Ganado: Cinco toros de El Ventorillo y un ‘remiendo’ -el quinto- de Valdefresno, muy desiguales de hechuras.

Curro Díaz: bajonazo (silencio); y estocada ligeramente desprendida (palmas).

Morenito de Aranda: pinchazo y media desprendida y atravesada (silencio); y pinchazo, media tendida y atravesada, y tres descabellos (silencio tras aviso).

David Mora: estocada baja (vuelta al ruedo tras petición en el límite); y dos pinchazos y estocada desprendida (silencio).

Otra tarde para olvidar cuanto antes en Las Ventas, por aburrida y decepcionante, fue lo que dio de sí la decimoquinta de San Isidro, en la que ni la vuelta al ruedo de David Mora tras la muerte del tercero ayudó a cambiar un guión de lo más previsible por el cartel de toros y toreros anunciados.

Porque bien es sabido que los tres que hicieron ayer el paseíllo en Madrid no atraviesan su mejor momento. Y si había alguna mínima esperanza estaba depositada en lo del Ventorrillo, ganadería capaz de lo mejor y de lo peor. Hace dos años lidió una gran corrida en esta misma plaza. De ahí la fe. Pero la de ayer ni de cerca se pareció a aquella estival de 2016 ni por esencia ni por presencia.

Para empezar la corrida no pasó entera, remendada a última hora con uno de Valdefresno, el quinto, horroroso se mirara por donde se mirara, pero que, lo que son las cosas, fue el único que medio se dejó aun faltándole un punto de celo. Y Morenito, fiel a lo que viene siendo en los últimos tiempos, anduvo a la deriva con él.

Mal colocado todo el tiempo, le faltó también pulso y le sobraron brusquedades a la hora de tirar del animal, que acabó ahogado a lo largo de un trasteo demasiado encimista y mal planteado desde el primer muletazo.

Lo único bueno de la actuación del torero burgalés fueron los saludos capoteros a sus dos oponentes, especialmente al primero que enlotó, toro serio y con cara, que, por un momento, aparentó ser lo que al final no llegó a ser.

Porque se desplazó de maravilla en el percal, con el hocico surcando el albero, y acudió también con alegría al caballo. Pero ya en el tercio de banderillas empezó a echar la cara arriba, apagándose después como una vela cuando se entró en el último tercio. Y Morenito, que se dobló muy bien por bajo en la apertura, se fue también diluyendo a lo largo de una labor ligerita y de notables imprecisiones técnicas.

Las mismas que tuvo David Mora con su primero, toro más bajito y menos cosa que sus hermanos, y con el que, al menos, se le vio con actitud, con ganas, con la misma entrega de cada vez que se anuncia en la plaza en la que casi pierde la vida hace cuatro años, precisamente por la gravísima cornada que le pegó un toro de esta misma ganadería.

Superó la superstición y el trago Mora de verse otra vez ante un ventorrillo, aunque a este tercero de corrida le faltara clase y recorrido para ayudar a desarrollar las buenas intenciones del madrileño, que quiso mucho, sí, pero al que le volvió a faltar más convicción para no dar la sensación de estar constantemente en el filo de la navaja.

La espada cayó baja y el toro, evidentemente, rodó sin puntilla. Y la gente, inmersa en un sistema de hacer aflorar los pañuelos si la muerte es rápida y a la primera --da igual la colocación del acero-- le pidió una oreja que el usía acertó en no conceder. La vuelta al ruedo también tuvo división de opiniones. Lo que sí fue unánime fue el silencio obtenido tras la lidia del noble, flojo y apagado sexto.

A Curro Díaz le tocó tragar con un primero que se defendió con violencia por sus nulas fuerzas. Y también hizo el esfuerzo con el extintor con cuernos que hizo cuarto, al que le faltó clase y recorrido, pero es que con esas orondas hechuras es normal que el animal no pudiera tirar de los cuartos traseros.