Probablemente Manuel López Toledano, de 21 años de edad, natural de Villaralto pero recriado en la casa-cuna de la Diputación, hospiciano a la fuerza, carne de marginación y necesitado de cariño, de profesión camarero y suspendido en unas oposiciones convocadas por el mismo organismo que lo había educado, no sabía aquella madrugada del 29 de enero de 1978 que ese año sería recordado, en toda España, como el de la concordia -emanada de la Constitución-; en Andalucía, como el del nacimiento de la Junta; y, en general, en la vida no oficial, como el del fuego, ya fuera el que en el cuerpo provocaban las películas S o los desnudos de las revistas, en el campo y en las ciudadades las movilizaciones de jornaleros y parados, en Tarragona, las llamas trágicas del cámping de Los Alfaques y en Córdoba, las que quemaron la huella del rococó en el altar mayor de la iglesia de la Merced. Además, el año sólo acababa de comenzar y el único fuego que se había producido en España hasta esa fecha era el que había reventado al ex alcalde de Barcelona, Joaquín Viola, y a su esposa, en un atentado terrorista.

Aquel 28 de enero los jóvenes cordobeses -después de calentar el estómago a base de bocatas en Bocadi, en Munda o en El Caballo Blanco, de haber tomado unos boquerones en vinagre en La Mezquita y unas patatas bravas en El Picantón, por la zona de los mesones de la Judería, o una ración de calamares en La Malagueña (también había quienes hacían la noche en La Montillana con una caña y una tapa de ensaladilla)- iniciaron su peregrinar por Saint Cyr -en unos sótanos de Cruz Conde-, en el Golden de Eduardo Quero o el Club 2000 del Sector Sur a la búsqueda de la famosa fiebre del sábado noche que a John Travolta se le daba tan bien a base de giros, piruetas y saltos en la pista al son de la música disco de los Bee Gees, fiebre que ese año se había renovado con Grease y con Olivia Newton-John. Los requiebros de Travolta a Olivia y las respuestas, dibujadas en el aire, de ésta, imitados por los jóvenes de la época, más que amor parecían una clase de aeróbic de gimnasio. Pero era la moda. Otros, ya menos jóvenes y más talluditos, iban directos, aunque sin dejar pistas y evitando ser vistos, a lugares donde la fiebre del sábado noche subía de otra manera. Por Cercadilla, por ejemplo, donde La Segunda y Copacabana hicieron época. Bailar se bailaría menos pero se le sacaba más rendimiento al cuba-libre, al menos a primera vista. En uno de estos cabarets o salas de fiesta actuaría, años más tarde, Susana Estrada, que este 1978 se retrata al lado del viejo profesor Tierno Galván con una teta al aire. También se podía ir al Azahara, en la plaza de Judá Leví, pero había que ponerse elegantes y en plan matrimonio, que aunque este año el Congreso despenaliza el adulterio y el amancebamiento todavía Córdoba -que cambia de obispo: José Antonio Infantes Florido sustituye a José María Cirarda- no estaba preparada para tanta apertura ni tan laxas conductas. Al menos, públicamente. Esto quedaba, más bien, para solteros empedernidos, con colocación y piso propio -los del edificio Arroyo San Rafael costaban de 1.920.000 pesetas en adelante; por San Cayetano, en la Avenida de los Almogávares, 9, «en las inmediaciones de la próxima Gran Avenida» (?) el precio de las viviendas de VPO oscilaba entre 1.833.000 y 2.558.500 pesetas-, que podían permitirse el lujo de acabar la noche del sábado en el Jamaica 2 de la Carretera del Aeropuerto, en el London Clubde la callejilla Azonaicas, cerquita de Las Tendillas, en el Moulin Rouge de Ministro Barroso y Castillo, o en el President de San Lorenzo. Era agradable ser servido por señoritas.

