Sería extraordinariamente difícil que algún astrofísico actual o de un futuro cercano consiguiese clasificar a pulso más de 350.000 estrellas. Posiblemente nunca nadie más llegue a esta desorbitada cifra, únicamente lograda por una de las primeras verdaderas astrofísicas de la Historia. Asimismo, pocos astrónomos han dejado un legado tan importante para el avance científico como conseguir una clasificación de las estrellas detallada y basada en hechos observacionales muy concisos, y que dicha clasificación siga en uso, reforzada, más de un siglo después de su concepción. Estas dos son las grandes contribuciones científicas que dejó la astrofísica estadounidense Annie Jump Cannon (1863 - 1941). Desgraciadamente, como en tantos otros casos de mujeres científicas, su nombre es apenas conocido por el público (y a veces también diría por los propios científicos).

Es por esta razón por la que, desde hace ya varios años, se realizan en febrero numerosas actividades de divulgación y enseñanza para dar a conocer a la sociedad el trabajo de científicas actuales y pasadas. El 11 de febrero (mañana lunes) es el Día Internacional de la Mujer y la Niña en Ciencia. En estos tiempos convulsos de posverdad en los que vivimos, donde la mayor parte de la sociedad lucha por conseguir una igualdad total para todas las personas en todos los aspectos, independiente de su sexo, tendencia sexual, religión o ideología, es fundamental visibilizar, apreciar y valorar el ingente trabajo que realizan científicas de todo el mundo, a la vez de crear roles femeninos en los ámbitos de la ciencia y la ingeniería que promuevan prácticas que favorezcan la igualdad de género en el ámbito científico. Si en muchos aspectos la labor de las mujeres ha pasado desapercibida o no reconocida a lo largo de la Historia, esto es aún más profundo en el ámbito científico.

¿Quién fue Annie Jump Cannon? En breve la definiría como «una computadora de clasificar estrellas». Y creo que esta definición es bastante acertada, porque en efecto ella comenzó a trabajar como «computadora» en el Observatorio de Harvard (EEUU) en 1986. Las computadoras, casi siempre mujeres, eran unas secretarias que se dedicaban a hacer todos los cálculos y trabajos rutinarios que los astrónomos, empeñados en realizar más y más observaciones y en analizar los datos proporcionados por las computadoras de dichas observaciones, no querían hacer. Annie Cannon fue contratada por el director del Observatorio de Harvard, Edward C. Pickering, para completar el catálogo de clasificaciones estelares de Henry Draper. Henry Draper fue un médico y astrónomo aficionado que tenía un interés especial en observar el cielo no para tomar imágenes sino para obtener los espectros de las estrellas. En Física, un «espectro» es simplemente la descomposición de la luz en todos sus colores: el arco iris de la luz. Pero no todas las estrellas muestran el mismo «espectro», cada una tiene unos rasgos distintos. Por entonces nadie sabía por qué esto era así.

La espectroscopía

En realidad, la espectroscopía era una curiosidad a finales del siglo XIX, donde los astrónomos estaban más concentrados en medir movimientos y distancias que intentar entender la física de los objetos celestes. Henry Draper murió prematuramente y su viuda, Anna Draper, propuso a Pickering confeccionar un catálogo de espectros estelares en honor de su marido. Anna Draper pagó durante décadas este trabajo en el Observatorio de Harvard, sin saber que abriría el camino de la Astrofísica y la compresión de la naturaleza de estrellas, nebulosas y galaxias.

Annie Cannon se volcó en completar la clasificación espectral de las estrellas. Esta labor la hacía en colaboración con sus compañeras «computadoras». Pero pronto surgió un problema, ¿cuál es la mejor forma de clasificar estrellas mirando su espectro? La astrónoma Antonia Maury (sobrina de Henry Draper) tenía algunas ideas complejas, mientras que la astrónoma (y antes ama de llaves de Pickering) Williamina Fleming buscaba una clasificación más simple. Aquí fue donde Annie Cannon consiguió un consenso inventando la famosa clasificación estelar O B A F G K M, que estaba basada fundamentalmente en la fuerza y evolución de los rasgos de hidrógeno que aparecían en los espectros estelares. Esta clasificación fue adoptada por la Unión Astronómica Internacional en 1922 y, con una modificaciones muy menores, es la misma que seguimos empleando los astrofísicos hoy día.

Unos pocos años más tarde, en 1925, la joven Cecilia Payne, a quien podemos considerar realmente la primera persona realmente astrofísica del mundo, usó la naciente Física Cuántica para explicar los misteriosos rasgos en los espectros estelares. Gracias a la ingente labor de Annie Cannon clasificando espectros estelares, Cecilia Payne fue la primera persona del mundo en saber que las estrellas estaban hechas mayoritariamente de hidrógeno y helio (no de hierro, silicio y otros elementos pesados como en la Tierra) y que la clasificación O B A F G K M correspondía a una escala en temperatura, siendo las estrellas O las más calientes (50. 000 grados) y las estrellas M las más frías (3.500 grados).

Doctora honoraria en Oxford

Durante su vida, Annie Cannon clasificó más de 350.000 espectros estelares, era tan buena que con su lupa podía clasificar sin dudar y con completa precisión 3 estrellas por minuto, sin necesidad de mirar tablas o gráficos. También descubrió 300 estrellas variables, 5 novas, y muchas estrellas con rasgos peculiares. En 1925 fue la primera mujer el recibir el doctorado honorario en ciencia de la Universidad de Oxford. Avanzada a su tiempo, en 1935 creó un premio para distinguir a las mujeres cuya contribución al avance astronómico fuese más distinguido. Este premio de gran prestigio continúa en la actualidad, la beneficiaria del 2018 fue la astrofísica Ilse Cleeves, experta mundial en el estudio de discos protoplanetarios.

(*) El autor, astrofísico cordobés en Australian Astronomical Optics, Macquarie University y miembro de la Agrupación Astronómica de Córdoba, escribe regularmente en el blog ‘El Lobo Rayado’