FICHA

Castillo construido sobre una fortaleza almohade, del siglo XII, fuertemente reformado tras la conquista cristiana y con numerosas intervenciones en siglos posteriores. Alrededor de un patio de armas se elevan cuatro torres unidas por otros tantos lienzos de muralla.

La visita

El castillo es visitable previa cita en el Ayuntamiento de Castro del Río (957943081).

----------------------------------

El castillo de Castro del Río es punto y aparte al tratarse del edificio más fortificado de la población más amurallada de Córdoba. Y es que pocas localidades como Castro del Río pueden presumir de conservar un casco histórico dentro de otro, aunque ello suponga una trama urbana constreñida y que acceder al núcleo de la localidad aún se limite a tres accesos. Pero, ¿qué se puede esperar de una sitio que su propio nombre, castro, significa «población elevada fortificada»? Pues así, haciendo justicia a su denominación, en la parte más alta del núcleo urbano, a 227 metros de altura sobre el nivel del mar y varias decenas sobre la campiña circundante, se encuentra el castillo empotrado en la propia muralla que protegía la población, todos ellos de origen almohade, al final del siglo XII, cuando el empuje de los reinos cristianos ya se dejaba sentir cerca del Valle del Guadalquivir.

El caso es que, tras la conquista de Castro por las tropas cristianas, se aprovechó el trabajo de fortificación y de esta época se estima que es la configuración que ha llegado a nuestros tiempos, eso sí, sin olvidar reformas y reconstrucciones de siglos posteriores.

De entrada, nos encontramos con un recinto de dimensiones moderadas, pero más que suficientes para albergar un contingente que asegurase su defensa, con un patio de armas rectangular de 25x20 metros con cuatro torres en cada esquina, unidas por otros tantos lienzos de murallas. La fortaleza solo tiene una entrada: una sólida puerta con sillares y dovelas (las piedras del propio arco) bien labrados, contrastando con la mayoría de la fábrica del conjunto, como en la cercana torre del homenaje, la única que no está desmochada y que se construyó sobre piedras de mampuesto (sin labrar, unidas con argamasa) y con tapial, esa otra especie de piedra artificial de tierra, cal y aglomerante prensado que si no llegan a ser eternas, sí que son capaces de aguantar unos buenos siglos. Una curiosidad: la torre es maciza, y también emplea ladrillos en sus paramentos. Otra anécdota: arriba quedan restos de ménsulas, unos elementos sobresalientes donde se cree que se levantaban garitas de vigilancia.

Impresionante perspectiva de parte de Castro y del interior del castillo, que vuelve a albergar en ocasiones grandes eventos. SÁNCHEZ MORENO

Pero sigamos con curiosidades. Hay una segunda torre, la del noroeste, que también es maciza, pero se le ha excavado una pequeña estancia sin que la construcción haya caído. Las otras dos torres sí que contienen dependencias… y sorpresas. Así, la torre noreste está constituida por una cámara hexagonal con bóveda de paños (aunque no se sospecha, porque por fuera es un cilindro) a la que se accede por un portichuelo con un arco escarzano (para entendernos: un arco aplastado), y dentro… un gran aljibe. No hay que dejar volar mucho la imaginación para intuir cuánto significaba el agua que contenía aquel depósito en los tiempos en los que la fortaleza era sitiada. También tiene sorpresa la última de las torres, que se usó de palomar: una escalera que es la única forma de acceder al adarve (el pasillo superior de la muralla, junto a las almenas), clave para la defensa del conjunto. Unas murallas del castillo, dentro de una ciudad amurallada, que se muestran sólidas como el primer día. A fin de cuentas, y es otro dato a recordar, tienen dos metros de espesor. ¡Qué menos para Castro del Río!

RECOMENDACIONES

PASIÓN POR EL MAR DESDE LA CAMPIÑA

La gastronomía castreña es tan rica como sus productos del campo. Hornazos, roscos blancos... Pero, paradojas del buen comer: a los castreños les vuelven locos manjares que hay que buscarlos a cientos y hasta miles de kilómetros, como el marisco de la ya tradicional cita en torno al 6 de agosto (posiblemente el mayor evento de su género en esas fechas en el interior del sur peninsular), o el bacalao, que desde Terranova encuentra en Castro uno de sus mejores certámenes culinarios de Europa cada sábado anterior al Domingo de Ramos.

PARA VIAJEROS Y PEREGRINOS

La oferta de alojamientos no es corta en Castro, comenzando por el hostal municipal o alojamientos turísticos, incluida una hospedería. Por supuesto, la oferta se multiplica si se recurre a localidades del entorno en caso de que el viajero quiera continuar su itinerario. Capítulo aparte es el albergue de peregrinos que abrió en Castro, al ser paso del ramal oriental (Granada, Jaén y Almería) del Camino Mozárabe, que cada año, salvo pandemias como la actual, aumenta el número de peregrinos hacia Córdoba y Compostela.

CALLEJEAR ENTRE MURALLAS

Además del castillo, el viajero no puede perderse la iglesia de La Asunción, hermana lejana en la distancia (que no en espíritu) de las iglesias fernandinas de la capital, o la iglesia de Madre de Dios, en su día extramuros de Castro, con su curiosísima cúpula oval de abultadas yeserías. Presten especial atención a sus tablas y retablos, joyas barrocas. Pero tampoco olviden disfrutar de la historia viva: paseen por las calles intramuros y déjense sorprender por rincones o cuando se abren paisajes de la campiña que les serán inolvidables.