Seis toros, en este orden, de Núñez del Cuvillo, de preciosas hechuras, flojo y noble; Los Maños, terciado y con temple; El Pilar (sobrero al correrse el turno tras devolverse el primero de Garcigrande por partirse un pitón contra un burladero), alto, flacón y con gran calidad; Puerto de San Lorenzo, hondo, mansón y sin clase; Garcigrande, muy vareado, rajado y sin entrega; y El Pilar (segundo sobrero, en sustitución de un inválido de Parladé), fino y con nobleza pero sin fuerza ni fondo.

El Juli, de negro e hilo blanco, como único espada: estocada contraria (oreja); cinco pinchazos y estocada atravesada (silencio tras aviso); estocada trasera (oreja tras aviso); estocada trasera (silencio); pinchazo, pinchazo hondo y cuatro descabellos (ovación tras aviso); y estocada trasera desprendida (ovación tras leve petición de oreja).

Como sobresalientes actuaron los matadores Miguel Angel Sanchez y Carlos Gallego, a los que El Juli dejó intervenir en sendos quites en el sexto toro.

Entre las cuadrillas, volvió a destacar en la brega Sergio Aguilar; Jesús Arruga, en dos ocasiones, Gómez Escorial y Raúl Cervantes saludaron en banderillas.

Corrida goyesca. Noveno y penúltimo festejo de abono de la Feria del Pilar, con cartel de "no hay billetes" en las taquillas (10.000 espectadores).

El diestro Julián López El Juli, en un esfuerzo sin brillo, consiguió pasear únicamente dos orejas al final del plano y largo festejo en el que ayer estoqueó en solitario seis toros de distintas ganaderías, penúltimo de la Feria del Pilar de Zaragoza. Probablemente la mejor noticia se produjera justo a la hora del paseíllo, cuando la plaza presentaba el imponente aspecto del lleno total, acompañado esta vez de una especie de tapiz de colores en el ruedo alusivo a los veinte años de alternativa que acaba de cumplir el protagonista de la tarde.

Pero las expectativas empezaron a debilitarse, como un mal augurio, cuando el primer toro, un fino y serio ejemplar de Garcigrande, se partió el pitón izquierdo por la pala al rematar contra un burladero. Decidió El Juli correr turno y en su lugar salió el toro de Núñez del Cuvillo que iba en segundo lugar, otro cuatreño de preciosas hechuras, una auténtica pintura, que hablaba por sí solo del empeño que los hombres de campo del torero madrileño pusieron para encontrar seis toros propicios para el buen resultado de su gesta. A este otro, noble y con las fuerzas medidas, ya le cortó Julián López la primera oreja de la corrida, después de que la buena brega de Sergio Aguilar ayudara al toro a asentarse y él le hiciera una faena que no pasó de correcta.

VISTOSOS SIN CLAMORES / En realidad, la lidia de los tres primeros astados, que fueron finalmente los mejores de la suelta, transcurrió por cauces vistosos pero sin clamores, acordes a la suficiencia con que se aplicó el matador, con su conocida solvencia profesional pero sin apreturas ni chispa. Casi como en labores de tentadero. Así fue su faena al terciado toro de Los Maños, la ganadería local, que tuvo un despacioso temple embistiendo y que Juli no llegó a paladear más que en algunos naturales de curvo trazo, antes de pinchar repetidamente con la espada. Algo así sucedió también con el sobrero de El Pilar, sobrado de clase y nobleza, al que cuajó un aplaudido quite por zapopinas, que fue, junto a otro por faroles invertidos y otro por cordobinas, la única concesión a la, en estos casos, exigible variedad capotera, sobre todo en un torero que atesora un largo repertorio. El trasteo de muleta a ese tercero tuvo altibajos, aunque casi siempre los muletazos, con demasiados toques hacia el pitón contrario, fueron más cortos y ligeros que lo que parecía ofrecer el de El Pilar. Aun así, tras una estocada trasera y la brava muerte del toro, se pidió y se concedió para Juli esa segunda oreja que también iba a ser la última.

La segunda parte de la corrida tuvo otro cariz muy distinto, pues los toros colaboraron menos y el protagonista de la gesta se vio obligado a hacer un esfuerzo añadido para remontar una tarde que no terminaba de tomar vuelo. Pero no por eso, ni siquiera con el apoyo de un público deseoso de encontrar motivos para aplaudir, encontró resultados el madrileño.El voluminoso pero bien hecho cuarto, de Puerto de San Lorenzo, no tuvo clase ni fondo, sin responder a una mayor entrega del matador, que ya tuvo que echar el resto con el quinto, un garcigrande flacón y con tendencia a la huida, al que logró sujetar con facilidad. Con eso ya conseguido, el desordenado trasteo tuvo fases estimables hasta que el toro se comenzó a violentar y El Juli optó tirar de alardes populistas en la corta distancia que, de no fallar de nuevo con los aceros le hubieran granjeado algún trofeo más.

Acusando ya el torero madrileño cierto cansancio y con la tarde vencida, el desfondado segundo sobrero extendió en el ambiente la sensación de una forzosa resignación, cuando habían transcurrido dos horas y casi tres cuartos de un gesto, que era ya el decimoquinto de la carrera de El Juli, que nunca alcanzó el brillo esperado.