Ganado: seis toros de El Pilar, con volumen y notable alzada y con seriedad en las cabezas, la mayoría con los cinco años cumplidos. Salvo tercero y sexto, de menos entrega o a la defensiva, el resto dio sobrado juego, con un cuarto especialmente destacado por su bravura y que se llevó una fuerte ovación en el arrastre.

Pepe Moral: estocada atravesada (silencio).

Álvaro Lorenzo: pinchazo y estocada (vuelta al ruedo tras leve petición de oreja); estocada trasera (ovación tras aviso).

Ginés Marín: estocada trasera (silencio); pinchazo y bajonazo (silencio).

Cuadrillas: destacó el picador Juan Antonio Carbonell en el tercio de varas del cuarto.

Plaza: La maestranza. Noveno festejo de abono de la feria de Abril de Sevilla, con media entrada en los tendidos (unos 6.000 espectadores) en tarde agradable, con rachas de viento.

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La corrida de ayer en Sevilla supuso una bajada de tensión y efervescencia en la hasta ahora exitosa Feria de Abril, tanto en los tendidos, que sólo se cubrieron en su mitad, como en los resultados artísticos, a pesar de que se jugó un encierro de El Pilar que dio opciones para mucho más.

De hecho, únicamente el toledano Álvaro Lorenzo consiguió dar una vuelta al ruedo, a la muerte del segundo de los toros salmantinos, por una faena correcta pero que no provocó gran clamor en el público que eligió acudir a la plaza en vez de al abarrotado recinto ferial.

Con un cartel de escaso tirón, que explica el porqué no se llenó la Maestranza por primera vez en una semana y en un martes de farolillos, se anunciaba una corrida de El Pilar, ganadería inexplicablemente rechazada por las primeras figuras a pesar de su alta media de toros de calidad durante los últimos años.

Y, para no variar, ayer tampoco fallaron los astados charros, pues fueron hasta cuatro los que dieron claras opciones de triunfo a sus lidiadores.

El más evidente fue el cuarto, un cinqueño más bajo de alzada que sus zancudos hermanos, aunque más aparatoso y «desagradable» de cara. Pero lo que tuvo también es un largo cuello para descolgar la cabeza al embestir a la muleta con la misma prontitud y fuerza con que lo hizo por dos veces de largo al caballo de picar.

Claro toro, pues, que puso en bandeja un triunfo rotundo a su matador, pero Pepe Moral no llegó nunca ni a confiarse de verdad con él, ni a asentarse ni a dar el paso adelante para cuajarlo. Tan cauto, tan dubitativo, que se dejó ir sin remedio una ocasión de oro para terminar de lanzar su carrera. Ya antes se había visto al sevillano espeso y con pocos recursos ante un primer astado mansito aunque con una palpable calidad en su apacible comportamiento, como un adelanto de lo que sucedería más tarde.

También fue potable y noble el lote de Álvaro Lorenzo, que se abrió con un segundo también de kilométrico cuello que usó para poner entrega y clase ante los engaños del toledano, aplicados en una faena correcta y estimable, sin grandes apreturas y quizá también forzando al toro a humillar más de la cuenta, por lo que el animal amagó con rajarse finalmente. Pero fue entonces cuando, con circulares y adornos, aprovechando inteligentemente la querencia del animal a los adentros, Lorenzo más calentó al tendido antes de cobrar, tras un pinchazo, una sensacional estocada que por sí sola avaló esa única vuelta al ruedo de la tarde.

También fue de más a menos su labor con el quinto, trabajo de largo metraje ante un toro con menos clase pero de mayor fondo, que apenas tuvo conexión con el tendido en su primera mitad, hasta que Lorenzo le puso más fibra y más entrega al asunto.

Los dos toros más deslucidos de esta otra buena corrida desaprovechada de El Pilar se juntaron en el lote de Ginés Marín. El tercero, porque nunca humilló, al revés que los cuatro destacados, y el sexto porque se defendió con genio y secos cabezazos. El extremeño estuvo paciente con ambos y supo cogerles bien el aire para sacarles incluso muletazos limpios y más largos de lo pensado, aunque todo con una frialdad formal y una ausencia de fibra que acabaron por demeritar el conjunto.