Confieso que cierro esta miniserie sobre Picasso sin saber exactamente como murió (y no en lo físico, que según el certificado médico murió de «paro cardiaco»). Pero ninguno de sus biógrafos habla de su muerte espiritual. ¿Murió cómo el ateo que fue en su vida o a última hora pidió la presencia de un sacerdote para morir como cristiano? (Como dicen que le sucedió a Pío Baroja, que quiso morir como cristiano «por si acaso» era verdad que había otra vida después de la muerte). Sí se sabe que en esos momentos finales sólo estuvieron presentes Jacqueline, la última mujer, y su primer hijo, Paulo, el hijo de Olga, la primera mujer… y se sabe que Jacqueline hasta les prohibió la entrada a sus otros hijos, Maya, Claudio y Paloma, ni a su nieto Pablito. Fue algo que nunca le perdonaron los herederos y menos cuando el nieto Pablito se suicidó, del disgusto, al día siguiente del entierro bebiéndose un litro de lejía. (Hay que aclarar que el niño, aunque en el momento de la muerte ya tenía 24 años, había tenido una infancia desgarrada. Primero por las desavenencias permanentes de su padre con su abuelo a causa de la bebida, el alcohol le llevaría a la postre a la muerte con 54 años. En ese ambiente no sorprende que Pablito cayera en la droga y desde muy joven ya era un politoxicómano depresivo. Esa muerte dio lugar a que su hermana Marina odiara a su abuelo después de muerto y escribiera siempre contra él). Ahora vayamos con los hijos:

Picasso tuvo 4 hijos. El primero, Paulo, fue fruto de su matrimonio con la rusa Olga Klochkova y nació en 1921, cuando el genio ya tenía 42 años. Fue un hombre triste desde muy joven, quizás porque nunca entendió a su padre ni la vida que llevaba y eso le arrojó enseguida al alcohol y por ello le maltrataba el padre. Al final lo tuvo de chófer y de chico de los recados. Se casó dos veces, porque la primera mujer no le gustaba al genio y le obligó a divorciarse de ella, y le obligó a casarse de segundas, de la que tuvo otro hijo, Bernard. Paulo fue el único al que Jacqueline dejó estar presente en el momento de la muerte del padre.

La segunda hija fue María de la Concepción Picasso, a quien todos llamaron siempre ‘Maya’, fue fruto de sus amoríos con María Teresa Walter. Nació en 1943 y fue una de las que más veces pintó el genio.

El tercero fue Claudio Pablo Picasso y nació en 1947. Primer hijo con Françoise Gilot. De mayor se hizo fotógrafo, cineasta, artista, diseñador gráfico y empresario.

La cuarta, Paloma Picasso Gilot fue la segunda que tuvo con Françoise. Nació en 1949 y de pequeña fue el ojito derecho del genio. Sin embargo, todo se torció cuando Françoise, la madre de ambos abandonó a Picasso, porque el pintor se enfadó tanto (¡Era la primera mujer que le abandonaba!), que les declaró la guerra y no quiso verlos más ni a la madre ni a los hijos. Tanto que para que los reconociera y les diera sus apellidos Françoise tuvo que iniciar un largo pleito judicial.

Después vendrían los nietos y al final una familia enfrentada y desavenida.

Y llegó la hora de la herencia, una herencia ENVENENADA como se demostró enseguida. Porque Picasso murió sin hacer testamento y nadie sabía realmente los bienes de su propiedad, entre cuadros propios y ajenos, casas, acciones, cerámicas, esculturas y metálico. Así que antes de hacer nada hubo que designar una comisión para que antes del reparto concretase el valor de la inmensa fortuna.

Cuatro años le fueron necesarios a la justicia para poner de acuerdo a los herederos. Las obras del pintor, que constituyen el lote esencial de la herencia, fueron divididas en partes iguales que se repartirían por sorteo ante los tres notarios encargados de concluir la sucesión. Según los derechos de cada cual, los herederos recibirían las sumas siguientes: la viuda del pintor, 240 millones de francos; cien millones, cada uno de los tres hijos naturales y los dos nietos se repartirían 602 millones.

Cuando el artista murió a los 92 años dejó una cantidad apabullante de obras: en total más de 45.000. Más un elevado número de libros ilustrados, planchas de grabado y tapices y además los dos castillos y otras tres casas. Se sabe que al morir tenía 4 millones de euros en efectivo y entorno a 1 millón en euros en oro. En 1980 se estimó que el patrimonio del pintor alcanzaba varios miles de millones.

El patrimonio artístico, la parte más estimable de la herencia, estaba constituido por unos 30.000 grabados, planchas, tapicerías y otras pruebas, más 1.885 cuadros, cerca de 7.000 dibujos, 1.200 esculturas y 3.222 cerámicas.

Los bienes inmobiliarios dejados por Picasso no fueron excesivos porque no le gustaba invertir en la medida que hubiese podido hacerlo: no obstante, los herederos se repartieron un castillo en Boisp-eloup, otro en Montpeyroux, un chalet en Cannes llamado California, el castillo de Vauvenargues, al lado de Aix en Provence, con mil hectáreas de bosques y la casa en la que vivió desde 1961 hasta que murió, en Mougins, llamada Nuestra Señora de Vida More. El Estado francés también se convirtió en un heredero fabuloso.

Y así se llegó a la hora del reparto entre los seis herederos (porque el nieto Pablito, otro de los herederos, ya se había suicidado) que acreditaron tener la documentación en regla, más uno que les sobrevino y que al final se llevaría el 30%: el Estado francés, que tuvo que cobrar los impuestos de la sucesión en obras de arte y ni así se ponían de acuerdo, hasta que tras un año de discusiones llegaron a la formula de Lotes. Entre los seis hicieron 6 lotes con obras, cerámicas o grabados que se compensaban entre sí para que cada uno de los lotes tuviera más o menos el mismo valor. Todavía, y ni así se ponían de acuerdo en el orden de elección, tuvieron que hacerlo por sorteo puro y duro. En cualquier caso, lo que quedó claro es que ninguno de los herederos iba a pasar el hambre y las necesidades que el genio sufrió en los comienzo de su triunfal carrera.