Felipe II fue el hombre más poderoso de la historia. Llegó a gobernar sobre más de la mitad de Europa occidental, América del Sur, Filipinas y varias regiones de Asia. Es bien sabido que sus reinos componían «el imperio donde nunca se ponía el Sol», pues abarcaban tanto territorio que siempre era de día en alguno de ellos. Menos conocida es sin embargo su estrecha relación con la magia, el esoterismo… y con Córdoba.

El 5 de junio de 1527, durante su bautizo, tuvo la primera trabazón con nuestra ciudad. El convento de San Pablo de Valladolid se engalanó a conciencia para la ocasión, mostrando la mayor fastuosidad alcanzable en aquella época gracias a cientos de luminarias, candelabros y suntuosas lámparas de araña. Curiosamente, la canastilla en la que fue portado el hijo y sucesor del emperador Carlos I durante la ceremonia había sido trasladada días antes a Córdoba para que la religiosa de moda del momento le diera su bendición. Nos referimos a sor Magdalena de la Cruz, clarisa del convento de Santa María de los Ángeles a la que entonces se le atribuían varios milagros y sucesos sobrenaturales, tales como estigmas, éxtasis, bilocaciones y apariciones celestiales.

Felipe II accedió al trono en 1556 y bajo su mandato la monarquía española llegó a ser la primera potencia de Occidente. Su reinado se caracterizó por la exploración y la expansión territorial, convirtiendo el español en el primer imperio de ámbito mundial: por primera vez en la historia, un mismo hombre poseía territorios en todos los continentes habitados. Se formó en filosofía, arquitectura y bellas artes. Pero también sentía una profunda atracción por saberes más herméticos como la mitología, la alquimia y el ocultismo. Entre 1563 y 1584 mandó construir el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, un palacio cargado de simbología esotérica inspirado en el bíblico Templo de Salomón. La elección del lugar no fue casual, pues se erigió precisamente en este enclave de la Sierra de Guadarrama para sellar una mina que en aquella época se consideraba una «boca del infierno», y evitar así que los demonios salieran. Durante su construcción dice la leyenda que un misterioso perro negro aterrorizaba a los obreros, y que obligó a paralizar las obras en varias ocasiones. Por las noches, las cuadrillas escuchaban sus siniestros aullidos y algunos aseguraban haber contemplado sus fulgurantes ojos rojos en medio de la oscuridad. Se pensaba que provenía del Averno, y que habría escapado de esa entrada infernal que el vasto edificio trataba de tapar. Uno de los mayores atractivos de El Escorial es sin duda su extraordinaria biblioteca, entre cuyos volúmenes podemos encontrar numerosos tratados e incunables sobre magia, astrología, nigromancia y alquimia. Esta última era su arma secreta. En una de las torres del monasterio ocultó un laboratorio y contrató a los mejores alquimistas del Renacimiento para tratar de fabricar la Piedra filosofal, una sustancia fantástica que podría convertir cualquier metal no preciso en oro.

Pero aquella fuente inagotable de recursos nunca se logró y en 1570, durante la rebelión de las Alpujarras, Felipe II decidió celebrar las Cortes de Castilla en Córdoba para controlar las revueltas de cerca. Entró en nuestra ciudad el 22 de febrero de ese año a lomos de su caballo, describiendo círculos sobre su montura para regocijo de la multitud allí congregada. Las Cortes se reunieron en la sala capitular de la Mezquita-Catedral una semana después, pero la estancia del monarca en la antigua capital de Al-Ándalus se prolongó varias semanas más. Pasó la Semana Santa recogido en el monasterio de San Jerónimo de Valparaíso, paseando por la falda de la Sierra Morena. También aprovechó para encargar la construcción de un recinto donde seleccionar los mejores sementales y mejorar genéticamente la raza del caballo andaluz, las actuales Caballerizas Reales. El corregidor de la época, para conmemorar tan histórica visita, encargó al arquitecto local Hernán Ruiz III la reconstrucción de la Puerta del Puente, y éste se inspiró en los antiguos arcos de triunfo de época romana. Por eso sobre su dintel aún reza la inscripción «Reinando la sacra católica real majestad del rey don Felipe nuestro señor, segundo de este nombre». El monarca aprovechó para conocer además algunos enclaves de nuestra provincia, como el antiguo monasterio franciscano de Santa María de los Ángeles en Hornachuelos. Edificios, todos ellos, tocados por el misterio. Nunca sabremos si fue ese el auténtico motivo que atrajo hasta nuestra tierra al monarca más enigmático y esotérico de la historia de España.

(*) El autor es escritor y director de ‘Rutas Misteriosas’.