La novillada transcurría anodina, sin apenas sobresaltos, con un público frío y silencioso y unos utreros deslucidos que no agradecían los esfuerzos de los noveles. Hasta que, súbitamente, pero anunciada de antemano para quien siguiera atentamente la lidia, sobrevino la fuerte voltereta que el cuarto le propinó a Juan Miguel. El novillo, desrazado y distraído casi desde la salida, comenzó a violentarse y a desarrollar peligro a medida que el diestro madrileño, en busca afanosa del triunfo improbable, le acosaba y le obligaba a embestir. Hasta que, por fin, de tanta insistencia, el de Flor de Jara le prendió por la corva y se lo echó a los lomos de forma aparatosa, como lo fue también la fea manera en que Juan Miguel cayó a la arena, con todo el peso sobre su cuello. Aun así, se repuso el torero, que volvió a la cara del manso, le aguantó varias coladas más y lo mató de una buena y limpia estocada, provocando la reacción emocional del tendido para pedir y conseguir la concesión de esa oreja con tan escasas justificaciones.

Antes, en cambio, se había enfrentado Juan Miguel al mejor novillo de los de la divisa santacolomeña, que fue precisamente el que abrió plaza y que, al revés que todos su hermanos, sí que se empleó y siguió la muleta con nobleza y calidad. Esta vez al novillero madrileño, que se mostró con limpia corrección durante toda su lidia, le faltó ambición para ligarle más que los apenas tres muletazos que recetó en cada serie y que le hubieran granjeado mayores ovaciones.

El salmantino Alejandro Marcos se despedía del escalafón menor en Las Ventas, pues ya tiene anunciada su alternativa para la feria de Santiago de Santander. Y ese suficiente y necesario oficio para dar el salto se le apreció en la forma de resolver ante un lote de muy pocas facilidades. Ninguno de sus dos novillos tuvo un mínimo de celo y de casta para emplearse tras las telas, sino unas medias arrancadas al paso que fueron el escaso material con el que el charro se manejó con sobrado oficio... menos a la hora de matar.

También la deslucida novillada, y en este caso un sobrero de hechuras de Dolores Rufino, impidió a Ángel Sánchez estar a la altura de las muchas expectativas que despertó su deslumbrante paso por Las Ventas hace apenas dos meses. El novillero de Colmenar intentó siempre torear a su lote con aplomo y temple pero casi nunca encontró respuesta positiva a su firme planteamiento entre el vacío de raza generalizado.