Ganado: seis toros de Las Ramblas, bastos y voluminosos, con aparatosas y desproporcionadas defensas. Salvo el segundo, que repitió con brava entrega, el resto fueron una sucesión de mansos y rajados que, además, se defendió con desclasada violencia.

Morenito de Aranda: media estocada atravesada y cuatro descabellos (silencio); dos pinchazos, media estocada atravesada y descabello (silencio).

Juan del Álamo: media estocada tendida y descabello (ovación); estocada baja (leve división al saludar).

Tomás Campos: dos pinchazos, media estocada delantera y dos descabellos (silencio tras aviso); media estocada tendida y estocada caída atravesada (silencio).

Cuadrillas: destacó la efectiva brega de El Víctor con el sexto.

Plaza: Las Ventas (Madrid). Vigésimo segunda corrida de abono de la feria de San Isidro, con media entrada en los tendidos (12.434 espectadores, según la empresa, en tarde con rachas de viento molesto.

-------------------------------------------

Una voluminosa, basta y desproporcionadamente cornalona corrida de Las Ramblas, impropia de una feria como la de San Isidro, rompió ayer con su defensiva mansedumbre la buena racha que, en el aspecto ganadero, se llevaba disfrutando en este abono. Sus aparatosas cuernas y la fuerza de sus corpachones les sirvieron únicamente para dar medias arrancadas sin entrega alguna o para soltar secos tornillazos .

Aun así, hasta en una corrida como esta hubo un toro que se salvó de la quema y que evitó que bajara la alta media de ejemplares de triunfo que llevan saliendo por los chiqueros de Las Ventas. En concreto, fue el lidiado en segundo lugar, aparatoso también de pitones aunque de mejores hechuras que el resto. Tuvo el toro en su comportamiento toda la bravura que les faltó a sus hermanos de camada, pues empujó con verdadero celo en el caballo y llegó a la muleta repitiendo con alegría y nitidez todas sus arrancadas a los cites de Juan del Álamo.

La faena del salmantino fue larga, compuesta de muchas series de muletazos, con una primera parte en la que aprovechó la larga inercia de las embestidas iniciales y una segunda menos fluida, cuando el de Las Ramblas pedía ser más gobernado en el trazo de los pases. Pero a pesar de su voluntad y de su empeño destajista, al trasteo del charro le faltó más temple y un mayor y mejor remate de los embroques para estar a la altura de las buenas condiciones de esta única excepción a la regla de la mansedumbre generalizada del encierro. Ya con el otro guion, a Del Álamo se le vio más centrado ante el quinto, al que cortó la huida y, con paciencia, acabó atemperando y haciendo seguir la muleta en otro pulso de largo metraje y de escaso eco en el tendido.

Tampoco encontró reconocimiento Tomás Campos tras su esfuerzo con el tercero, que le prendió en dos ocasiones con sus destartalados pitones, aunque por fortuna sin más consecuencias que un ojal en la taleguilla y la rotura de los corchetes del chaleco. Con todo, se vivieron momentos angustiosos en ese pulso del extremeño, que reaccionó con valiente frialdad en cada momento de apuro y sin cejar en su intento de meter en los engaños, sin una sola concesión al ventajismo, a un animal absolutamente negado. El boyancón sexto se movió más, aunque con idéntica falta de celo y sin descolgar ni una sola vez su aparatosa cabeza. Campos intentó esta vez no exigirle demasiado, aunque, entre el viento que tanto le molestó en sus dos turnos, encontró también una respuesta similar: puros hachazos defensivos.

Con más oficio, Morenito de Aranda, se dilató con un primero de larga eslora, sin fuerza, aunque sin llegar a concretar nada reseñable, mientras que se desenvolvió sin apuros con el cuarto que o se afligía o se salía suelto al mínimo requerimiento de esfuerzo por parte del burgalés.