Ganado: toros de Cuadri, serios y con kilos, sin raza y muy aplomados. El menos malo, el quinto, mas fue el tuerto en el país de los ciegos.

Rafael Rubio "Rafaelillo": pinchazo, estocada y descabello (silencio); casi entera atravesada que escupe y tres descabellos (silencio).

López Chaves: estocada atravesada que escupe y dos descabellos (ovación tras aviso); media muy baja, estocada desprendida y dos descabellos (ovación tras aviso).

Octavio Chacón: casi entera desprendida (silencio); tres pinchazos, media caída y dos descabellos (silencio).

Plaza: Las Ventas (Madrid). Registró dos tercios de entrada (16.952 espectadores, según la empresa) en tarde espléndida.

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El salmantino López Chaves, que saludó las dos únicas ovaciones, puso gracias a su oficio y buen hacer los únicos y pequeños rayos de luz a la tarde de ayer en Las Ventas; un auténtico tostón torista en el que los astados de Cuadri, sin raza y muy aplomados, condicionaron tan pobre y decepcionante espectáculo. No se merecía una tarde así Fernando Cuadri, un hombre bueno, honrado y generoso, que lidió en Madrid su última corrida como titular de esta legendaria y prestigiosa ganadería torista tras 46 años al frente desde que la heredara de su padre, Celestino Cuadri Vides, allá por el año 1973.

Madrid, su tendido 7, le tributó su cariño justo al romperse el paseíllo con una pancarta en la que podía leerse «Fernando Cuadri, gracias por todo», y acto y seguido una gran ovación le obligó a descubrirse desde la localidad del tendido que ocupaba. Fue lo único realmente emotivo y mínimamente destacable de la tarde, pues la corrida, seria, con kilos pero vacía de raza, fue un verdadero tostón, imposible para una terna de veteranos paladines que, entre los tres, sumaban nada más y nada menos que 59 años de alternativa. Ahí es nada.

Y de los tres, el que mejor estuvo fue López Chaves, que sorteó un primer toro que, más que embestir en el capote, parecía que iba a rematar un córner. Hasta cuatro veces le puso los pitones en la sien al salmantino, que salvó la cabeza de milagro. El toro parecía un contenedor de barco. Largo como él solo, alto de cruz y, como toda la corrida, con kilos para dar y regalar. Como era de esperar se paró ya en el caballo, llegando a la muleta muy aplomado. Chaves anduvo dispuesto para tratar de robárselos de uno en uno en una labor de oficio y notable seguridad, al menos, para mostrarse por encima de las circunstancias.

El quinto tuvo una chispa más de motor y, mejor aún, un potable pitón izquierdo. La pena fue que López Chaves tardó en verlo, empeñado de primeras en hacerlo todo a derechas, por donde el animal se medio movía pero sin descolgar. A la sexta tanda fue cuando el salmantino se echó la muleta a la zurda y, ¡oh milagro!, el toro por ahí tenía mejor son, sin ser tampoco la maravilla que algunos quisieron ver, lo que aprovechó el de Ledesma para pegarle un ramillete de naturales de muy buena firma por sentidos y despaciosos. Fueron los primeros y únicos olés de la tarde.

Rafaelillo tuvo que enfundarse el mono de trabajo para medio guerrear con su primero, toro de desordenados y cortísimos viajes, y con tendencia a protestar debido también a sus pocas fuerzas. El murciano anduvo por ahí, intentándolo, mas fue imposible sacar algo mínimamente lucido con tan desabrido (y avieso) animal. El cuarto se agarró al piso enseguida. Solo se tragaba el primero, y muy a regañadientes, y ya no había manera de hacerle embestir, y si lo hacía, se volvía en un palmo. Rafaelillo hacía gesto desesperación mientras la gente le invitaba a que apremiara.

Chacón no pasó de discreto con su insulso primero, que apenas se desplazó y cuando lo hacía era con el freno echado y la cara natural, un toro con el que estuvo media hora para ponerlo en el caballo, empeñado en lucirlo cuando se veía que iba a ser imposible. ¿Generosidad? Aquí más bien fue un desacierto. El sexto, de ¡642 kilos!, era como los que hay pintados en Altamira. El único cinqueño de la corrida pero igual de deslucido que sus hermanos. Chacón volvió a pasar de puntillas.H