Varias provincias andaluzas se disputan la maternidad -más segura que la paternidad- del ajo blanco, y precisamente por ello, me parece adecuado para homenajear nuestra cocina: sencillo, nutritivo y refrescante. El orden de los ingredientes era importante cuando se hacía a mano y había que machacar los elementos de mayor dureza, almendras, ajos y sal, hasta obtener una pasta fina a la que añadir la miga de pan, remojada con anterioridad, y el aceite, removiendo y emulsionando, como en la mayonesa; y el vinagre y el agua. Admiro esta forma de trabajar, pero hoy día, con las batidoras no veo la necesidad de sufrir; sin embargo, respeto el orden de los ingredientes. En cuanto a las cantidades, éstas son las mías: 200g de almendras peladas, 3 dientes de ajo, sal gorda, 200g de pan, 100g de aceite, 1 cucharada sopera de vinagre de vino y un litro y medio de agua muy fría. Como guarnición, pasas o uvas moscatel o bolitas de melón o daditos de manzana o pepino. Nunca más de dos cosas.