El valor y la determinación del mexicano Diego San Román, a costa incluso de sufrir tres aparatosos percances sin consecuencias, sobresalieron ayer entre el grisáceo desarrollo de la última de las tres novilladas de la feria de San Isidro. El azteca tuvo incluso que remontar el pésimo juego del que fue, con diferencia, el peor lote de utreros del encierro de Fuente Ymbro, que, por el contrario, sí que ofreció opciones de triunfo a sus dos compañeros de terna.

En cambio, los dos de San Román se rajaron ya en banderillas y se dieron a la huida con una acusada querencia a tablas, respondiendo con violencia y mal estilo cuando se les intentaba retener en otros terrenos. Fue así como el mexicano se llevó la primera voltereta, justo cuando intentaba sujetar y someter al tercero en los medios, lo que llevó al animal a protestar constantemente hasta que, por fín, logró levantarle violentamente los pies del suelo al mínimo descuido. No se miró siquiera el novillero americano, que volvió a la cara del enemigo con presteza para rematar su labor y, tras una estocada baja, confiado ya de su victoria, llevarse aún otro nuevo más en el último arreón del manso.

La lidia del sexto casi fue un calco, solo que esta vez San Romám abrió la faena de muleta con las dos rodillas en tierra en señal de entrega. Fue ya en los medios otra vez cuando, ásperamente contrariado por el esfuerzo, el de Fuente Ymbro le prendió al torearle al natural y le campaneó repetidamente de uno a otro pitón. Milagrosamente ileso, de nuevo el mexicano volvió a meterse entre los pitones del manso y, con tesón y paciencia, logró sacarle unos cuantos medios muletazos limpios, que ya era mucho más de lo que el animal parecía dispuesto a ofrecer, antes de tumbarlo de un contundente espadazo. Se vio, pues, muy por encima de las circunstancias al mexicano, aunque no tanto a sus compañeros, que no terminaron de aprovechar la buena condición de tres de los ejemplares de Fuente Ymbro.

El lote más completo fue el del portugués Juanito, pues el primero, aun con cierto temperamento inicial que él consiguió aplacar, acabó tomando los engaños con recorrido y entrega, en una segunda parte de faena que no provocó entusiamos. Basándose siempre en su sobrado oficio, pues no en vano está ya a punto de tomar la alternativa, el lusitano también anduvo suelto con el cuarto, pero solo en dos tandas de muletazos por el pitón derecho, cuando lo llevó enganchado con temple, estuvo a la altura de un novillo que era así como se desplazaba con recorrido y claridad.

Menos rodado, a todas luces, está el salmantino Antonio Grande, quien, con un toreo estándar, estuvo más tesonero que lucido con el también más que manejable segundo. Desacertado con el capote y, sobre todo, con la espada, el joven charro ya no tuvo ocasión de desquitarse con el quinto, que se paró desfondado a las primeras de cambio.