El sábado y el domingo de la semana pasada, 18 y 19 de noviembre, tuvieron lugar las primeras Jornadas de la Real Academia en Bujalance, organizadas por esta y el Ayuntamiento de Bujalance. Quien o quienes tengan conceptuada a la Real Academia de Ciencias, Bellas letras y Nobles Artes de Córdoba, como una institución anticuada u obsoleta, tendrían que cambiar de opinión tras estas jornadas, en las que ha quedado demostrado, lo mismo que en las que en años pasados se han ido celebrando en otras localidades de la provincia, que es una institución sabia, viva y activa, que aplica y aporta desbordantemente sus estudios -arqueológicos, históricos, sociales, religiosos, económicos, políticos, literarios y artísticos- generosos peldaños sobre los que apoyarse para futuras aportaciones.

Naturalmente, alguien puede decir que hablo de forma interesada, en mi calidad de académica correspondiente por Córdoba y de comunicadora en las jornadas, pero precisamente por eso, porque conozco los entresijos, opino con conocimiento de causa y desde la admiración y el respeto que me inspiran los trabajos de mis compañeros, a los que desde aquí felicito en las personas de los coordinadores de las jornadas: Jose Cosano Moyano y José María Abril Hernández.

Y vamos con la gastronomía de la campiñesa Bujalance, cuya pertenencia al Alto Guadalquivir presta a su cocina alguna influencia serrana, lo mismo que el pasado arábigo se manifiesta en el gusto por la almendra.

Asimismo, la proximidad a importantes vías de comunicación, asegura un buen abastecimiento de productos.

Resulta, por tanto, muy difícil resumirla, no sólo por la riqueza y peculiaridades de sus platos, sino porque sus establecimientos de hostelería, muchos, buenos, creativos y participativos, están profundamente implicados en su divulgación y desarrollo.

La confluencia de todo esto, define una cocina imaginativa y emprendedora; de hecho, la restauración en Bujalance está a la altura de la exigencia y el prestigio que en este sentido tiene la provincia de Córdoba.

En lugar tan olivarero, el aceite es ingrediente fundamental en todos los platos como en migas y joyos; en cremas y sopas frías, como gazpachos y salmorejos; en frituras, representadas por el flamenquín, la patata rellena y las frutas de sartén; en guisados, como los originales cholondros -trozos de lomo de cerdo en salsa de almendras-; y en la fina dulcería, que se despliega en magdalenas, roscas de gachas, roscos tontos, empanadas, pestiños, tortas de aceite, barquillos, almendrados y cuajados.