Este lunes nos dejó el gran e irrepetible cordobés Alfonso Gómez López. Alfonso, fiel esposo de doña Luisa Aguilar y abnegado padre de Juan, Carmen y Rafael, tuvo siempre una máxima en su vida: “aquello que hagas, hazlo con el corazón”.

Los que le hemos conocido, bien sabemos que ese lema lo elevó siempre a la máxima expresión en todo aquello que se propuso hacer. Y es que, a su brillante carrera profesional como abogado, se le une una admirable y ejemplar vida personal en la que cumplió gran parte de sus muchos sueños: desde ser Presidente de su querido Córdoba FC en el año 1986, a ser nombrado miembro de la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, convirtiéndose entre medias en reputado y reconocido historiador, escritor y conferenciante.

Su continua presencia en actos de la sociedad cordobesa y su fácil pluma y conocimiento de la historia y vida de Córdoba le llevó, sin pretenderlo, a ser considerado por muchos como el cronista oficial de la ciudad. En su faceta como escritor, consiguió lo que pocos han conseguido: ser profeta en su tierra ¡Y qué tierra ésta! Ni más ni menos que Córdoba, plaza difícil de conquistar debido al especial carácter de sus gentes; mitad andaluces y mitad castellanos.

Logró la fama y el merecido reconocimiento con su libro “La Córdoba Golfa”, considerado el primer best seller cien por cien cordobés y en el que trató con descaro y humor las andanzas nocturnas de muchos de nuestros ilustres cordobeses del pasado siglo XX.

Pero a ésta, su gran obra, le acompañaron un total de cinco títulos, entre otros “Gente de mi pueblo: cordobeses, cordobitas y cordobillas” o su último libro “Córdoba en mi memoria“. También presentó distintos artículos y escritos entre los que me gustaría destacar su Decálogo del Califa. Éste documento, así como su arrojo, determinación y empeño, lograron que se hiciera justicia con una de las figuras más importantes y grandes del toreo: Manuel Benítez “El Cordobés”. Y es que Benítez hoy es el único Califa vivo gracias al empeño que puso Gómez en ese más que merecido nombramiento.

Amigo de sus amigos, siempre encontré en él un buen consejo o una cariñosa mueca saludatoria, acompañada de su pícara sonrisa, que te hacían sentir cercano y especial en su artista mundo.

Personaje irremplazable que nos deja y que, con esto último que me escribió por Whatsapp, entiendo que resume su gran condición y la enorme dignidad con la que presentó batalla a su asesina enfermedad: “Esto es increíble. Otra etapa crítica iniciada el lunes me ha traído de nuevo a Cruz Roja y no sé lo que me espera aquí. Pero seguiré luchando para vencer y no venirme abajo”. Alfonso, amigo… descansa en paz.