Nadie debería ser considerado culpable de algo y acreedor de reproche social mientras quede una duda razonable de que fuera responsable de lo que se le acusa. Soy un defensor activo de la recuperación de la memoria democrática de España y creo que solo la verdad puede hacer justicia a los que fueron asesinados por defender los valores democráticos tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936. Tras estudiar toda la documentación a la que he tenido acceso, yo creo que no hay pruebas concluyentes de que Cañero fuera un dirigente franquista, y menos un genocida o que participara voluntariamente de los actos genocidas que con extrema crueldad aplicaron los golpistas sobre las personas de izquierdas en Córdoba hasta diezmarlos, sino que más bien, dada su popularidad, fue usado durante los primeros días para organizar el conocido como Escuadrón Cañero, que estuvo bajo su mando del 24 al 28 de julio, y luego Cañero pasó a otros destinos como militar profesional en el bando rebelde. Considero, como Américo Castro, que «las visiones e interpretaciones del pasado humano dependen de las ideas y prejuicios de quienes lo contemplan» y, por ello, en este tema tan controvertido, aporto de forma resumida mi visión personal por si a alguien le interesa.

El mito de ‘Cañero franquista’

A mi juicio, es un constructo propagandístico realizado por los responsables de «agitación y propaganda» franquistas y republicanos con la ayuda necesaria de la prensa claramente censurada e intervenida, como suele ocurrir en guerra, pero que se sostiene hasta hoy basado en pocos hechos, algunos testimonios normalmente de oídas y mucha literatura de propaganda que en las guerras es un arma más y seguramente una de las más eficaces. Todo empieza al publicarse en la primera página del diario Guión de Córdoba del martes 28 de julio de 1936, curiosamente el día que según la documentación dejó de mandar y formar parte del escuadrón, un romance caballista bellamente resaltado que comenzaba: «Allá va Cañero, el caballista, al frente de su escuadrón. Bien plantado en la silla...» para acabar tras unos cuantos desvaríos hiperbólicos con «...y la estampa barroca de jinetes, jacas colinas y sombreros anchos, baja Sierra abajo, escribiendo en la ancha carretera un romance andaluz de caballistas valientes...», que nos dibuja un Cañero heroico al modo de El Cid. En el lado republicano, paralelamente, va creciendo la hipérbole de Cañero, como nos cuenta el Diario de Almería el 15 de agosto de 1936: «Por la parte de Córdoba las fuerzas rebeldes están dirigidas por Ciriaco Cascajo y por el rejoneador Antonio Cañero». Así, mediáticamente, y de un salto, Cañero pasa de señorito rejoneador a dirigente militar golpista; por su parte, La Voz de Madrid de 3 de septiembre de 1936 dice: «Cuando una partida de señoritos andaluces, de las que al mando de Algabeño, Cañero y otros tales, merodean por campiñas y playas, serranías o pueblecillos, cogen a un bracero, a un pegujalero, a un colono, a un hombre, en sumo, de los que trabajan la tierra de verdad, lo fusilan sin más explicaciones». Señoritos asesinos sin duda. Esta misma prensa de Madrid fabrica como réplica un «Cañero republicano»; concretamente, La Voz del 22 de septiembre de 1936 publica un reportaje titulado Los bravos caballistas de la tierra sobre el escuadrón de caballistas que manda el «comandante Vázquez» en el que hasta «luchan contra los aeroplanos». Lo firma Clemente Cimorra, excelente periodista y luego novelista en el exilio argentino, desde el sector del Muriano, el 20 de septiembre de 1936.

Para terminar de consolidar el mito republicano del Cañero señorito asesino, la reputada revista El Mono Azul, cuya dirección lleva Rafael Alberti, publica otro romance, Traición y muerte del señorito Cañero, el jueves 8 de octubre de 1936 en su número 8, donde podemos leer: «Trae cien caballos montados de Sevilla, el «caballero». Cien señoritos juerguistas para luchar contra el pueblo. Chatarra de los colmados -cantaores, «ganaeros», «extoreros», pederastas, gitanos, curas, flamencos, latifundistas ladrones, «macarras»...- todo el desecho de la Sevilla castiza...», firmado por el excelente poeta Ernesto López-Parra y que concentra en un Cañero, falsamente muerto, todo el odio que tienen a los señoritos andaluces, a los toreros y hasta a los pobres flamencos y gitanos en un racismo impropio de un escritor mesurado. Construido el mito de Cañero, éste echa a andar con éxito sobre todo en el lado republicano dirigiendo hacia él todo el odio que las clases populares tenían contra los señoritos y explotadores y, por qué no decirlo también, por el desprecio de muchos al mundo de los toros que asimilan a la España monárquica y de los terratenientes opuestos a la reforma agraria.

