Con solo 170 alumnos abría en enero de 1928 sus puertas la que hoy es la Escuela Politécnica Superior de Córdoba (EPSC), que entonces se llamó Escuela Industrial. En estos 90 años aproximadamente unos 20.000 alumnos han pasado por sus aulas, llegando a tener a finales de los años 90 en torno a 2.500 estudiantes matriculados por año, explica el director de la escuela, Juan Luna.

En la actualidad, la EPSC cuenta con algo más de 1.600 alumnos, que se distribuyen en los cuatro grados que imparte -Ingeniería Informática (30%), Ingeniería Mecánica (30%), Ingeniería Electrónica Industrial (20%) e Ingeniería en Electricidad (15%)- y el máster en Ingeniería Industrial (5%), «que representa el nivel más alto que se puede alcanzar en la ingeniería industrial y que viene a sustituir a la antigua titulación superior de ingeniero industrial, que fue una vieja reivindicación de la Escuela», apunta Luna quien señala que en los últimos años el número de estudiantes que finalizan su carrera en ambas ramas (industrial e informática), tanto de grado como de máster, supera los 200 egresados por año, «con una empleabilidad media que ronda el 80%», presume.

IMPORTANCIA/ Luna remarca la importancia que tiene una escuela como la EPSC dentro de la Universidad de Córdoba y para el entorno social y productivo de Córdoba. «Creo que nadie puede discutir el carácter estratégico de la tecnología para el crecimiento económico bajo un enfoque moderno y más aún para las economías basadas en el conocimiento, que debería ser el objetivo a alcanzar. Por ello, estamos convencidos de que debemos actuar como socios, y no como competidores, de las demás escuelas y facultades de nuestra Universidad que trabajan en el ámbito de la ciencia y la tecnología, y por qué no, también aportar ese plus tecnológico, cada vez más necesario, a las que se dedican a otros ámbitos como las humanidades y las ciencias sociales», dice el responsable de la escuela, que insiste que «es de vital importancia conseguir una sintonía entre nuestro trabajo formando buenos ingenieros e ingenieras y las políticas municipales y autonómicas orientadas a potenciar el sector industrial y las economías basadas en el conocimiento; esto es lo inteligente, además de necesario».

NO FÁCIL/ Necesario, pero no sencillo. Así lo reconoce Luna que admite que «el camino no ha sido ni es fácil para una escuela como la nuestra, pero ni es problema del carácter (agroalimentario) de esta universidad, ni es posible mejorar sin afrontar las dificultades». Unas dificultades que están empeñados en superar los 140 profesores de los 13 departamentos de una escuela que, con asignaturas de alta experimentalidad, tiene un importante potencial investigador y de transferencia aunque «curiosamente, ésta ha sido siempre la faceta menos reconocida de nuestro trabajo», lamenta el director del centro, Juan Luna.H