En Palma del Río siempre se ha dicho que en el antiguo convento de Santa Clara ocurrían cosas extrañas. Algunos vecinos aseguraban haber escuchado llantos de bebé, mientras que otros, los más, hablaban de la aparición de una figura blanquecina con forma de mujer, que se paseaba sobre sus murallas emitiendo estremecedores quejidos. Lo más sorprendente es que estos insólitos rumores podrían tener una base histórica, y tener su origen en un crimen pasional ocurrido a finales del siglo XV.

El cronista fray Andrés de Guadalupe, en su Historia de la Santa Provincia de los Ángeles (Madrid, 1662), afirmaba que la construcción del cenobio corrió a cargo del caballero veinticuatro de Córdoba Juan Manosalvas, que en un injustificado ataque de celos decidió poner fin a la vida de su esposa. Tiempo después descubrió que su desconfianza se debía a una serie de malentendidos, cuando ya era demasiado tarde. Como solía ocurrir en los casos de uxoricidio en esa época, la justicia de los hombres le dejó impune, aunque lo que a él le causaba auténtico pavor era el momento de rendir cuentas ante el tribunal de Dios. Su atrocidad le atormentaba y le impedía conciliar el sueño, incluso por las noches creía ver el fantasma de su mujer junto a su lecho.

Desesperado, no se le ocurrió mejor forma de hacer las paces con el Altísimo que ofrecer unas casas de su propiedad a la orden de las clarisas, y sufragar los gastos de reforma para convertirlas en un convento. El 13 de marzo de 1498, el Papa Alejandro VI firmó la bula fundacional, y años más tarde, los primeros condes de Palma trajeron un par de monjas del monasterio de Santa Clara de Andújar para ponerlo en marcha. Parece que el plan de Manosalvas no salió como esperaba, pues incluso después de su muerte, a causa de unas extrañas fiebres, el alma errante de su mujer continuó apareciéndose en el convento. En el siglo XIX sufrió la desamortización, y durante la Guerra Civil fue saqueado y quemado, perdiéndose gran parte del patrimonio artístico que poseía. Finalizada la contienda, las monjas regresaron para permanecer en él hasta finales de los setenta. Desde entonces, el edificio quedó abandonado y el ayuntamiento local lo adquirió para asignarle usos municipales, sometiéndose hace una década a una profunda rehabilitación.

Durante el tiempo que duraron esas obras fueron muchos los jóvenes palmeños que, seducidos por la idea de encontrarse con el fantasma de la mujer del noble, saltaron la tapia para colarse en el edificio. Y no fueron pocos los que, una vez dentro, salieron despavoridos tras enfrentarse a golpes, ruidos, y otra serie de eventos que desafían a la razón. Estos hechos, más comunes de lo que pensamos, hicieron correr por las calles de Palma del Río numerosas historias sobre una monja traslúcida que se aparecía a los trabajadores que llevaban a cabo la restauración. También dispararon el rumor de que los obreros habían encontrado en el cementerio parroquial cajas de zapatos con pequeños esqueletos en su interior, intuyéndose que serían los hijos que las monjas de clausura habrían dado a luz en secreto. Para colmo, numerosos testigos comenzaron a reportar la escucha de llantos que parecían provenir del cercano Museo municipal, y que algunos vinculaban con la muerte de una niña pequeña varios años atrás en un desgraciado incendio.

Atraído por todos estos misterios y documentado por el trabajo del cronista local Juan Antonio Egea, un equipo del programa Cuarto Milenio, del periodista Iker Jiménez, acudió al vetusto edificio con la intención de recoger alguna prueba de esos inquietantes episodios. Los palmeños que participaron en la grabación, tanto vecinos como trabajadores municipales, no dudaron compartir sus insólitas sensaciones, así como confirmar la aparición de una escalofriante figura femenina vestida de blanco. ¿Quizás el alma errante de la desdichada esposa de Manosalvas? Una de las teorías que tratan de explicar las apariciones espectrales afirma que el fenómeno se produciría cuando el fallecido deja algún asunto pendiente, y necesita resolverlo para poder descansar en paz. De ser eso cierto, quizás la mujer del caballero veinticuatro continúa manifestándose de forma desencarnada para llamar la atención de los vivos, con la única intención de reclamar justicia. Sean reales las apariciones mencionadas o un simple efecto de la sugestión, lo cierto es que gracias a esta leyenda, al menos usted y yo no olvidaremos el vil homicidio que Juan Manosalvas cometió hace más de quinientos años en la entonces villa de Palma del Río.

(*) El autor es escritor y director de «Córdoba Misteriosa». Puede seguir su trabajo en www.josemanuelmorales.net