Uno de estos parajes mágicos es, sin duda, el parque natural de las fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, que alberga el 'bosque encantado' de Muniellos

Muniellos es un bosque como el que dibujan los cuentos de hadas. Esta Reserva Integral Natural comprende tres montes -el monte de Muniellos, La Viliella y el monte de Valdebois- y alberga el mayor robledal de España, uno de los mejor conservados de Europa. Dicen quienes se adentran en él, que allí sopla el aire más puro y la atmósfera está impregnada de misteriosas leyendas. Pero ojo, que sólo unos pocos privilegiados pueden llegar a conocerlo. Por tratarse de una de las más extraordinarias muestras de la naturaleza ibérica y una de las masas forestales más emblemáticas de Europa, las visitas están restringidas y el permiso debe solicitarse con bastante antelación en https://sede.asturias.es.

Muchas son las voces que se han alzado a lo largo de los años para proteger su riqueza y pureza. Prueba de esta virginidad son las barbas del capuchino, su mayor seña de identidad: una mezcla de liquen y de alga que cuelga de los troncos de los árboles, propiciando una atmósfera misteriosa. Es, además, un indicador de la altísima calidad medioambiental, pues este extraño organismo tiene el buen gusto de crecer tan solo en los parajes limpios y sin contaminación.

Entre robles y osos

En Muniellos tan solo existe una ruta posible, de 20 kilómetros, circular, que lleva unas siete u ocho horas en completarse. Es la llamada ruta de Fonculebrera. Pero en el conjunto del Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias los senderos y opciones se multiplican, desde paseos cortos, como 'Los refugios del oso pardo' en el entorno de Muniellos o la 'Ruta del vino' en Cangas del Narcea, hasta senderos de gran recorrido como "Por dónde camina el oso", para disfrutar al máximo de todos los rincones de los tres concejos protagonistas a través de 11 intensas etapas. La vegetación del Parque se caracteriza por su gran extensión de robledales y hayedos.

El más importante de estos últimos, por su tamaño y estado de conservación, es el hayedo del valle del Hermo, que ocupa aproximadamente 10 kilómetros de ladera. Los robledales se distribuyen por toda la zona, siendo el máximo exponente de roble albar el bosque de Muniellos. Por Degaña, en la cuenca alta del Naviego o en la subida al puerto del Connio abundan los abedules. En la alta montaña la vegetación está constituida por matorrales de enebros, brecinas y arándanos, siendo muy característicos los del Cueto de Arbás.

En cuanto a la fauna salvaje, el oso pardo es el señor indiscutible de este ecosistema, un símbolo, lo mismo que el urogallo cantábrico, que tiene en aquí uno de sus últimos bastiones. A su lado destacan el rebeco cantábrico, los lobos ibéricos, la trucha común o el picamaderos negro, el mayor y más espectacular de los pájaros carpinteros de Europa. Para conocer cómo viven estos animales, existen interesante actividad de observación de la fauna e interpretación de la naturaleza en el mismo parque.

Embutidos, pan y vino gastronomía autóctona

El aislamiento geográfico de esta zona ha contribuido a mantener costumbres culinarias ancestrales, como el ritual de la matanza del cerdo, del que se obtienen ricos embutidos y salazones, entre los que destacan el butiello y el chosco. El plato más típico es el potaje o caldo de berzas, mejor si se acompaña con un trozo de pan de leña. La miel, recogida de la manera más tradicional, es otro de los manjares de la zona y, por supuesto, mención aparte merece el vino.

Acogido a la Indicación Geográfica Protegida con la denominación de Vino de Calidad de Cangas, es un elemento diferenciador por ser esta la única zona asturiana productora de vinos. Quien se decante por una experiencia enoturística visitando las bodegas, viñedos e incluso el Museo del vino de Cangas saldrá más que satisfecho.