GANADO: cuatro toros de Olga Jiménez, de seria y buena presencia, y dos de Hermanos García Jiménez (5º y 6º), estos últimos de gran volumen y peso. En conjunto, aunque desiguales de raza y fondo, conformaron un sexteto muy manejable.

JUAN JOSÉ PADILLA: media estocada caída y descabello (silencio); estocada delantera (dos orejas).

LÓPEZ SIMÓN: pinchazo, pinchazo hondo y tres descabellos (silencio tras aviso); pinchazo y estocada desprendida trasera (oreja).

GINÉS MARÍN: media estocada desprendida (dos orejas); estocada desprendida (ovación tras aviso y petición de oreja).

Llegados a la última corrida de la feria, aunque penúltimo festejo del abono, fue como si el fin de fiesta obligara al derroche de populismo orejero y a un patriotismo que acabó desatándose por fin tras mostrarse repetida pero más discretamente en los anteriores festejos.

El problema catalán ha exaltado notablemente el sentimiento españolista en todos los actos de esta Feria del Pilar, incluidos los de la plaza de toros, donde cada tarde se oyeron los vivas a España y ondearon decenas de banderas rojigualdas que acababan, irremisiblemente, en manos de los toreros en las vueltas al ruedo.

Pero ese fervor patriótico se desbordó ayer tarde, cuando, de nuevo a plaza llena, un público deseoso de fiesta y con ganas de divertirse a cualquier precio se entregó con los toreros a poco que se lucieran con los toros, mezclando en sus ovaciones, como si fueran un solo motivo, tanto el entusiasmo taurino como el sentimiento españolista.

Una mezcla de ambos se vivió especialmente durante la faena de Juan José Padilla al cuarto, una vez que el primer toro del jerezano acabó rajándose tras una mala y fatigosa lidia. Pero ese segundo de lote no dejó de embestir con clase y claridad desde que su matador lo recibió con dos largas cambiadas de rodillas.

Después de banderillearlo con facilidad, Padilla se dispuso a torearlo de muleta ante un público que le demuestra su cariño cada vez que pisa el ruedo donde hace seis años sufriera la grave cornada que le destrozó el rostro.

En esa tesitura, el Pirata, se dio a una faena no populista sino populachera, plagada de pases destemplados y sin ajuste, envuelta entre adornos y alardes efectistas, pero que se jaleó y se premió como si fuera buena. Y aprovechando ese baño de multitudes incondicionales, aún optó Padilla por llevar el patriotismo hasta el patrioterismo general, al pasear el anillo, agitándolas y en volviéndole, tres o cuatro banderas rojigualadas -esta vez sí con escudos constitucionales- mientras el tendido cantaba a coro Que viva España, de Manolo Escobar...

El derroche comenzó antes, con la excesiva segunda oreja que Ginés Marín paseó del tercero, otro de los toros buenos de la familia García Jiménez y al que el extremeño le hizo una faena de tan fácil de resolución como de medida entrega, contando con que tenía enfrente la noble templanza de un toro que fue a más en recorrido y clase.

MANOLETINAS / Sin acabar de romperse, el torero de más calidad del cartel solo llegó a calentar a fondo a los predispuestos tendidos con los circulares y los adornos finales, como unas manoletinas que, eso sí, ligó con la despaciosidad y gusto que era de esperar en un torero de su concepto.

Ya con el sexto, tan cargado de kilos que acabó sin poder desplazarlos tras la muleta, Marín no pudo redondear un empeño deslucido, justo cuando los vivas del público eran ya para la misma Virgen del Pilar.

También fue barata la oreja que le dieron a López Simón del zamacuco quinto, que antes de buscar las tablas regaló unas cuentas embestidas de buen son que el madrileño movió con ligereza y brusquedad. Sólo al final, cuando atacó en corto al ya rajado ejemplar, dándole los adentros, dio motivos a la gente para la petición del trofeo.

Antes, con su primero, le faltó a Simón pulso y púa para equilibrar la voluntariosa y pronta entrega de un toro con las fuerzas justas y con el que también acabó recurriendo a los manidos efectismos en la corta distancia.