El cine es lo que uno imagina entre un fotograma y el siguiente, igual que los sentimientos que sugieren los ojos del protagonista de esta historia, los ojos de César. El jefe de los buenos, los simios, encarnado -es un decir, pues los efectos digitales y la caracterización del personaje dejan poco espacio para la huella humana del actor- en Andy Serkis, gracias a la opción del realizador Matt Reeves, que opta por la elección del primer plano, nos presenta un interesante punto de vista con el cual fácilmente se identificará el espectador. Por el contrario, al otro lado, están los malos de la historia, los humanos, un ejército de militares comandados por alguien que homenajea en demasía al general Kurtz del conocido filme de Francis Ford Coppola, Woody Harrelson intenta llegar con su personaje a las profundidades de Apocalipisis now pero se queda en algo más histriónico y superficial, en las cloacas de un lugar donde se está construyendo un gran muro, cosa que carga de simbolismo político a esta película bélica, con bastante cercanías con el western, llamada a cerrar una saga de ciencia- ficción inaugurada en 1968 cuando alguien llevó a la gran pantalla la novela de Pierre Boulle. En esta franquicia distópica, nos vamos a encontrar con un colofón de lo más austero en lo que se refiere a su producción y concepto total, narrada con cierto clasicismo, muy bien filmada e ilustrada con una fotografía de lo más lírico que denota cierta nostalgia y una banda sonora eficaz aunque, quizás, demasiado presente en el metraje. Con respecto a las referencias se hace demasiado explícito el homenaje al reverenciado filme incluso citado en una pintada que deja bien claro donde se va a situar la cinta. No obstante, me quedo con ese duelo, no al sol, sino en lo más oscuro, entre los dos líderes (el militar y el animal). La lucha entre la naturaleza y la maldad humana.