«Parece que fue ayer». Con esa frase comienzan la mayoría de los testimonios de los estudiantes que, a día de hoy, se enfrentan al «último empujón» del curso y de sus exámenes. «Cuando comienzas el curso sabes que va a acabar, pero hasta que no llegas a los exámenes no te das cuenta de que ya sí que no hay vuelta atrás», cuenta Carmen, estudiante de Magisterio, más nerviosa por los exámenes que quedan que por lo que viene detrás. Porque sí, es cierto, detrás de los exámenes viene mucho más. El Trabajo Fin de Grado, por ejemplo; elegir un máster, realizar las prácticas en empresa o no estar lamentando la elección que hicieron hace cuatro años sobre qué estudiar. Vienen tiempos difíciles; quizás, esa sea la decisión más importante que se pueda tomar en la vida: a qué dedicarse el resto de la vida. Pero suficiente hay con estar de exámenes, como para pensar «dónde estaré dentro de veinte años».

Aunque los exámenes ocupen el mayor tiempo de los estudiantes, muchos de ellos viven esta recta final con pena, aunque «también es cierto que cuando te ves al final del camino lo único que quieres es acabar, cerrar el capítulo», cuenta Cynthia, estudiante del grado de Derecho, ya en último curso. Una situación que hace que viva los exámenes con «más angustia» ya que «no hay un ‘año que viene’ para recuperar o cuadrarte con el resto de asignaturas», cuenta entre melancólica y nerviosa. «El suspender una asignatura retrasaría todo el proceso, lo que hace que en esta recta final también te vuelvas a replantear tu vida académica por completo», puntualiza. Prácticas, Trabajo Fin de Grado, asignaturas, exámenes o la vida fuera de la universidad… todo es poco (o quizás demasiado) para poner a prueba a estos estudiantes que, en solo cuatro años (o más, en el caso de las dobles titulaciones) han tenido que madurar a golpe de estudio.

Pero esta última evaluación, para muchos, no es lo que peor se lleva de este «mes maldito» de junio (y julio para una gran mayoría de estudiantes). Muchos alumnos vuelven de disfrutar sus becas Erasmus. Un año de cambios, novedades y, también, de aprender a madurar fuera de casa. Como Jaime, estudiante de Derecho y Administración y Dirección de Empresas que, tras casi un año, regresa de su estancia en Vilnius, Lituania. «La vuelta se hace muy dura, te acostumbras a estar siempre rodeado de gente de otras culturas y, ahora, volver a lo de antes se hace extraño», cuenta este estudiante en pleno viaje de regreso a España. «El balance que puedo hacer de este año y de esta beca es muy positivo, no solo en el terreno académico si no también en el personal», asegurando que ha «aprendido a sobrevivir». ¿Sus objetivos para el próximo curso? «Después de haber mejorado tanto mi nivel de inglés, sacarme el certificado», pero, sobre todo «no parar de viajar y conocer mundo», porque esta beca « engancha» y «una vez que empiezas, no puedes parar».

Un sistema diferente, una organización académica también distinta, la adquisición de nuevas competencias y destrezas, conocer gente nueva y, sobre todo, nuevas culturas y formas de vivir y ver la vida, un nuevo idioma y nuevas inquietudes que antes de «salir del nido» no se tenían. Como Jaime, cientos de estudiantes de la Universidad de Córdoba también regresan a sus casas con unas mochilas cargadas con todos esos nuevos rasgos, recuerdos y vivencias que antes no tenían. Ahora les toca a los alumnos del próximo curso salir con sus maletas vacías y disfrutar de esta experiencia. Pero, también «llevar el nombre de Córdoba y de su universidad por todos los rincones», pide el rector. Lo que siempre se ha llamado «hacer patria».

Pasada la Erasmus, el periodo de exámenes, la «reordenación» de sus futuros académicos y, al fin y al cabo, el curso, viene decir ese «triste adiós» y poner punto y final a un curso que, para algunos más y para otros menos, habrá marcado un antes y un después en sus vidas. Así que, estudiantes de la UCO, ¡nos vemos el curso que viene!