamoran de él y los lectores se tomarían una copa con él. ¿Hay mucho de él en usted?

-(Ríe). No, no. No. No es que las mujeres se enamoren de mí. En ese sentido, no. Qué tengo yo que ver con Remil, nada. Remil es un agente capaz de matar, de torturar, de cualquier cosa. Sin embargo, no es cierto. Nadie escribe finalmente sobre lo que no es. Por supuesto, yo no soy ese canalla, pero llevo ese canalla dentro. Ese canalla que llevamos y que, por suerte, no dejamos salir. Ese que mataría, ese que tiene como arrebatos que, por supuesto, los reprimimos gracias a dios. Déjame decirte que la novela me parece que yo la planteé como una cacería. Él es un cazador que atraviesa una jungla de asfalto, la que describe, y va buscando una presa. Creo en verdad que toda la novelística policial es eso, es una novelística de la cacería. Y si es una buena novela, en general, describe la sociedad.

-Eres argentino de padres españoles.

-Yo me siento muy español en la Argentina y muy argentino en España. Todavía mi cultura española es muy grande. De hecho, me condecoró el Rey y el Gobierno de España por los vínculos, por la cultura española. Estoy muy ligado a España, sí.