Una tarde más, y sin apenas competencia, Hermoso de Mendoza volvió a imponer su reconocida y sobrada maestría en una plaza grande como la de Zaragoza, de donde salió lanzado al estrellato hace ya más de cinco lustros.

Los mismos argumentos que entonces, solo que más desarrollados y depurados, son los que le sirvieron ayer para volver a triunfar con holgura, a pesar de que sus fallos con el rejón de muerte ante su primero redujeron el número de trofeos que acabó paseando. A ese que abrió plaza ya le hizo el jinete navarro una faena muy redonda, llevando cosidos los pitones a la grupa de su caballo Berlín en vibrantes galopes de costado, encelando al de Bohórquez con mucho temple a pesar de su falta de empuje.

Limpio y preciso al clavar banderillas, solo falló con el rejón definitivo, dejando en nada el premio a su notable actuación. Por el mismo camino parecía ir su labor con el cuarto que salió de titular, un toro que se lastimó una pata durante la lidia y que, de forma sorpresiva, el presidente acabó por devolver a los corrales cuando el navarro ya se disponía a matar.

Extraña decisión de la autoridad pero que acabó beneficiando al rejoneador y al público, ya que el sobrero permitió a Hermoso cuajar otra importante labor, que está vez sí remató al primer intento con un rejonazo defectuoso pero fulminante.

También por su errores con el rejón de muerte perdió trofeos el aragonés Pérez Langa, después de formar un alboroto con el primero de su lote. Aunque al toro le faltó algo de ritmo en sus arrancadas, el joven rejoneador de Calatayud puso de su parte mucha decisión, frescura y sobre todo garra en todo cuanto hizo, lidiando siempre en las cercanías, clavando con rectitud y adornándose con espectacularidad, como fueron las piruetas con que cerró varios embroques en banderillas.

La actuación de Lea Vicens resultó asimismo desigual, pues estuvo más centrada con un toro que con otro, a pesar de que ambos le dieron sobradas opciones de lucimiento.