Ganado: Cinco toros de Montalvo, de gran presencia, por su cuajo y seriedad dentro de unas buenas hechuras, y que dieron juego variado, desde el genio de manso del sexto a la bravura enclasada y profunda del tercero. Y un sobrero de Adelaida Rodríguez (2o), basto y descastado, que sustituyó a uno de los titulares devuelto por su descoordinación de movimientos.

Juan Bautista, de blanco y plata: estocada baja (silencio); estocada caída (ovación).

José Garrido, de verde musgo y oro: pinchazo, estocada corta atravesada y tres descabellos (ovación tras aviso); estocada baja (oreja).

Alvaro Lorenzo, de celeste y oro: estocada tendida (dos orejas); dos pinchazos, bajonazo trasero y descabello (silencio tras aviso). Salió a hombros.

Entre las cuadrillas, destacaron las magistrales bregas de Sergio Aguilar y Rafael González. En banderillas saludaron El Puchi, Alberto Zayas, José Chacón y José María Amores.

Plaza: Segundo festejo de abono de la Feria del Pilar, con un cuarto del aforo cubierto (unos 2.500 espectadores).

El diestro toledano Álvaro Lorenzo salió ayer por la Puerta Grande de la plaza de toros de Zaragoza después de cortarle las dos orejas, con cierta generosidad, a un excelente toro de la seria y cuajada corrida de Montalvo lidiada en el segundo festejo de abono de la Feria del Pilar. Melonero, que así se llamaba ese tercero de la tarde, tuvo, además de la seria presencia de toda la corrida, unas perfectas y armónicas hechuras que, de antemano, prometían que el animal podría desarrollar todo lo que llevaba dentro: una bravura profunda y de gran clase para seguir los engaños. Ya desde que salió al ruedo el astado salmantino descolgó el cuello para seguir los vuelos del capote a ras de arena, con el añadido de hacerlo además galopando con ritmo y calidad. La faena del toledano se basó en el pitón derecho, por donde, en lo básico, le ligó varias series de corta duración, de tres muletazos pulcros y de escasa fibra, aderezados con de pases de pecho y adornos que provocaban más palmas que el toreo fundamental.

Con la izquierda. por donde el toro pareció no cambiar, no encontró Lorenzo el acople en un breve intento que quiso enmendar con nuevos adornos y un final por luquecinas -cambiando la muleta de mano en los pases sin ayuda de la espada- con los que terminó de calentar un trasteo de menor nivel que la gran condición del animal. Pero ese final vistoso y una estocada de buena ejecución resultaron determinantes para que paseara ese segundo trofeo que, con generosidad de público y presidencia, le abrió finalmente la Puerta Grande. Luego la suerte le compensó, para mal, con un sexto toro de muy serios y astifinos pitones que usó para defenderse con un complicado genio de manso, ante lo que Lorenzo bastante hizo con evitar un más que posible percance.

También obtuvo un trofeo el extremeño José Garrido, al que correspondió el lote de toros más áspero y agrio de la corrida, tanto el feo y desrazado sobrero de Adelaida Rodríguez como el cinqueño y cornalón quinto, que no regaló ni una de sus secas y reacias embestidas. Garrido se enfrascó con ambos en dos tensos pulsos, poniendo de su parte un tesón que no siempre encontró respuesta con su primer toro pero sí con el de Montalvo, que se acabó atemperando más o menos sometido al sudado esfuerzo del matador, que pudo permitirse así un final de faena de alardes y desplantes en la corta distancia. La oreja supo a merecida recompensa a las dos peleas.

Por su parte, el francés Juan Bautista pasó casi desapercibido en la que era su corrida de despedida de los ruedos españoles, antes de la anunciada retirada del próximo año en el anfiteatro romano de su Arlés natal. Recibido por ello con una ovación tras el paseíllo, el diestro galo firmó el trámite del finiquito con sendas faenas de mera corrección formal y sin mayor compromiso ante los dóciles ejemplares que le tocaron en el sorteo.