GANADO: Toros de Victoriano del Río, de muy desiguales hechuras y remates, blandos, sin raza y rajándose también la gran mayoría. Los más potables fueron el cuarto, que duró tres tandas antes de buscar también el refugio de las tablas, y el sexto.

MIGUEL ÁNGEL PERERA: tres pinchazos y descabello (silencio tras aviso); y casi entera desprendida y dos descabellos (silencio).

ALEJANDRO TALAVANTE: casi entera tendida y atravesada, y ocho descabellos (silencio); y media desprendida y descabello (silencio).

ROCA REY: pinchazo, estocada tendida y dos descabellos (silencio); y gran estocada arriba (oreja).

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El diestro peruano Andrés Roca Rey logró sobre la bocina una oreja del sexto toro de una mansa, blanda y desrazada corrida de Victoriano del Río, merced a una faena tesonera y valor descontrolado, que despertó la pasión desaforada de un público que le llevó en volandas toda la tarde.

Porque está visto que el «fenómeno» Roca Rey es de lo que más vende en la actualidad. La gente le espera como el nuevo mesías, un hombre llamado a marcar una época, de ahí que nadie quiera perdérselo, y menos en Madrid, donde gracias a él se colgó el tercer cartel de «no hay billetes», dos de ellos en cada tarde en la que se ha anunciado el joven peruano.

Pero lo que no es de recibo es que se le jalee hasta cuando hace el paseíllo. Los olés deberían brotar cuando se hacen las cosas bien. O medio bien. Pero jamás cuando los capotazos o los muletazos quedan inconclusos. Como en su primera faena. Bajo un tremendo aguacero. No se sabe que tiene la lluvia en esto del toreo que la gente suele entrar en un éxtasis tan alocado como preocupante. Así, le aplaudieron todo lo que hizo con el tercero, una mona que se acobardó enseguida, más aún ante los tirones y el descarado encimismo del peruano.

En cambio, sí tuvo algo más de lógica el fervor del personal durante la faena al sexto, toro con calidad pero muy medido de raza y fuerzas, como toda la corrida de Victoriano del Río. Roca Rey vendió muy bien su puesta en escena del valor desbocado, el aguante, la firmeza, el tesón, el arrojo...Pero, claro, todo esto tendría sentido si delante hay un verdadero toro, ese que exige, el que al mínimo error te puede echar mano; pero no con un actor de reparto más del walking dead bovino que trajo ayer el ganadero de Guadalix de la Sierra.

Quedó visto cuando en un tropiezo el peruano quedó a merced del animal. Quede dicho que en la faena hubo entrega, actitud y muchas ganas e incluso hubo momentos de buen toreo fundamental. Mas el grueso de su actuación lo basó en un despliegue de alardes de cercanías, en los que no faltaron circulares, cambios por la espalda o arrucinas. O lo que es lo mismo, toda una batería de recursos del denominado toreo del siglo XXI. Cumbre. Y fulminante. Como no podía ser de otra manera, cayó la oreja. ¿Justa? A tenor de lo visto en lo que va de feria, podría decirse que posiblemente sí, aunque solo sea por la estocada.

Ya está dicho que la corrida, muy desigual de presentación y en el límite de todo, ayudó más bien poco, o nada, como fue el caso del lote de Talavante, que se estrelló con dos inválidos a los que despachó sin darse demasiada coba. Un gesto de agradecer.

Perera, en cambio, sí tuvo alguna opción más, sobre todo con el cuarto, un toro que, como prácticamente toda la corrida, se rajó, pero antes de hacerlo tuvo tres o cuatro tandas que debieron ser mejor aprovechadas por un Perera tan templado como lineal, haciendo lo que se dice ahora el destoreo y exigiendo de más a un animal que requería un trato menos brusco.

Algo similar le pasó con el primero de la corrida, con la diferencia de que este sí que se acabó enseguida. Y es que esta es la tónica del toro que demandan los que supuestamente quieren salvaguardar un espectáculo en preocupante estado de salud, de más público que afición.