En la prensa

El mito se mantiene vivo en la prensa y seguramente en la radio el resto de la guerra en las publicaciones de la prensa franquista, entrecomillando palabras en distintos reportajes como si las hubiera dicho Cañero: «En Córdoba, donde me sorprendió el Alzamiento. Monté en mi jaca y conmigo vinieron otros jinetes que formamos un escuadrón que corrió a los pueblos para salvarlos de las garras rojas. / Cuando el general Varela -dos laureadas en el pecho- se hizo cargo del mando de aquel Ejército corrimos a su lado y voluntarios de la Caballería española seguimos con él la marcha triunfal hasta las puertas de Madrid» y que algunos utilizan estos textos como prueba contra Cañero lo que, a mi juicio, es desconocer lo que ha sido siempre la manipulación informativa en tiempo de guerra, donde sabemos que «la primera víctima de las guerras es la verdad». Prueba de que ese reportaje sin firmar estaba producido por el aparato de propaganda franquista de «Burgos» es que esas mismas palabras en forma de «entrevista» se publicaron más de un año después de los «hechos» en la prensa del lado franquista desde noviembre de 1937 hasta marzo de 1938 en al menos otros 4 periódicos que he encontrado y en consecuencia no prueban absolutamente nada. Ya acabada la guerra, Clemente Cimorra ve publicado en España Democrática, el 31 de enero de 1940, el relato Romance y muerte de Vázquez, el guerrillero cordobés, en el que «mata» al personaje antagonista de Cañero que él mismo había creado en septiembre de 1936 y pone fin a las publicaciones que sobre el mito he encontrado en la prensa. Posiblemente, el «guerrillero Vázquez» es una mezcla literaria del real comandante Enrique Vázquez Expósito, que mandaba con gran profesionalidad por el norte de la provincia de Córdoba el Batallón Garcet, y que fue hecho prisionero en El Carpio y fusilado el 22 de diciembre de 1936, y hasta donde sé, ni era guerrillero, ni montaba a caballo, solamente era un militar profesional republicano muy competente. Me llama poderosamente la atención el texto cuando dice: «El jefe de aquella tropa teatral de caballistas es el rejoneador don Antonio Cañero… que solía gritar: «Vamo a rejonear a eso gañane que se yaman guerriyeros» y los gañanes, por su parte, solían decir: «Vamos a poner jierro a ese asaúra...» Vázquez no negó nunca que Cañero fuera un hombre bravo, ni Cañero negó que Vázquez lo fuera. Pero el uno respecto del otro solo hacían esta concesión: «Como montar, er tío monta bien...»

Efectivamente, a mi juicio, el mito tiene mucho de teatral creado para servir a los intereses de la propaganda bélica y poco de hechos indiscutibles. Creo que he demostrado que la propaganda bélica construyó un mito Cañero en ambos bandos y que fue utilizado a favor de los objetivos de cada uno y que no hay pruebas concluyentes de que Cañero hiciera actos indignos o se excediera en el cumplimiento de las órdenes y desde luego mucho menos que podamos catalogarlo como genocida, lo que sería una banalización de un término tan terrible que debemos reservar para los Franco, Queipo o Cascajo. Concluyamos, centrándonos en la aplicación de la Ley 2/2017 de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía al caso de la eliminación o no de la denominación de la plaza que Cañero tiene a su nombre, acudiendo al análisis del texto de su artículo 32 en cuyo apartado 1 dice literalmente que: «La exhibición pública de... el callejero... realizados en conmemoración, exaltación o enaltecimiento individual o colectivo del golpe militar de 1936 y del franquismo, de sus dirigentes o de las organizaciones que sustentaron al régimen dictatorial, se considera contraria a la Memoria Democrática de Andalucía y a la dignidad de las víctimas».

El nombre de la plaza

Resulta evidente para mí que no es de aplicación al caso que nos ocupa porque Cañero no fue un dirigente franquista y el nombre de la plaza no fue asignado en conmemoración o enaltecimiento de su participación en el golpe militar o el franquismo, de hecho esa plaza solo tiene ese nombre desde el 12 de enero de 1989.

Es curioso que los diferentes ayuntamientos franquistas no encontraran ocasión para entronizar en el callejero a Cañero como sí habían hecho rápidamente con genocidas como Cascajo, y este personaje de leyenda tuviera que esperar a que lo hiciera un ayuntamiento democrático con mayoría de izquierdas a propuesta de una asociación de vecinos y es que yo creo que Cañero no fue nunca el monstruo que algunos quieren ver sino un artista destacado en lo suyo, de derechas y popular, al menos en la memoria de muchos cordobeses y así debe seguir dando nombre a la plaza principal del barrio que lleva su nombre, si el Ayuntamiento, que nunca actúa injustamente a sabiendas, así lo decide cumpliendo la ley.