Comienzo las mañanas desayunando el clásico café con leche, la tostada con aceite y jamón y el zumo natural de naranjas del Valle del Guadalquivir, Marca de Garantía que acoge la producción de veintiséis municipios de Córdoba -Almodóvar del Río, Córdoba, Fuente Palmera, Guadalcázar, Hornachuelos, La Carlota, La Victoria, Posadas y Palma Del Río- y Sevilla -Alcalá del Río, Alcolea del Río, La Algaba, Brenes, Burguillos, Cantillana, Carmona, Écija, aguileña, Lora del Río, Mairena del Alcor, Peñaflor, La Rinconada, Sevilla, Tocina, Villanueva del Río y Minas, Villaverde del Río y Viso del Alcor- que tienen características comunes de clima -muchas horas de sol- y suelo, adecuadas para conseguir naranjas de intenso aroma floral, color brillante y definido, zumo abundante y sabor equilibrado. Naturalmente, las naranjas que consumimos en mi casa, no sólo en el desayuno, sino como postre o formando parte de cualquier plato, por motivos de proximidad, son las de Córdoba.

Pues ayer, el exprimidor eléctrico dejó de funcionar: hizo un ruido extraño, una especie de gruñido y después se calló y paró definitivamente. Acudí entonces a un exprimidor manual que compré en aras de mi compromiso medioambiental, cuyo uso rechacé -en su momento- casi inmediatamente, porque para bajar la palanca y apretar para obtener un exiguo chorrillo de zumo, hay que ser Sansón. Terminé el zumo con un pequeño y simplísimo exprimidor de cristal heredado de mi abuela, pero claro, esto son soluciones de urgencia. Tengo que comprar uno eléctrico sin más remedio. La cuestión es que, con tanta manipulación de naranjas, se me ocurrió hacer una ensalada de frutas cuya receta les transmito por si pudiera serles de utilidad.

Pelé un Kiwi y lo corté en rodajas. En general, para frutas y verduras, prefiero los cortes grandes y reconocibles; los cortes muy menudos acaban convirtiéndose en una masa informe, que no siempre interesa. Pelé dos melocotones y los corté por la mitad. También corté por la mitad 250g de fresas, tras quitarles el pedúnculo, lavarlas y escurrirlas. Con un cuchillo de sierra pelé dos naranjas, cortando justamente por debajo de la parte blanca de la piel, que amarga mucho, y separé cada gajo de la membrana que los envuelve, quitándosela al cortarlo. Regué con el zumo de un limón. Espolvoreé con dos sobrecillos de azúcar, revolví un poco para que todo se impregnara y después lo distribuí equitativamente en cuatro platos. Si hubiera tenido sandía o melón, los habría incorporado. Por supuesto que, según la estación, se pueden sustituir unas frutas por otras: higos, peras, grosellas, moras, frambuesas...