GANADO: Seis novillos de Guadaira, de presencia desigual y de juego deslucido en general.

DAVID GARZÓN: golletazo (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio).

CARLOS OCHOA: estocada desprendida perpendicular y cuatro descabellos (silencio tras aviso); tres pinchazos y estocada (silencio).

ÁNGEL TÉLLEZ: estocada trasera (silencio); media estocada tendida (silencio).

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El deslucido juego de los utreros de la ganadería de Guadaira convirtió en un mero trámite la novillada con la que ayer arrancó en Las Ventas la que será larga feria de San Isidro, y en la que la terna tuvo un balance de seis silencios sepulcrales. Poco menos de media entrada de público cubrió ayer, en apariencia, los tendidos de la Monumental madrileña en la apertura de la que será la feria de San Isidro más larga de sus 71 años de historia.

Ni siquiera los abonados (unos 15.800, según la empresa) ocuparon, por tanto, las localidades que tenían adquiridas para una novillada que, a priori y a posteriori, no dejó de ser un mero trámite, solo el primero de los 34 festejos que finalizarán el 10 de junio.

A la intrascendencia del espectáculo contribuyó de manera casi absoluta el desrazado juego de los novillos de Guadaira, que, por falta de fondo y de fuerzas, cuando no por su áspera actitud defensiva, impidieron que el esfuerzo de los novilleros arrojara resultados mínimamente lucidos.

Empeño fue lo que puso toda la tarde David Garzón, el primer torero ecuatoriano anunciado en San Isidro desde que la feria arrancó en 1947. Las virtudes que su mal lote dejó esbozar al novillero quiteño fueron las de un valor sin alharacas y un acusado sentido del temple para intentar torear por derecho.

Solo así consiguió aguantar las medias arrancadas sin clase de su primero, que brindó al cantante Caco Senante, que es quien le apodera, y los constantes cabezazos del áspero cuarto, a los que nunca dejó que le tropezaran la tela entre la gélida actitud de los espectadores.

Al madrileño Carlos Ochoa le correspondió el único novillo con posibilidades del sexteto, que salió en segundo turno. Tuvo este utrero de Guadaira la entrega y la duración que les faltó al resto de sus hermanos, buscando siempre los engaños muy a ras de arena.

Ochoa le hizo una larga faena, sin renunciar a encontrar el lucimiento, aunque, para conseguirlo por completo, a su planteamiento técnico le faltó una mayor sutileza en el mando que necesitaban buenas embestidas, sin que el aplomado quinto le dejara resarcirse después.

A Ángel Téllez, también surgido de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, le correspondió así mismo un lote de novillos de muy escasas opciones, por la invalidez de uno y la mansedumbre y las ganas de rajarse del otro.

A ambos los quiso Téllez torear con temple y sinceridad, pero ninguno le dejó ni se lo agradeció. Al menos, eso sí, pudo dejar cierta huella en sendos y ajustados quites por chicuelinas y saltilleras que fueron dos de los pocos momentos destacados de esta primera tarde de trámite isidril.