Descendiente de Manolete, leyenda del toreo y cuarto califa cordobés, hoy la dinastía continúa en un joven de ojos oscuros y tez morena llamado Javier que sigue su camino y sus pasos. La vida no se lo ha puesto fácil. Con 16 años toreó su primera becerra en Villafranca de los Barros y desde ese momento su vida ha girado en torno al mundo del toro, al que ama desde lo más profundo de su corazón. Sin embargo, le está dando más de un quebradero de cabeza. Su última decepción viene después de torear en la novillada de Aracena, organizada por el Circuito de Novilladas de Andalucía, en la fue descalificado. Hoy, desde La Casa de Manolete Bistró, antigua vivienda de quien fuera su predecesor, nos cuenta los sentimientos que se entremezclan en su interior.

-El 23 de agosto reapareció en Aracena después de un tiempo retirado de los ruedos, donde cortó tres orejas a dos novillos de la ganadería de Espartaco. ¿Qué le ha supuesto este triunfo tanto personal como profesionalmente?

Lo afronté con muchísima ilusión porque cuando me retiré lo hice por unas circunstancias muy parecidas a las que hoy día estoy viviendo, es decir, la indiferencia, la incredulidad, la falsedad, el desprecio que se le tiene hacia la persona en sí y al torero. Sin embargo, encontré un rebrote de ilusión y poco a poco volví a torear, antes de que surgiera este festejo. La ilusión iba creciendo de nuevo en mi interior, yendo cada vez más al campo, pero nunca pensando en ser el mejor o en competir, sino únicamente en torear. Y un día, de la noche a la mañana, surge el proyecto de la Fundación Toro de Lidia, junto con la Junta de Andalucía, en el que me seleccionaron para Aracena. Fue una inyección de moral tremenda, así que me preparé a conciencia, tanto mental como físicamente, y obtuve un triunfo acorde a lo que venía aconteciendo la novillada. En el aspecto profesional te diría que me da igual, ya que ahora mismo mi filosofía de vida es salir fuera de los parámetros típicos del toreo. Además, Dios me ha dado la cualidad de controlar a un animal y eso me hace sentir vivo.

-Habla de triunfo, pero ese sueño de pasar a la final ha sido una ilusión que se ha roto en cuestión de horas. ¿En qué se ha basado el jurado para tomar esa decisión en la que sale perjudicado?

-La Fundación del Toro de Lidia delega en un jurado que no se conoce hasta ya pasadas las votaciones. Mi sorpresa fue ver la clasificación, donde los criterios de puntuación eran la actitud, la expresión y la espada. Fuera de los trofeos no queda reflejado lo que aconteció, sino que parece otro festejo. Es normal que se puntuara de esa manera, no obstante, la equivocación es de la Fundación Toro de Lidia, delegando en un jurado local. Hoy en día se suele decir que los toreros tienen que callarse y en este caso no me puedo callar porque voy representando a mi ciudad, y a mí me pueden herir si quieren, pero a mi tierra no. Definitivamente ha sido un caos, y pienso que la Fundación Toro de Lidia está faltando a sus principios y objetivos de creación, defender la integridad y la fiesta, que es ayudar al toreo, porque me han quitado lo que me he ganado en la plaza sustituyéndolo por la opinión de un jurado local.

-Teniendo una diferencia de puntuación tan pequeña respecto a su contrincante principal, ¿no -existe posibilidad alguna de desempate?

-No estoy dispuesto a desempatar, ya que no ha habido en ningún momento algún tipo de igualdad. Por eso, ahora mismo estamos asombrados. Solo espero que esto sea un error y que se solucione.