Ganado: Seis toros de Núñez del Cuvillo, el sexto como sobrero, cómodos y discretos de presentación, nobles, dóciles, bobalicones, sin raza, ni transmisión.

Sebastián Castella, de sangre de toro y oro: pinchazo y estocada (silencio tras aviso); y estocada y varios descabellos (ovación).

Alejandro Talavante, de malva y oro: estocada y descabello (silencio); y pinchazo y estocada (oreja).

Andrés Roca Rey, de ciruela y oro: estocada fulminante (oreja con fuerte petición de la segunda y dos vueltas al ruedo); y pinchazo y estocada (oreja).

En cuadrillas, Juan José Trujillo saludó tras banderillear al quinto.

La plaza registró tres cuartos de entrada en los tendidos.

El joven peruano Andrés Roca Rey logró abrir ayer la Puerta Grande en el tercer festejo de la feria de Hogueras de Alicante, merced a una entregada y variada actuación, en una tarde en la que el mejor toreo llevó la firma de Alejandro Talavante, que obtuvo la oreja de mayor peso al quinto astado.

Fue este posiblemente el toro más completo de una dócil y desrazada corrida de Cuvillo al que Talavante formó un lío de principio a fin. El epílogo fue de categoría: varios doblones, muy toreros, un cambio de mano inmenso y una arrucina. En lo fundamental brilló el toreo al natural, hondo, encajado, cadencioso... sublime.

A derechas hubo también varias tandas sensacionales por templadas y ligadas. Toreo de maravilla del extremeño, que cerró labor por manoletinas y que perdió la segunda oreja por el pinchazo que antecedió a la estocada final.

Antes, con el tercero de corrida, un toro en el límite de todo, Talavante no pudo pasar de los detalles sueltos. El gato al agua se lo llevó Roca Rey, que también formó un guirigay con el tercero, toro muy medido de raza, que, por si fuera poco, acabó ahogado ante las tremendas exigencias que le impuso el peruano.

Hubo mucha variedad con el percal, desde una larga a un galleo para ponerlo en suerte y un vistoso quite en el que alternó chicuelinas, tafalleras y caleserinas. Aquí el toro ya tiró la toalla, pero Roca Rey no aceptó su rendición y lo acabó de reventar con un toreo de cercanías, muy mandón, sí, autoritario, también, pero excesivo ante la falta de combatividad del cuvillo.

Pero la gente vibró muchísimo con todo lo que hizo, mucho más de lo que lo harían con Talavante dos toros más tarde. Menos mal que el presidente puso un punto de cordura a tanta locura desmedida, negándole la segunda oreja, pedida, eso sí, de manera unánime.

La bronca fue sensacional después de celebrar a lo grande las dos vueltas al ruedo que tuvo que dar el torero ante el clamor popular.

Sin embargo, y con el reglamento que dice que la primera oreja es potestad del público, no le quedó otra que darle otra del sexto, ésta por una faena menos explosiva, más asentada y de mejor toreo fundamental ante un astado que tampoco quiso mucha pelea, pero al que Roca Rey sí trató con más mimo.

Sebastián Castella no dijo mucho con el que abrió plaza, otro animal vacío de casta y fuerzas, con el que el francés, que toreó muy bien de capote, anduvo en un continuo quiero y no puedo.

Con el insulso cuarto tuvo que tirar de recursos Castella para animar el cotarro. Hubo rodillazos y muchos alardes galeristas que, al menos, llegaron a la gente, tanto que, de haber matado a la primera, seguro que le hubiera valido un apéndice. No fue así y acabó saludando una ovación. La plaza registró tres cuartos de entrada en los tendidos.