Ganado: seis toros de Alcurrucén, serios y bien presentados salvo el voluminoso y basto sexto.

Álvaro Lorenzo: estocada trasera desprendida (ovación); estocada desprendida muy trasera (ovación).

Luis David: estocada delantera (vuelta al ruedo tras petición de oreja); estocada corta y descabello (ovación.

Pablo Aguado: estocada trasera desprendida (oreja); dos pinchazos y media estocada tendida (silencio).

El matador sevillano Pablo Aguado, que paseó la única oreja concedida, dio ayer en Valencia toda una lección de temple, buen gusto y naturalidad, ante un lote de toros de Alcurrucén de muy escasa entrega.

Pese a su corto rodaje como matador de alternativa, Aguado se aplicó ante sus dos toros con una asombrosa facilidad, encontrando rápidamente los resortes técnicos que le sirvieron para sacar partido de lo poco que le ofrecieron ambos astados, apenas medias arrancadas sin entrega ni celo. El hecho de presentarles y llevarles siempre la muleta a una idónea pero nada fácil media altura, para que así no se sintieran forzados, y de correrles la mano con un preciso temple, fueron fundamentales para que tanto el noble pero endeble tercero y el basto y bruto sexto contribuyeran mínimamente a la causa del sevillano. Pero lo mejor de su actuación fue que todo ese perfecto sustento técnico se envolvió en una puesta en escena de torerísima naturalidad, recreándose con gusto y el pecho por delante en esas cortas arrancadas para darles una mayor dimensión estética. Aunque no tuvo una excesiva petición, el presidente, con buen sentido, le concedió la oreja del primero después de que lo matara de una estocada a capón, pero el mismo Aguado se dejó ir la del sexto, la que le hubiera abierto la puerta grande, por pinchar dos veces del mismo modo y malograr con ello una faena de mayor mérito si cabe que la anterior.

Esa forma de hacer, tan compleja en el fondo como sencilla en las formas, contrastó con lo que hicieron sus dos compañeros, más jóvenes que él pero también con bastantes más corridas toreadas. Porque el mexicano Luis David le ligó al tercero, el toro de más clase y entrega de la corrida, muchos pases mecánicos, sin alma y con un punto de inadecuada e inconveniente celeridad. Con el quinto, que no se empleó pero se movió mucho tras los engaños, Luis David Adame amontonó también una larga sucesión de telonazos y enganchones, prodigándose más en la cantidad que en la calidad, que no apareció en ningún momento.

También estuvo mucho tiempo delante de los dos toros de su lote el toledano Álvaro Lorenzo, contumaz y exigente con un primero de la tarde encogido de riñones y que quería más que podía, y con un quinto de escaso fondo que se paró pronto y con el que el manchego insistió con tesón.