Salgo a pasear a mi perra teckel -sería interesante averiguar quién pasea a quién realmente-. Kira tiene varias obsesiones: desayunar a la vez que yo; esconder debajo de una mesa la galleta con sabor a jamón, forma de huesito y acción limpiadientes, que mi madre le da cuando cree que debe premiarla; cazar moscas; ocupar mi sillón en cuanto me levanto; dormir todo lo que puede; comerse -por celos, creo- las bolitas de pienso que se le caen al loro del comedero; y más cosas, pero sobre todo, observarme y perseguirme, a ver cuándo me pongo los zapatos y a ella le calzo el arnés.

Es una callejera incansable, pero a mí me viene bien, porque gracias a lo metijona que es, me relaciono con multitud de personas, conocidas y desconocidas.

Hoy, por ejemplo, me encuentro con José de Miguel, poeta y académico cordobés próximo a cántico, nacido en 1925 según la Cordobapedia.

Nos saludamos mientras Kira lo olisquea, y le digo: «Pepe, ¡cuánto tiempo sin verte, cómo me alegro de encontrarte paseando!» Me contesta con su gracia de siempre: «Es que la gente joven..., ya se sabe.»

El siguiente encuentro lo organiza la perra, que ha visto de lejos a mi amiga Esperanza y, como la conoce, tira de mí para saludarla con enérgicos movimientos de rabo y dando saltitos. Esperanza le corresponde rascándole detrás de las orejas y hablándole con mimo: «¿Donde está lo más bonito?»

Después me mira, cambia el tono y me regaña: «¿Y tú que haces escribiendo de los bares de Salamanca? -se refiere a mi artículo de hace un par de semanas en esta página-. Tú tienes que escribir de los bares de Córdoba.»

Sin discutir, obedezco.

Uno de los bares de Córdoba es La Cantina Miguel.

La Cantina Miguel, situada en la calle Reyes Católicos, 5, lleva abierta dos meses y pico. La cocinera, Sandra, es de Cádiz.

Los propietarios, Miguel Ángel y Estela María, tienen raíces hosteleras familiares; él, en la Cantina Los Mochos -cocina casera- conocida por todo el mundo como La Cantina Miguel; ella, en el bar El Pelón de Villarrubia, famoso por los bocadillos de jamón que suministraba en abundancia a los camioneros que iban a la desaparecida Azucarera San Rafael, que estaba enfrente.

Avalados por estas experiencias culinarias y gastronómicas, los propietarios de la cantina Miguel Ángel y Estela María, sirven buenos desayunos, tienen una selecta carta de platos y, por supuesto, de raciones; menús para los días de diario y, además, las bebidas incluyen una tapa gratis como gesto de la casa.