Más agradable, para otros, era sentir el placer relajado del sábado, tomarse un chocolate con churros en Moka, comprarse unos dulces en la confitería La Perla de la calle Gondomar -que el Ayuntamiento del alcalde Antonio Alarcón Constant habla ya en este 1978 de hacer peatonal-, frente a Los Guillermos, ver los escaparates de Casa Rusi, de la Librería Luque o de los almacenes Woolworth y pasear delante de los socios del Mercantil, que parecían como nacidos para mirar, haciendo como quien lee, sentados en sillones de mimbre.

Aquella Córdoba de 1978, en sus esencias, no difería mucho de la actual. Sólo los nombres de personas -no crean que demasiados- y garitos han podido variar. San Rafael era el santo y seña provincial para abrir las puertas del cielo, el talismán autóctono que aguardaba en el paraíso a los auténticos cordobeses que gustaban del perol, del cante, el dominó y el vino en peñas y tabernas, se habían quedado varados en el toreo del IV Califa, el sin par Manolete, hundían sus raíces artesanales en oficios tan dispares como los piconeros -»Levántate, piconero,/ que ya ha sonado la hora/ de que vayas a tu sierra,/ que es tu mejor compañera/ y tu mejor protectora»- y los plateros -»Lunita clara de los plateros/sigue alumbrando, quédate aquí...»- y sus epopeyas tribales en la Virgen conquistadora de Fernando III -»Virgen santa de Linares,/ reina pura y seductora,/divina conquistadora/ de nuestra ciudad sin par»- y en el caimán de La Fuensanta y alimentaban su acervo costumbrista en Ricardo de Montis, Ramírez de Arellano o Julio Romero. El día 1 de diciembre de ese año, por ejemplo, el gremio de plateros celebra a San Eloy con una función religiosa en San Francisco, cantada por los coros del Real Centro Filarmónico, dirigidos por Carlos Hacar y después se van a cenar al Círculo de la Amistad. Al día siguiente, en el Rincón del Cante, Luis de Córdoba cantaría en la XXXVII Cena Flamenca. Eran las alternativas de la diversión, muy rudimentarias aún. Tanto que sólo existía una cadena de televisión -la nacional, aunque ya se pueden leer cartas al director en el CÓRDOBA, en las que la Asociación Española de Anunciantes reclama cadenas privadas- con el lujo añadido de su casi recién estrenado segundo programa de UHF. No era plan el pasarse la noche del sábado viendo a Lauren Postigo, que este año hace furor con su programa Cantares, del que reniega el cantaor Meneses. Además la tele tenía restringido su horario entre carta y carta de ajuste (que le venía muy bien a los técnicos para sintonizar los aparatos), y dejaba las mañanas libres a los españoles hasta las 13.45 (no me explico cómo pudieron crecer aquellos párvulos de los setenta sin dibujos animados mañaneros ya que tenían que esperar hasta Un globo, dos globos, tres globos para sentir la tele como suya). La emisión de noche comenzaba a las 21.30 y tres horas después, con el Últimas noticias, Buenas noches y Despedida y cierre los españoles se iban a dormir tempranito con el alma serenada. Porque a esas horas, hasta La Clave del segundo programa, una concesión a la progresía, ya había acabado.

La progresía de olor a pachulí era otra cosa y sus claves de diversión, inescrutables, como los designios de Dios. Una parte de ellos tenía su santuario intelectual en el Círculo Cultural Juan XXIII, sus copas comentadas en el Desván, cerca del Araña y del Kiwis y su alimento, en

