En el barrio de Levante hay una calle llamada Cinco Caballeros, y no son pocos los cordobeses que la atraviesan a diario sin percatarse de dos detalles insólitos. El primero, ese curioso templete levantado hacia la mitad de la vía. Se trata de una capilla construida en 1999 en honor a la Virgen de Fátima, que supuestamente se le apareció a doña Antonia Moya, vecina de la zona, a principios de los noventa. El pilar que sustenta la figura mariana se encuentra repleto de exvotos, fotografías dejadas por los familiares para implorar la sanación de un ser querido.

La segunda particularidad de esta calle es sin duda su extraña toponimia, ¿quiénes son esos caballeros a los que se refiere? Su origen lo encontramos en una leyenda piadosa del siglo XVI, cuyo protagonista fue el padre Roelas, ya mencionado en artículos anteriores por presenciar la aparición del arcángel San Rafael más famosa de la historia. En esta ocasión, el carismático sacerdote se encontraba encamado, al borde de la muerte -otra vez-, cuando una voz en su cabeza le sugirió «sal al campo y tendrás salud». Sin pensárselo dos veces, Roelas saltó de la cama y comenzó a caminar. Salió de Córdoba por la Puerta de Placencia, y en un olivar situado cerca del actual Parque Madre Coraje -conocido como de los Teletubbies-, cinco jinetes se cruzaron en su camino. Uno de ellos se acercó al cura y le ordenó que le pidiera al obispo un gran respeto por el sepulcro recién hallado, porque dichas reliquias librarían a la ciudad de numerosas enfermedades y penurias. Instantes después, mientras el sacerdote trataba de encontrar significado al intrigante mensaje, tanto su interlocutor como el resto de caballeros se habían esfumado sin dejar rastro, y él comenzó a sentirse completamente recuperado de sus dolencias.

Tres años antes, durante unas obras de remodelación llevadas a cabo en la Iglesia de San Pedro, se había hallado un sepulcro lleno de restos óseos con un agujero de extraña silueta. Aún más atrás en el tiempo, se había encontrado un marmolillo con ese mismo perfil, por lo que se probó y se confirmó que encajaba en el hueco a la perfección. En la piedra se podía leer grabado el nombre de los supuestos moradores de la tumba: Marcial, Junuario, Fausto, Zoilo y Acisclo, todos ellos mártires cordobeses de finales del siglo III y principios del IV.

De esta forma, el padre Roelas llegó a la conclusión de que fueron ellos, en forma desencarnada, los cinco jinetes que se le aparecieron en el campo, con el fin de avisarle de que aquellos restos mortales eran sumamente importantes, y merecían ser venerados «como Dios manda». Nunca mejor dicho.

El autor es escritor y director de «Córdoba Misteriosa». Puede seguir su trabajo en www.josemanuelmorales.net