Pocas combinaciones podían despertar mayor interés que la compuesta para la tradicional corrida del Corpus de Toledo. Cuatro toreros, cuatro, con méritos acumulados durante sus ya dilatadas trayectorias profesionales. El benjamín de los actuantes, Álvaro Lorenzo, derrochó ganas y, por momentos, magnífico toreo, en una tarde de gran compromiso. Ya el recibo de capote a su primero fue un aviso a navegantes, llevando a su oponente largo, templado, con estética, y rematando en los medios. El inicio de la faena de muleta, de rodillas, puso a la plaza en pie. Con el soso octavo saldó el compromiso con éxito Lorenzo. Y no era fácil.

Alejandro Talavante pinchó una primera faena de compostura en la que cabe destacar dos tandas al natural en los medios. Jugó su flexible cintura ante el séptimo, sobre todo al natural, apretando al ejemplar de Domingo Hernández mientras duró, que no fue demasiado. Esta vez sí rubricó su quehacer a la primera con acierto.

A El Juli el año pasado le negaron muy injustamente la segunda oreja en uno de sus toros en esta misma plaza, y ayer se la regalaron sin sentido alguno en el quinto de la tarde. Su labor, de pundonor y amor propio por no irse de vacío, bien podría haber sido premiada en singular, y nada habría pasado. Poco hay que contar de lo ocurrido en el mansito segundo, un toro que derrochó gran calidad en los primeros tercios pero que se desfondó muy pronto.

Morante quiso en su primero. Únicamente. Anduvo con gracia en una faena más bonita que profunda, con varios cambios de manos de enjundia, con muletazos cortos de trazo y largos de torería. Se le pidieron las dos orejas. Se le concedió una, que recibió con una gran sonrisa, aunque no la paseó en la vuelta al ruedo. Frente a su segundo anduvo perfilero y fuera de cacho.