los cine-clubs y en las salas de arte (Galería Juan de Mesa, por ejemplo). Pero ese año de 1978 la mayoría estaban “empleados” en la preautonomía -Antonio José Delgado de Jesús, de la UCD, se hace con la cartera de Sanidad y Rafael Vallejo, del PSOE, con la de Juventud y Deporte-, las elecciones sindicales -Manuel Rubia es el hombre de CCOO y Emilio Fernández Cruz, el de la UGT-, en el Congreso de Cultura Andaluza -donde Antonio Gala acuña el grito «¡Viva Andalucía viva!»-, en los movimientos reivindicativos populares, como el GAB (Grupo Anticapitalista de Base) o la Asamblea de Parados -Antonio Perea Cahue irrumpe un Pleno de la Corporación de Alarcón, a los que nadie asistía, y el alcalde le da la palabra-, en las huelgas -de panaderos, basureros, maestros, artes gráficas, Westinhouse, Andaluza de Cerámicas, médicos de Reina Sofía (donde ya comienza a sonar el nombre de Manuel Concha), transportistas autónomos por carretera...- y, sobre todo, en los mítines para reclamar el sí en el referéndum para aprobar la

Constitución del 6 de diciembre. Fue el momento en que los locales de pueblo donde habían de intervenir los políticos cobraron vida propia en la lista de Actos para hoy del CÓRDOBA -la Casa de la Cultura de Palma del Río, el cinema Ulía de Fernán Núñez o el Salón Parroquial de Villaralto, por poner un ejemplo-. Por UCD -que este año hace famosos sus viernes y sus moquetas en la sede de Generalísimo, 32, ahora Ronda de los Tejares (el 1 de diciembre, por ejemplo, proyecta La leyenda de Marilyn Monroe, precedida de presentación y seguida de coloquio)- repiten como mitineros el senador Cecilio Valverde y los diputados Delgado de Jesús y Carmelo Casaño; los socialistas llevan como cabezas de cartel a los senadores Joaquín Martínez Bjorkman, Manuel Gracia y Matías Camacho y a los diputados Guillermo Galeote y Rafael Vallejo; los comunistas sólo pueden lucir un diputado, Ignacio Gallego, pero son los más generosos en patearse Córdoba y provincia con una extensa e inagotable lista en la que destacan en 1978, por su futuro, nombres como Ernesto Caballero, Julio Anguita, Dionisio Ortiz, Herminio Trigo, Filomeno Aparicio y una jovencísima Rosa Aguilar, entre otros. En los mitineros del PTA sobresale un curioso nombre: Manuel Pérez, que luego sería alcalde de Córdoba. Los del PSA, coherentes con su andalucismo militante, organizan un acto el 4 de diciembre -entonces, Día de Andalucía- en el que no falta su ideólogo, José Aumente.

Aparte del alimento político que podían suponer los mítines la agenda cultural funcionaba de forma paralela. Así, mantenían su programación la Real Academia, los Colegios Mayores con una semana sobre Andalucía -José Luis Ortiz de Lanzagorta con Algunas notas sobre la literatura andaluza de hoy, Manuel Ruiz Lagos, con Andalucía, la conciencia de una nacionalidad-, el famoso Club de Márketing y sus mesas redondas en ETEA, la Peña Flamenca de Córdoba y su semana dedicada al cante jondo en el salón de actos del Monte de Piedad, en Generalísimo, 29, presentada por Ángel Marín Rújula, los cine-clubs del Círculo de la Amistad, del Colegio de Médicos, del Colegio Mayor Séneca y hasta el de los Viernes de UCD. También se podían visitar las exposiciones de la Asociación de Artistas Plásticos (San Felipe, 7), Art Cuenca -donde exponían, entre otros, Jacinto Lara y Juan Zafra, ambos de Fernán-Núñez-, Cossano, Manuela, Palacio de la Merced o de la ya mencionada Juan de Mesa.

Cola de cordobeses en una de las urnas para ejercer su derecho a votar el 6 de diciembre de 1978. Foto: RICARDO

