FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Celestino Cuadri, con gran cuajo dentro de su disparidad de volúmenes, con dos ejemplares (1º y 5º) de exagerado tamaño y por encima de los 600 kilos. En cuanto a juego, corrida deslucida por falta de raza y muy a menos, con ejemplares reservones o parados en el último tercio, salvo el tercero, que tuvo bravura y transmisión en un par de docenas de embestidas.

Rafaelillo, de nazareno y oro: estocada atravesada (oreja); pinchazo y estocada trasera desprendida (silencio).

Alberto Gómez, de salmón y oro: pinchazo y estocada baja (ovación); cuatro pinchazos y media caída atravesada (palmas).

Román, de grana y oro: pinchazo, estocada atravesada que asoma y dos descabellos (vuelta al ruedo tras petición de oreja); dos pinchazos, media estocada tendida desprendida y descabello (silencio).

Cuarto y último festejo de la feria de Julio, con media entrada en los tendidos (más de 5.000 personas) en tarde con rachas de viento molesto para la lidia.

El diestro murciano Rafael Rubio Rafaelillo paseó la única oreja concedida en la corrida que ayer cerró la feria de Julio de Valencia con una ganadería del gusto del aficionado torista, la de Celestino Cuadri, pero que solo tuvo un toro realmente bravo con el que Román no llegó a triunfar.

Se llamaba Remiendo y fue el único toro realmente bravo que salió hoy al ruedo de Valencia, entre un conjunto de astados tan voluminosos y cuajados como deslucidos y escasos de raza. Y que, salvo alguna colada, ciertos arreones de intuido peligro o varias arrancadas nobles pero sin celo, apenas dieron argumentos para el toreo.

En cambio, ese tercero de la tarde desarrolló dos docenas de embestidas vibrantes, con entrega y seriedad, que daban importancia y nivel a todo cuanto de bueno se podía sacar con ellas, que fue lo que intentó hacer el valenciano Román.

Buscó así el joven espada asentarse ante el destacado toro de Cuadri, sólo que no siempre acertó, por aliviarlo en los remates y no llevarlo correctamente sometido, a apurar la casta de un animal que siempre puso el ritmo, y la emoción, en una faena que el público vivió con interés.

Además, sus fallos con la espada -en uno de los intentos Román fue incluso arrollado por el cinqueño- impidieron que el torero local se llevara la oreja que, aun con todo, probablemente le hubieran pedido sus paisanos.

Quien sí paseó un trofeo fue Rafaelillo, el veterano del cartel, por el aseado y limpio trabajo que hizo con el primero de la tarde, todo un gayumbo de 640 kilos y tan grande como escaso de raza y de fuerzas, dentro de su noble actitud.

BRINDIS POR ADRIÁN / Pero el cuarto, que el murciano brindó al cielo en memoria de Adrián Hinojosa, el niño valenciano aficionado a los toros que murió recientemente de cáncer, fue, por reservón, el de mayores complicaciones, aunque al menos se paró pronto y no planteó mayores problemas a su matador.

El lote más deslucido, junto con el manso sexto con el que no perdió el tiempo Román, fue el de Alberto Gómez. Rajado y aplomado el segundo de la tarde y sin raza ni entrega el quinto, el otro mostrencón de la corrida, el segundo valenciano del cartel solventó la papeleta con mucha dignidad a pesar de su escaso rodaje como matador.