Mirando hacia el oeste en estas noches de invierno, a ser posible lejos de la nociva y costosa contaminación lumínica de nuestras ciudades, encontramos las constelaciones importantes del principio del otoño que ya se acercan a perderse en el resplandor solar dentro de ese ciclo para nosotros eterno del movimiento del cielo. En efecto, en este tiempo la Tierra ha recorrido alrededor de un tercio de su órbita, lo que hace que las estrellas que aparecían por el este al principio de la noche en octubre estén ahora dirigiéndose a su ocaso por el oeste tras el crepúsculo vespertino de las noches de febrero. La constelación zodiacal de Piscis es uno de estos grupos de estrellas otoñales que ahora vemos hacia el oeste.

En realidad, la constelación de Piscis está constituida por estrellas no muy brillantes. Es casi imposible de ver desde las ciudades, perdidas dentro de ese globo anaranjado de luz que produce la contaminación lumínica. Un curioso pentágono de estrellitas entre Pegaso y Acuario se conecta con un triángulo entre Aries y Pegaso: estos dos asterismos son los dos peces que representa la constelación, y la línea doblada de estrellas que los conecta representa el hilo que une a los peces. En su Astronómica poética el escritor hispano-latino Cayo Julio Higino (siglo I) contaba la siguiente mitología para Piscis. Venus y su hijo Cupido fueron sorprendidos por un monstruo llamado Tifón. Venus agarró a su hijo y, atándolo con una cuerda, se echaron al agua. Allí se transformaron en peces para huir de su enemigo.

NGC 474

En esta zona del cielo, algo alejada del plano de la Vía Láctea (de ahí la ausencia de estrellas brillantes, de nebulosas o de cúmulos estelares), encontramos numerosas galaxias. Una de las más famosas es la preciosa galaxia espiral M 74, que consta con dos brazos muy bien definidos. Pero también existe en esta zona una galaxia elíptica muy interesante, NGC 474, cuyos detalles los astrofísicos aún empezando ahora a vislumbrar.

NGC 474 es una galaxia gigante, al menos 2.5 veces más grande que la Vía Láctea. Un rayo de luz, moviéndose a una velocidad de 300 mil kilómetros por segundo, necesitaría 250 mil años para recorrerla de punta a punta. A través del telescopio esta galaxia no parece tan espectacular por dos motivos. Primero, al ser una galaxia de tipo elíptico, no tiene formación estelar ni procesos asociados, casi todas sus estrellas son de color amarillento-rojizo, por lo que es poco atractiva. Y segundo, está a 100 millones de años luz de distancia. Esto no quita que los astrónomos aficionados que miran a través de sus telescopios en busca de estos manchones borrosos en el cielo estén viendo al observar NGC 474 la luz que partió de esa galaxia cuando la Tierra estaba dominada por los dinosaurios.

LOS SECRETOS

Pero la galaxia NGC 474 tiene sus secretos. Cuando los astrofísicos empezaron a tomar fotografías más profundas de este objeto, se dieron cuenta de que habían montones de estructuras curiosas alrededor de la galaxia… todas aparentemente asociadas a NGC 474. Imágenes posteriores no sólo confirmaron la existencia de estos rasgos en forma de colas y conchas sino que desvelaron muchas más.

La imagen que acompaña este artículo es una fotografía reciente de NGC 474 obtenida con el telescopio CFHT (Canada-France-Hawaii Telescope), de 3.6 metros de tamaño, instalado cerca de la cima del monte Mauna Kea en Hawaii. Se usó la cámara MegaCam, de 340 megapíxeles, y diferentes filtros para obtener el color de las estructuras. El resultado es impresionante y, literalmente, corta la respiración. Lo que antes era la aburrida galaxia NGC 474, en el centro de color anaranjado, aparece ahora atravesada por colas de colores. A su derecha aparece una galaxia espiral más lejana que, al parecer, no está conectada físicamente a NGC 474.

Además de contar con una cola azul que corta NGC 474 en dos, la imagen muestra varias cáscaras blancas, estructuras que rodean a la galaxia como conchas, que nos hablan de un pasada pretérito y violento en el que NGC 474 se dedicó a devorar, engullir y destrozar galaxias enanas satélites. El proceso, cuyos detalles se desconocen, podría haber durar varios miles de millones de años, y posiblemente involucró a muchas galaxias enanas. Aún así, también podría haber ocurrido que NGC 474 chocara violentamente con una galaxia de tamaño intermedio, produciendo unas ondas parecidas a las que se originan en un lago al lanzar una piedra al agua.

La cola azul parece que se formó más recientemente, como su color indica (aún poseen estrellas jóvenes, que son las únicas que emiten en colores azules), a partir de otra galaxia enana. Al pasar cerca de NGC 474, posiblemente de arriba abajo, las intensas fuerzas de marea de la galaxia gigante rompieron a esta galaxia enana, creando esas colas de marea y diseminando sus estrellas por las partes externas (el halo) de NGC 474. Complementa así una preciosa composición donde, como en una obra de arte, se describe el proceso de canibalismo galáctico que sufren las galaxias enanas frente a las galaxias grandes.

Lo importante de conseguir estas detalladas imágenes es que apoyan la hipótesis, cada vez más evidente, de que muchas galaxias elípticas se han creado en el pasado cercano, y que el halo que rodea a las galaxias más grandes no es esférico y simétrico (como normalSemente se supone) sino que posee una estructura muy compleja. La complejidad es consecuencia de los procesos que ocurren tras la interacción y fusión de galaxias más pequeñas. Nuestra propia Vía Láctea también posee estructuras de este tipo en sus partes externas, no tan espectaculares como las que vemos en NGC 474, pero que vamos descubriendo poco a poco gracias al incansable sed de conocimiento que poseemos los humanos.