Pero lo que de verdad hace furor y atrae al gran público en este 1978, en que se estrena El último tango en París y las mujeres se atreven con el monobikini (ahora top-less) en la playa, es el destape en sus diversas manifestaciones artístico-culturales como las revistas -Interviú se lleva la palma al conseguir desprenderle tanto la mugre de la dictadura que las deja en cueros, a mujeres como Pepa Flores (la Marisol del régimen), María Salerno, la de las lágrimas de Simplemente María, Amparo Muñoz, Rocío Dúrcal, Pilar Bayona (la de Pili y Mili), Marisa Medina, Bárbara Rey, María José Cantudo, la protagonista del primer desnudo integral en el cine con La trastienda, Agata Lys, Susana Estrada, Victoria Vera o Nadiuska-, el teatro -se iba a ver ¿Por qué corres, Ulises?, de Antonio Gala, por el desnudo de Victoria Vera, la musa de la transición- y el cine en su versión S, esas películas que «por su temática o contenido pudieran herir la sensibilidad del espectador». Ninfómanas, sátiros o muchachas insaciables pululaban por la cartelera cordobesa -cuyos programadores destacaban en el CÓRDOBA la parte más excitante del filme- que en este año cuenta con 15 salas de cine. Un día de programación al azar: Carlos III, El tango de los colchones; Gran Teatro: Contrólese, soldado; Góngora: Ojos, con Faye Dunaway; Isabel la Católica: Convoy, de Sam Peckinpak; Magdalena, sala especial: Querida amante; Alkázar: Betsy, «nunca los amores fueron tan ardientes ni tanto el deseo de poder y riqueza»; Almirante: Ninfomanía, «nunca reflejó la pantalla la tremenda vida de una ninfómana. Una muchacha insaciable que caminaba por la vida sólo en busca del placer»; Cabrera Vistarama: Reflejos en el ojo dorado; Córdoba Cinema: Tren especial para Hitler; Fuensanta: Dispuesta a todo, «le entregó su amor, su cuerpo, su alma...»; Lucano: Retrato en negro de la burguesía, «¿cuál es más apasionada, una mujer adulta o una adolescente?», con Ornella Muti, Senta Berger y Capucine; Osio: Triángulo diabólico de las Bermudas; Palacio del Cine: La maldición de Domen; Santa Rosa: Los jóvenes leones y Séneca: El coleccionista.

Otras aficiones, en vez de calor provocaban tiritones. La del fútbol, por ejemplo. No sabemos si el equipo local dejaba helada a la afición o no, pero el 29 de noviembre, en un partido de Copa entre el Córdoba y el Granada, que queda en empate a cero, los graderíos de preferencia se iluminaron con unas cuantas candelas que paliaron, en parte, la debilidad de los focos y calentaron algo a los cuatro mil espectadores que presenciaron cómo Escalante, que «rozó lo insuperable, con el sello especial de las grandes figuras, que es el suyo en los días de inspiración» sufrió una lesión en el hombro. En esa época -en que una mujer, Mari Carmen Izquierdo, hacía deportes- estaba de entrenador Miralles, en entredicho como casi siempre han estado los mánagers cordobesistas, y de presidente, José María Romeo, que prometieron avivar la llama del cordobesismo a punto de apagarse después del descenso a Segunda B tras el palizón propinado por el Coruña (6-1) en la temporada 77-78, que había estado dirigida, en lo económico, por Ricardo Mifsut, y en lo deportivo, por Ben Barek. El domingo 3 de diciembre el Córdoba de Luna, Rafalín, Carbó, De la Cruz, Marín, Delgado, Carlos, Alors, Burguete, Escalante y Rivero doblega (3-1) a un difícil Cacereño en una jornada en la que el equipo local va en la tabla del Grupo II de Segunda B -integrada por veinte equipos- el quinto por la cola, el Tarragona el primero y el Olímpico, el último. Era la jornada 13. Ese mismo domingo, en Primera el Madrid era el líder, el Celta, el farolillo rojo y el Barça, el sexto. El Betis estaba en Segunda A, lo mismo que el Coruña. Pero de lo que más se hablaba en el mundillo del balompié en este año -en el que mueren dos leyendas: Zamora y Santiago Bernabéu- era del fallo de Cardeñosa en los mundiales de Argentina, en junio, donde España fue eliminada en la primera fase y Videla le entregó la Copa al capitán del equipo de la nación anfitriona, Passarella, tras vencer a Holanda en la final.