Hoy toca hablar de Genevieve Laporte, el amor romántico del genio, la chica de los miércoles. Un diamante rodeado de diamantes que pedían a gritos que alguien les quitara el polvo. Una joven inocente que todavía veía la vida en color de rosas y que fue capaz de despertar en el genio lo mejor que llevaba dentro y la alegría por vivir. Sólo tenía 16 años y era virgen por dentro y por fuera. Es curioso comprobar cómo a medida que fue haciéndose viejo se fue enamorando de mujeres más jóvenes. Tal vez por lo que él mismo decía: «El hombre tiene la edad de la mujer que se enamora». Hablemos, pues, de la chica de los miércoles.

12-Genevieve Laporte

(‘La chica de los miércoles’)

«Han hecho de Picasso un macho, un monstruo, un tipo que llegó a apagar un cigarrillo en la mejilla de su esposa. Pero, basta con mirar estos dibujos para comprobar que ahí sólo hay ternura, lo que demuestra lo que era Picasso: Amor, respeto y dulzura». Estas palabras que escribe Genevieve Laporte, El amor secreto de Picasso, indican ya el objetivo de una mujer que a sus 78 años se propuso lavar la imagen del Minotauro que otras de sus mujeres le habían creado. Casi al final de su vida subastó los 20 dibujos que el genio le había hecho durante sus relaciones y que había conservado en una caja fuerte «porque he pensado que estos dibujos no se pierdan en el anonimato de un museo o en manos de unos herederos que no sabrían qué hacer con ellos». De aquellos dibujos sobresalían la Odalisca (que se vendería por 473.000 euros) y El sueño (que se vendería por 417.000).

Pero, ¿quién era y cuáles fueron sus relaciones con Picasso?

Genevieve era hija de un químico, brillante estudiante y miembro de la Resistencia francesa contra los nazis a los 16 años. Era una chica muy guapa y con un cuerpo de Venus, que destacaba por su simpatía arrolladora. En 1944 era una estudiante del Liceo Fenelón y con un grupo de compañeros editaban una revista mensual en el colegio. Al hacer el número correspondiente al mes de abril acordaron hacerle una gran entrevista al que ya era el más famoso de los pintores en París y allá se fue la joven Genevieve a entrevistar al monstruo. Porque sólo eso sabía de Picasso en ese momento, que era un monstruo. Sin embargo, cuando la joven e inocente estudiante se sentó frente al genio y le oyó hablar de inmediato se quedó prendada de él y otro tanto le sucedió al monstruo, que en ese momento ya había cumplido los 63 años, lo cual confirma la inclinación del viejo Picasso por la juventud. Pero, Picasso no se atrevió ni a tocarle las manos. («Cuando conocí a Genu (así llamaba a la joven Genevieve, según cuenta Olano en su obra) sentí ganas de comérmela, era como un helado de fresa que inocentemente se ofrecía, pero me contuve y fui con ella no sólo amable sino hasta cariñoso… ¡Si bien podía ser mi nieta!»). Eso sí, quedaron en verse otro día. Cosa que sucedió cuando el ejemplar de la revista colegial vio la luz. Entonces volvieron a verse y ya Picasso la adoptó al saber que la niña era muy aficionada a la pintura y que quería ser pintora y quedaron para otro día en su Estudio (entrar en el Estudio de Picasso era peligroso para cualquier mujer). Así fueron conociéndose mejor y Picasso se empeñó en hacer de ella una pintora. Tanto que al año siguiente hasta le costeó un viaje a Estados Unidos para que la joven fuera conociendo mundo y ampliando su idea de la pintura.

Sin embargo, tuvieron que pasar 6 años para que lo que había sido amistad se transformara en otra cosa. Sí, otra cosa, ya que Picasso seguía viviendo con Francoise Gilot y todavía no se había roto el amor que sentía por ella, no hay que olvidar que Francoise fue la madre de sus hijos Claude y Paloma. Pero llegó el verano de 1950 y Picasso invitó a la joven a pasar sus vacaciones con él en su casa de la Costa Azul y allí fue donde Genevieve descubrió a Francoise y las relaciones que Picasso tenía con ella… y la joven se plantó y dijo que ella no iría a su casa mientras estuviese Francoise. Era la repetición de lo que le había pasado con su María Teresa y Olga, su primera mujer legal. Entonces Picasso se las ingenió para ver a Genevieve a espaldas de Francoise y se buscó la casa de su amigo Cocteau para verla un día a la semana. El día elegido fue el miércoles y de ahí que los amigos del genio bautizaran a Genevieve como «La chica de los miércoles».

«Sí, es verdad, aquel verano me entregué a él y le amé profundamente y creo que él también se enamoró de mí -escribiría después-. Es verdad que sólo nos veíamos los miércoles, pero para mí aquel día llegó a ser mi vida, ya que el resto de la semana me lo pasaba pensando en él y contando las horas y los minutos que faltaban para volver a verlo… fue en aquellas horas de entrega cuando de verdad conocí a Picasso y frente a lo que se ha dicho de él yo puedo decir que no era un monstruo, al menos conmigo era el hombre más cariñoso y tierno que he conocido… y además se recreaba pintándome. Me pintó desnuda y en la cama, en el baño, en el jardín, en la playa y hasta un día vestida de novia. Fueron los dibujos que he conservado no sólo en una caja de seguridad sino en mi corazón hasta este momento que he decidido sacarlos a la luz».

La historia de su amor con Picasso fue incluso llevada al cine por su amigo James Ivory en Sobrevivir a Picasso, que se rodó en Saint-Tropez y en su estudio de la Rue des Grands Agustins. Sucedía ya cuando las relaciones con la Gilot se habían enfriado, como se demostraría poco después cuando Francoise le abandonó y se llevó a sus dos hijos.

«Pero fue entonces, al querer que me trasladara a vivir a su casa, cuando decidí alejarme de él. ¿Y eso por qué? Quizás por lo que me había dicho nuestro amigo el poeta Paul Eduard: ‘Ten cuidado Genevieve, Picasso acaba matando todo lo que ama’.

Y me marché. Fueron casi dos años maravillosos, pero que tuve que cortar para salvarme. Porque Picasso te absorbe y acaba comiéndote no sólo el cuerpo sino también el alma». «La mujer, las mujeres -medita en su libro- son para Picasso el nacimiento y amén de algo nuevo, el todopoderoso fuego que incendia en el pintor una nueva fuerza creativa. Es un Don Juan de la pintura, un seductor del color que cambia, varía, evoluciona y vuelve, un burlador de la línea tradicional y de cualquier norma. Es la anarquía del rebelde siempre insatisfecho… pero, yo le amé más que a mi vida».

Y todavía quedan Jacqueline y Sylvette.