Durante la primera quincena de febrero se están celebrando en todo el mundo multitud de actividades y eventos por el Día Internacional de la Mujer y la Niña en Ciencia (justo hoy, 11 de febrero). Estas iniciativas, muy necesarias en los tiempos que vivimos, pretenden ayudar a visibilizar el trabajo de las científicas, a crear roles femeninos en los ámbitos de la ciencia y la ingeniería y que promuevan prácticas que favorezcan la igualdad de género en el ámbito científico. Durante toda la Historia, las mujeres han pasado casi inadvertidas en Ciencia, a pesar de que ha habido muchas que han realizado contribuciones fundamentales al avance del conocimiento. La astrónoma Henrietta Swan Leavitt es una de ellas.

Desconocida para el gran público, Henrietta Leavitt es un personaje misterioso del que se desconocen muchos detalles. Nació en 1868 en Massachusetts (EEUU) y, con 24 años, se graduó en lo que ahora es el Radcliffe College, una universidad para mujeres asociada a Harvard. Poco después sufrió una terrible enfermedad que la dejó prácticamente sorda. Tras recuperarse ingresó como «ayudante» en el famoso Observatorio de Harvard. Allí era una más de las «calculadoras», un grupo de mujeres que, bajo el auspicio del director, Edward Pickering, realizaban los cálculos rutinarios que los astrónomos necesitaban para su investigación. Entre sus labores se encontraba el estudio detallado de las miles de placas fotográficas que por aquel entonces (finales del siglo XIX y principio del siglo XX) el Observatorio de Harvard estaba consiguiendo. En esas fotografías, Henrietta tenía que medir la posición y el brillo aparente de cada una de las estrellas, y buscar si sus propiedades variaban al pasar el tiempo. Cada imagen podría tener miles de objetos.

Fue aquí donde encontró algo especial. Henrietta Leavitt descubrió miles de estrellas variables (astros que variaban su brillo de forma periódica), pero unos pocos de estos objetos mostraban un patrón muy particular: las estrellas más brillantes tenían períodos más largos de variabilidad. Estas estrellas variables especiales eran del mismo tipo que la famosa estrella delta Cefeo, por lo que se bautizaron como estrellas cefeidas. Henrietta publicó sus resultados en 1908 en el Boletín del Observatorio Astronómico de Harvard.

Pickering le pidió entonces que se centrara en analizar las placas fotográficas de las Nubes de Magallanes, obtenidas desde un observatorio en el hemisferio sur (Arequipa, Perú), en busca de más estrellas variables. Todas esas estrellas deberían estar a una distancia más o menos similar. En 1912, Henrietta encontró lo que ahora se conoce como la ley de Leavitt (o la relación entre período y luminosidad), que dice así: en las estrellas cefeidas, el logaritmo del período es lineal y está directamente relacionado con el logaritmo de la luminosidad intrínseca media». El artículo científico fue firmado por Pickering, aunque empezaba con la nota «este trabajo ha sido preparado por la Sta. Leavitt».

Este descubrimiento permitió calcular la distancia a estrellas lejanas, a las Nubes de Magallanes, y a galaxias. Fue fundamental para que el famoso astrofísico Edwin Hubble encontrara, una década más tarde, que la galaxia de Andrómeda era otro universo-isla (encontró estrellas variables cefeidas allí) y, posteriormente, que las galaxias están en movimiento por la expansión del Cosmos.

Henrietta Leavitt murió de cáncer con 53 años, casi en la pobreza y sin recibir el justo reconocimiento de su trabajo. Cuatro años después de su muerte se la propuso para un Premio Nobel sin saber que había ya fallecido, por lo que nunca fue nominada (no se puede recibir el premio a título póstumo). Décadas después se le puso su nombre a un cráter lunar y a un asteroide (5383).

(*) El autor, astrofísico cordobés en Australian Astronomical Observatory / Macquarie University y miembro de la Agrupación Astronómica de Córdoba, escribe regularmente en el blog ‘El Lobo Rayado’