Ganado: Seis toros de Miura, el 5º como sobrero al devolverse por inválido el titular. Corrida de hechuras típicas de la ganadería: cornalona, con mucha caja y alzada, pero muy vareada de carnes. En cuanto a juego, a todos les faltaron raza y fuerzas y no desarrollaron mayores complicaciones, salvo los dos últimos, que se defendieron con cierto sentido.

Manuel Escribano: estocada desprendida y dos descabellos (ovación); estocada trasera tendida y dos descabellos (ovación); y media estocada trasera tendida y cinco descabellos (ovación).

Pepe Moral: estocada (oreja); estocada desprendida (oreja con petición de la segunda); y pinchazo y estocada (ovación).

Desde hace ya unos años, son los toros de Miura los que ponen el punto final a la feria de Abril, una vez desaparecida aquella tradicional corrida del «lunes de resaca» en que los toros de Guardiola, y la suerte de varas, tomaban el protagonismo. Desde que los farolillos se apagan la noche del sábado esta última corrida de la feria se queda también para los de casa, para un público básicamente local que acude a apoyar con generosidad a los toreros de la tierra, en este caso los que se enfrentaron mano a mano a los legendarios toros herrados con la A con asas. Pero de aquella leyenda de terror de la ganadería sevillana cada vez va quedando menos, a medida que van saliendo más y más toros tan pajunos, blandos y desrazados como la mayoría de los que ayer salieron al albero maestrante. Con alzada, zancudos, cornalones y con caja para soportar ciento y pico kilo más de carne, los vareados y correosos miuras de ayer en Sevilla compusieron una corrida vulgarona y medianamente manejable, más que nada porque cuatro de ellos apenas pusieron en apuros a sus matadores. El lote de Pepe Moral estuvo compuesto por un primer toro «hecho cuesta abajo», más alto de cuartos traseros que de delanteros, que no se empleó nada, un sexto que, ese sí, se defendió con aspereza y sentido y un cuarto que fue, con diferencia, pero sin excesos, el mejor de la corrida. Del primero sus paisanos le dieron, literalmente, una oreja de poco peso específico por un trasteo habilidoso para componer la figura en los solo medios pases que tuvo el de Miura. Nada tuvo que ver con la oreja que, a toda ley, también le cortó a ese buen cuarto con aspecto de novillote gigantón y que tomó los engaños con mucha mayor entrega en un mediano recorrido. La faena de Moral tuvo dos caras distintas: asentada, templada y de creciente intensidad la versión de las series con la mano derecha; y menos limpia y lucida en los momentos en que usó la mano izquierda, que es, paradójicamente, el plato fuerte de su tauromaquia. Pero en el conjunto pesaron más las fases de toreo más conjuntado, muy jaleadas por los sevillanos, para que el torero de Los Palacios repitiera un triunfo que le sigue situando en la lista de los aspirantes a dar y merecer un salto cualitativo en el escalafón.

Manuel Escribano tuvo menos suerte, pues el miura que abrió plaza protestó sin clase alguna, el tercero fue perdiendo gas y celo hasta acabar topando más que embistiendo y el basto sobrero que hizo quinto terminó sacando «guasa». Escribano puso con ellos casi todo de su parte, desde que, salvo al primero, los recibió de rodillas frente a la puerta de chiqueros y se fajó con los tres muleta en mano.