Fue a eso de las once de la noche cuando el silbato del balear Ángel Rodado Rodríguez tocó a silencio en Cartagena como esa corneta con la que el sargento maestro de bandas del ejército norteamericano Jari Villanueva solía marcar que se había acabado el día, un acorde hoy reconvertido a honores en los funerales militares. Porque lo que más llamaba la atención a esa hora del 30 de junio de 1999 era cómo el estruendo atmosférico que hizo retumbar durante más de 90 minutos el ambiente del Nuevo Cartagonova había enmudecido en segundos. De 100 a 0. Hay un proverbio árabe que dice que el silencio es el muro que rodea a la sabiduría. Y en este caso era el silencio del sabio que claudica.

Al señalar Rodado el final del partido, el estadio de la ciudad departamental, invicto hasta entonces durante cuatro años consecutivos, pasó a un estado insonoro en el que apenas se escuchaban las voces lejanas que procedían de la cabina de prensa desde la que Antonio Postigo y José Cañadillas, los enviados especiales de Diario CÓRDOBA, narraban también para los oyentes de la SER que el Córdoba CF regresaba a Segunda División A, una categoría de la que llevaba 16 años ausente, desde la campaña 1982/83. Las voces de Postigo y Cañadillas se abrazaban sobre el césped con el griterío de los protagonistas de la gesta. Era como el sonido ambiente de aquellos partidos que se juegan a puerta cerrada, cuando se pueden escuchar hasta los televisores de los bares colindantes. Y nada más lejos de la realidad. La ciudad había amanecido empapelada por carteles que tenían como reclamo la frase: «El partido del ascenso». El Córdoba había dispuesto el día de antes 25 autocares para trasladar a aficionados escogidos de una lista de espera con más de 2.000 nombres, pero tuvo que disolver la expedición ya que el Cartagena decidió no ceder ninguna entrada. Era el equipo de Escalante solo contra el destino.

Pero el abarrotado Nuevo Cartagonova se apagó de golpe a la vez que se encendían los decibelios en la noche cordobesa. Ignacio de Luzán definió en el siglo XVIII la épica como una acción «ilustre, de justa grandeza, de un héroe...», y así fue como se fraguó sobre el campo de Cartagena aquel ascenso del Córdoba CF, de ahí que la ciudad respondiese con una euforia con escasos precedentes similares. A los que hicieron posible que el Córdoba CF recuperase la dignidad perdida hoy se les recuerda como a héroes. Fue, se podría decir, la primera vez que el cordobesismo, la ciudad, tocó el cielo en Las Tendillas, como canta el himno del club. Las movidas por el anterior ascenso a Segunda A, en la Liga 1980/81, son recordadas como la «no celebración», algún saludo de la plantilla con el técnico Cayetano Re y el presidente José María Romeo en el viejo El Arcángel y poco más. Como cuando concluyes una faena de obligado cumplimiento. Pero la noche de Cartagena desató un júbilo sin par. Despertaba del letargo esa Córdoba resignada a la frustración. El Córdoba CF, a centenares de kilómetros de los suyos y con todos los arcanos en contra, rompía esta vez esa pandemia que siempre inclina la ciudad hacia el costado negativo.

Nadie discute la heroicidad de lo que aconteció en el Nuevo Cartagonova ni le resta el mérito a aquel episodio como un punto de inflexión que volcó la historia del club, hasta situar el reconocimiento de un ascenso a Segunda en los honores de un salto a Primera. Y es que el Córdoba se recompuso de una temporada en la que los colchones ocuparon el suelo de las instalaciones de El Arcángel con los que los jugadores reivindicaron el pago de las nóminas atrasadas, y en la fase de ascenso los blanquiverdes hasta encajaron una derrota por 5 a 0 en El Ferrol que les obligaba a ganar lo que les quedaba por delante, esto era, a la Cultural Leonesa en El Arcángel y el doble duelo contra el Cartagena que entrenaba Txetxu Aranguren, al que le bastaba con sumar un punto entre los dos encuentros. Cuando el 30 de junio de 1999 Keko marcó de discutible penalti el gol local que abrió el marcador, se encontró la réplica en dos soberbias faltas ejecutadas por Óscar Ventaja y Ramos; esta vez Córdoba no se daba por vencida. Más que sendos golazos, Óscar y Ramos estaban extendiendo la alfombra roja hacia el cielo de Las Tendillas, que ahora, 20 años después, vuelve a encontrarse en estado de espera de esos días de gloria para soñar. Y es que el Córdoba, como escribe Antonio Agredano en En lo mudable (Libros del K.O., 2014), es «un concepto en el que podemos medir nuestro dolor».